Presas: la exclusi¨®n de las excluidas
Las mujeres encarceladas est¨¢n olvidadas y las prisiones femeninas ignoradas. El ¨ªndice de encarcelamiento femenino en Espa?a es el segundo m¨¢s alto de Europa y la c¨¢rcel siempre supone para la mujer una doble discriminaci¨®n". De esta manera tan contundente se expresa la profesora de Sociolog¨ªa de la Universidad Pompeu Fabra, Elisabet Almeda (Barcelona, 1967), que ha estado cinco a?os estudiando la situaci¨®n de las reclusas espa?olas y los motivos que las llevaron a estar entre rejas. El resultado se ha plasmado en dos libros de reciente publicaci¨®n: Mujeres encarceladas (Ariel) y Corregir y castigar. El ayer y hoy de las c¨¢rceles de mujeres (ediciones Bellaterra).
"Lo que ocurre en las c¨¢rceles espa?olas no es ajeno al resto de pa¨ªses europeos. El problema es que aqu¨ª se agrava porque las prisiones est¨¢n m¨¢s masificadas. La c¨¢rcel siempre excluye a los que est¨¢n excluidos, pero si eres mujer, todav¨ªa m¨¢s", explica Almeda. Los libros est¨¢n repletos de estad¨ªsticas que avalan sus palabras, pero tambi¨¦n recogen el testimonio de ocho reclusas que hablan sin reparos de c¨®mo es la vida en la prisi¨®n, c¨®mo llegaron hasta all¨ª y cu¨¢les son las relaciones con sus familiares. Relatos desgarradores de mujeres con pocos recursos, de zonas marginales, de familias desestructuradas, el mejor caldo de cultivo para la delincuencia.
Las mujeres representan el 9% de la poblaci¨®n reclusa en Espa?a. S¨®lo Portugal supera esa cifra en la UE, donde la media es inferior al 6%
"Los hombres utilizan a las mujeres para delinquir o les dicen ponte de prostituta y no ¨¦l de maric¨®n, claro. Nos explotan hasta el final", relata Ariadna
"En casa ¨¦ramos siete hermanos; no hab¨ªa mucho dinero; mi madre estaba siempre delicada, del coraz¨®n; mi padre no estaba nunca; yo estaba todo el d¨ªa tirada en la calle. En mi barrio hab¨ªa muchas chicas como yo. Que si te l¨ªas con un chico que ya es toxic¨®mano o ves a tu hermano que ya est¨¢ metido, as¨ª empieza todo", explica Clara.
En las c¨¢rceles espa?olas hay actualmente unas 52.000 personas cumpliendo condena o a la espera de juicio. Es decir, aproximadamente 123 presos por 100.000 habitantes. La media europea es de 88. Las mujeres presas en Espa?a son 4.100 y suponen casi el 9% de la poblaci¨®n reclusa, porcentaje s¨®lo superado por Portugal, donde alcanza el 10%. En el resto de pa¨ªses de la Uni¨®n Europea no pasa del 6%. Seg¨²n la estad¨ªstica de 2001 del Consejo de Europa, Suecia era el pa¨ªs con mayor proporci¨®n (5,7%), seguido de Alemania y B¨¦lgica (4,3%) o el Reino Unido e Italia (4,1%). En Grecia era del 3,7%, y en Irlanda, del 2,3%.
Pero lo m¨¢s llamativo del caso espa?ol es que en 1985 el porcentaje de mujeres encarceladas era s¨®lo del 4,5%. ?C¨®mo explicar entonces ese espectacular aumento? Elisabet Almeda asegura que se debe al "precario desarrollo del Estado del bienestar en Espa?a", y, especialmente por el gran crecimiento que ha habido desde entonces de los delitos por tr¨¢ficos de drogas, sobre todo entre las mujeres. As¨ª, el 53% de las presas espa?olas cumplen condena o esperan juicio por este motivo, mientras que en el caso de los hombres s¨®lo afecta al 28,3%. Adem¨¢s, los delitos contra la propiedad suponen entre las presas el 39% de los casos, en su mayor¨ªa motivados por el consumo de drogas. En muchos de esos casos la mujer es utilizada como correo y en un gran n¨²mero de ocasiones utiliza su cuerpo para esconder la droga.
"Los hombres utilizan a las mujeres para delinquir o les dicen ponte de prostituta y no ¨¦l a maric¨®n, claro. Ellos se piensan que tenemos la vida m¨¢s f¨¢cil, pero es lo contrario; ellos nos explotan hasta el final y la culpa de que las mujeres est¨¦n presas, la mayor¨ªa de las veces es del hombre", confiesa Ariadna.
Es muy poco habitual una condena contra una mujer por delitos contra las personas, lo que explica que en el a?o 2000 s¨®lo hubiera en las c¨¢rceles espa?olas 83 presas acusadas o condenadas por ese motivo, frente a 1.803 presos. Y todav¨ªa es mucho m¨¢s extra?o una acusaci¨®n por delito sexual. Tres mujeres, frente a 1.131 hombres, seg¨²n la estad¨ªstica de 2000. Otro factor diferenciador es que la mayor¨ªa de las mujeres tienen una sola causa pendiente, mientras que en el caso de los hombres es de tres.
