"Hoy los dramas hom¨¦ricos los dan por televisi¨®n a las cinco"
En El fanalhialino, Andr¨¦s Trapiello (Manzaneda de Tor¨ªo, 1953) vuelve con nueva intensidad a los mismos escenarios de siempre: las cuatro paredes de su casa, el campo extreme?o, el viaje a Italia y el callejeo por El Rastro, al que el escritor acude cada domingo desde hace 30 a?os: "Es el resumen de la vida, pero el resumen sin tonter¨ªa. Todo llega descarnado, y eso hace que la gente sea enormemente piadosa con sus miserias y con las de los dem¨¢s".
PREGUNTA. Cada vez habla menos de usted mismo en sus diarios.
RESPUETA. Hace a?os que no hablo de m¨ª y, sobre todo, que no hablo de mi intimidad. Aunque procuro hablar con intimidad de todo. El yo es todo lo contrario de la intimidad. Suele ser de una obscenidad absoluta. Por eso uso el uno, esa especie de falsa tercera persona que permite el castellano. El yo suscita rechazo. Por eso no me gustan los diarios de Gide, pese a su valor documental.
P. ?Cu¨¢les son sus favoritos?
R. Unos sin yo, los de Pessoa, el Libro del desasosiego.
P. ?El diario es el g¨¦nero de la modernidad?
R. La modernidad es tambi¨¦n el tiempo de la poes¨ªa, de la novela... pero no de la ¨®pera, ni siquera de las sinfon¨ªas; es el tiempo de la m¨²sica de c¨¢mara, de los libros de fragmentos, como los de Nietzsche o Benjamin.
P. ?Cu¨¢l ser¨ªa su espacio?
R. La vida, y todos reconocemos de una forma instintiva lo que est¨¢ vivo y lo que no. Y eso vale para el estilo. Juan Ram¨®n dec¨ªa que quien escribe como se habla llegar¨¢ mucho m¨¢s lejos que quien escribe como se escribe.
P. No obstante, usted ha dicho que la gran novela se escribe en tercera persona.
R. La gente ha hecho dejaci¨®n de la tercera persona porque no sabe contar si no pasa por s¨ª mismo.Lo que hay no es un descr¨¦dito de la realidad, sino de la ficci¨®n. Es muy dif¨ªcil para un novelista hacerse creer cuando hoy los dramas hom¨¦ricos los dan por televisi¨®n a las cinco de la tarde, en el programa de Terelu Campos. Por eso la gente exige que la verosimilitud pase primero por la verdad, y se entiende que la verdad s¨®lo est¨¢ contrastada si parte de un yo.
P. Suele decirse que en Espa?a no ha habido tradici¨®n de escritura ¨ªntima porque ya exist¨ªa la confesi¨®n en las iglesias.
R. Aqu¨ª la gente no ha tenido la necesidad de contarse su vida no s¨¦ si porque tenemos buen tiempo o porque somos un pa¨ªs muy fisg¨®n. Ya se cotilleaba bastante como para que encima uno difundiera sus intimidades.
P. Es usted lector frecuente de diarios, pero muy cr¨ªtico.
R. En un diario se nos suele dar una vida, cuando lo que queremos es la vida, no una sola. Los diarios de escritores suelen dar s¨®lo la vida literaria, que es un ox¨ªmoron: o es vida o es literaria. Los diarios de escritor son una mezcla de curr¨ªculo e instancia a la eternidad o a la Academia Sueca.
P. En un tomo anterior cont¨® la trastienda del Premio Plaza & Jan¨¦s que gan¨® en 1992. ?Habr¨¢ trastienda del Nadal?
R. S¨ª, pero da igual porque nadie lo lee. O leen pero miran a otra parte. Yo cont¨¦ todo lo que pas¨® y... Me gusta no tener notoriedad como diarista porque de lo contrario no podr¨ªa escribir las cosas que escribo. Dejar¨ªa de vivir mi vida normal, que es la que me gusta, m¨¢s o menos gris, para vivir en los juzgados o en los duelos con los que se sintiesen ofendidos.
P. Su novela del Nadal ha vendido m¨¢s de 50.000 ejemplares. Algo habr¨¢ cambiado.
R. Siempre digo que mis lectores se llaman Andr¨¦s Garc¨ªa, como todo el mundo, por usar mi primer apellido y la expresi¨®n de Erik Satie. Los lectores de las novelas buscan otras cosas: son capaces de dejar un libro en el tren despu¨¦s de haberlo le¨ªdo, y agradecidos por el buen rato. Cincuenta mil lectores ya no son lectores, son otra cosa.
P. ?P¨²blico?
R. S¨ª, hablamos m¨¢s de mercado que de literatura. Los lectores de estos diarios me dan algo de pena: los veo como a m¨ª mismo, como ese personaje que va de un lado a otro simulando que tiene muchas cosas que hacer sin tener nada que hacer, ese que siempre llega a las cosas o demasiado pronto o demasiado tarde. En cualquier caso, ¨¦stos no son diarios de mis¨¢ntropo, sino de solitario, de alguien que busca compa?¨ªa.
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