Fin de temporada (notas de diario)
Uno. L'?cole des femmes, un Moli¨¨re pocas veces representado aqu¨ª, ahora en el Nacional de Barcelona, en notable traducci¨®n de Esteve Miralles. Dudas de m¨¦todo: ?he de hablar de un montaje que no me ha gustado, en el que la mayor¨ªa de los actores me parecen mal enfocados, mal dirigidos (por Carles Alfaro) pero en el que destella una actriz, una sola, Cristina Plazas, en el rol de Agn¨¨s? Nada hay m¨¢s odioso para un actor que las comparaciones, sobre todo dentro de un mismo reparto, pero no quiero ni debo olvidarme del trabajo de esta joven gran actriz valenciana. Hay en el escenario una serie de actores espl¨¦ndidos (Joan Carreras, que hace Horace; Francesc Albiol, que interpreta a Chrysalde), y Homar, desde luego, en el grand r?le de Arnolphe, comport¨¢ndose como estereotipos, como si no les hubieran dejado insuflar vida a sus personajes, cuando a ellos les sobra, por los cuatro costados. Entonces... ?por qu¨¦ Cristina Plazas consigue escapar de esa malla negra? Misterios del teatro. Y muchas preguntas ante este montaje. Quiz¨¢ buena parte de la irritaci¨®n que me provoc¨® ven¨ªa de su "concepto": la casa (rural, rural¨ªsima) donde Arnolphe tiene encerrada a Agn¨¨s se ha convertido en una especie de pedrusco iridiscente, como aquellos horribles joyeros de madreperla que se vend¨ªan en las tiendas de souvenirs de los pueblos de playa. ?Por qu¨¦ ese miedo, en tantos directores, a una escenograf¨ªa "normal", sensata? Es muy dif¨ªcil que un conflicto "humano" pueda brotar y desarrollarse en torno a ese fistro c¨²bico; es imposible que nadie pueda vivir ah¨ª, dentro y alrededor. M¨¢s preguntas: Homar como Arnolphe. Tampoco pod¨ªa creerme lo que ve¨ªan mis ojos. ?Ha elegido sobreactuar de esa manera o se lo han impuesto? Hace Arnolphe como una supermarioneta exasperada o un caso cl¨ªnico, casi parece una parodia de Harpagon. S¨®lo le falta colgarse un cartel en el que se lea "celoso". Dan ganas de decirle: "No se esfuerce tanto, ya lo descubriremos por el texto". La frase de Jouvet durante los ensayos del Tartuffe: "No quiero que me dig¨¢is 'voy a interpretar a un hip¨®crita' sino 'voy a interpretar a un hombre". ?Por qu¨¦ hay esa tendencia en ciertos actores, al llegar a cierta edad, a escoger siempre les grands r?les, cuando brillan infinitamente m¨¢s en otros papeles? Homar hubiera podido ser un Claudio impresionante, pero eligi¨® hacer el Hamlet. Como si no pudieran "permitirse" a s¨ª mismos situarse "por debajo" (o a un lado) de lo que creen que es su perfil. Olvid¨¦ aquel Hamlet como olvidar¨¦ este Arnolphe, pero no creo que olvide nunca a Homar haciendo el T¨¦razene de la Fedra, la temporada anterior, guiado por Oll¨¦, con la mirada enturbiada por el dolor, sin apenas moverse, aquel mon¨®logo que hac¨ªa pensar, escrib¨ª, "en un corrido mexicano recitado por un monje budista con mucho mezcal (helado) entre pecho y espalda, evocando a un amigo muerto, al amanecer, desde una cantina de Pari¨¢n". Pero al p¨²blico del Nacional le encanta el trabajo de Homar como Arnolphe, le r¨ªe todas las gracias, todos los excesos, le aplaude como a un divo de la Com¨¦die. Por eso puedo decir todo esto: la m¨ªa es una sola voz discordante en el un¨¢nime coro de alabanzas. Recuerdo aquel T¨¨razene, aquel grandioso Solness, sobrio, contenido, para hablar s¨®lo de montajes recientes, o su vena c¨®mica, en la estela de Frasier, en el Taurons (Speed the plow) de Mamet. Recordar¨¦, de La escola de les dones, a Cristina Plazas, no s¨®lo por la dicci¨®n, ni la elegancia de movimientos: era la ¨²nica que exhalaba humanidad, vulnerabilidad, de todo el reparto. Lo mismo que sent¨ª y pens¨¦ viendo a Carlos Hip¨®lito en El mis¨¢ntropo, de Marsillach: "Debe de sentirse muy solo ah¨ª arriba".
A prop¨®sito de las obras L'?cole des femmes, Historia de Ad¨¢n y Eva y B¨¦same mucho
Dos. Historia de Ad¨¢n y Eva, en el Bellas Artes. Un monstruo infrecuente en nuestros escenarios, m¨¢s conocido en el cine: Miguel ?ngel Sol¨¢. Sol¨¢ ha armado el espect¨¢culo junto a Blanca Oteyza, su compa?era espa?ola, y el director, argentino como ¨¦l, Manuel Gonz¨¢lez Gil. Es una obra actual, pero parece escrita por Edgar Neville. Una historia de amor en dos tiempos y dos textos: el Diario de Ad¨¢n y Eva, y lo que pasa durante y despu¨¦s de su representaci¨®n radiof¨®nica. A?os cincuenta: un actor uruguayo y una actriz espa?ola, Dalmacio (Sol¨¢) y Elo¨ªsa (Oteyza), interpretan la obra de Mark Twain en la ¨²ltima emisi¨®n de su programa, devorado por un concurso trivial. Treinta o cuarenta a?os despu¨¦s, la hija de Elo¨ªsa, Eva (Blanca Oteyza bis) regresa a Montevideo para entrevistar al viejo Dalmacio (Sol¨¢ bis, y vuelta al ruedo), solo y olvidado. Los dos segmentos temporales se entretejen y descubrimos, poco a poco, la gran historia de amor que no pudo ser. El flash-back que da t¨ªtulo al espect¨¢culo es brillante, entretenido, pero el relato de Twain se hace demasiado largo. El premio, el gran premio, es el "retorno" de Dalmacio y su juego de fintas y seducci¨®n con la hija de su amor perdido: tan s¨®lo con esa entrevista "ya ten¨ªamos" obra. Un Sol¨¢ conmovedor, extraordinario, que recrea a ese actor de coraza sarc¨¢stica y coraz¨®n sangrante con un poder que te imanta a la butaca, sin el menor recurso de "composici¨®n". Blanca Oteyza combina el aplomo y la ternura, pero su mayor logro es que el monstruo Sol¨¢ no la devore, que sigamos record¨¢ndola al acabar el espect¨¢culo.
Tres. Festival de Sitges. Una gran funci¨®n, un gran montaje -B¨¦same mucho, de ese otro monstruo argentino, Javier Daulte- que, cuando lean estas l¨ªneas, ya estar¨¢ (eso s¨ª que es buen juego de piernas de los productores) en el Principal de Barcelona. Una soberbia e inquietante comedia negra, con 11 int¨¦rpretes que te llevan por donde quieren. S¨®lo, atenci¨®n, hasta el 29 de junio: no se la pierdan, por la gloria de mi madre. Hablaremos de B¨¦same mucho, y de las otras piezas de Daulte que esperan turno: el retorno de Gore, en el Grec, y el estreno, en oto?o, en el Lliure, de 4D ?ptico.
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