A la vista de estas cifras, la soci¨®loga Elisabet Almeda sostiene que las presas sufren una clara discriminaci¨®n de g¨¦nero. En los ¨²ltimos 15 a?os, los ¨ªndices de presas siempre han sido muy superiores al de presos, pese a que la estad¨ªstica oficial avala que cometen delitos menos graves. En 1985, el 67,9% de las reclusas espa?olas esperaban juicio, mientras que los hombres eran el 48%. Esa situaci¨®n se ha ido corrigiendo con el paso de los a?os y ahora son pr¨¢cticamente id¨¦nticos, y en ambos casos se sit¨²a alrededor del 24%.
Insensibilidad feminista
Almeda tambi¨¦n constata "la poca sensibilidad que el movimiento feminista espa?ol ha tenido por la situaci¨®n de las mujeres presas", algo que tambi¨¦n puede hacerse extensible al resto de pa¨ªses europeos, pero no de una manera tan acentuada. De hecho, en Espa?a s¨®lo existe una asociaci¨®n espec¨ªfica de apoyo a mujeres encarceladas -Dona i Pres¨®, nacida en 1987 en Barcelona-, ya que el resto han surgido de organizaciones m¨¢s amplias, como Emakume Eta Justicia.
La soci¨®loga tambi¨¦n denuncia la ausencia de estudios en Espa?a sobre la tipolog¨ªa de la poblaci¨®n reclusa femenina, aunque a?ade que la mayor¨ªa de las mujeres que ha entrevistado son madres solteras o separadas. Una tercera parte han sufrido malos tratos o agresiones sexuales por sus maridos o compa?eros, y eso provoc¨® la ruptura de su relaci¨®n. Casi la mitad de esas reclusas se emparejaron por primera vez antes de los 19 a?os y la gran mayor¨ªa tuvieron hijos.
"Yo era muy ni?a cuando lo conoc¨ª, con 18 a?icos. Yo ten¨ªa la ilusi¨®n de casarme, de que mi marido viniese a casa cada noche, me ayudara con los ni?os, lo t¨ªpico que sue?a un ser humano. Pero me cas¨¦, tuve hijos y vi que ese pr¨ªncipe azul no era mi pr¨ªncipe azul. Entonces ya no ten¨ªa sue?os, para m¨ª aquello era una verdadera c¨¢rcel", relata otra de las presas.
S¨®lo cuatro c¨¢rceles de mujeres y 75 m¨®dulos femeninos
EN ESPA?A S?LO hay cuatro c¨¢rceles exclusivas de mujeres: Guadaira (Sevilla), Brieva (?vila), Madrid I y Wad Ras (Barcelona). El resto de presas cumplen condena o esperan juicio en 75 m¨®dulos femeninos situados en el interior de c¨¢rceles de hombres, pese a que la Ley General Penitenciaria de 1979 aboga porque existan prisiones s¨®lo para mujeres. Esos m¨®dulos de mujeres son "a?adidos" a los centros masculinos. "Son c¨¢rceles en el interior de las c¨¢rceles de hombres", explica Almeda, porque las mujeres tienen menos acceso a las instalaciones comunes, como el polideportivo, la biblioteca o las salas de actos.
"A la mujer se la castiga m¨¢s por ser mujer", asegura Xantal, una presa de la c¨¢rcel barcelonesa de Brians, una de las dos que ha construido la Generalitat. "Nos tienen m¨¢s reprimidas, m¨¢s discriminadas. Ellos tienen su teatro fuera; nosotras tenemos aqu¨ª un sal¨®n de actos reducido, nada".
Las c¨¢rceles se hicieron pensando en los hombres y tampoco est¨¢n adecuadas a las necesidades de las mujeres, por lo que los espacios para guarder¨ªa son muy reducidos o no existen. El Defensor del Pueblo ha venido denunciando esta situaci¨®n desde hace a?os, en su informe anual, sin que apenas haya cambiado nada desde entonces. En el de 1994 explicaba, por ejemplo, que en el departamento de mujeres de la c¨¢rcel de Alicante "las internas hab¨ªan de compartir cama con sus hijos" y que estaban "hacinadas".
Por el contrario, en las c¨¢rceles exclusivas para mujeres s¨ª hay guarder¨ªas y departamentos espec¨ªficos donde se instalan las madres con sus hijos. A diferencia de lo que ocurre con los hombres, las mujeres presas conviven juntas, sean preventivas o penadas, no est¨¢n separadas por edades ni tampoco por la gravedad del delito cometido. Las reincidentes comparten celdas con las primarias y lo mismo puede pasar con reclusas clasificadas en grados penitenciarios distintos. Frente a esa realidad, la Administraci¨®n siempre ha argumentado el elevado coste que supondr¨ªa llevar a cabo con las mujeres la misma distinci¨®n que se hace con los hombres.
Adem¨¢s, los programas formativos y educativos destinados a las reclusas responden a patrones sexistas tradicionales, y son, casi siempre, cursillos de corte y confecci¨®n, cocina, peluquer¨ªa o puericultura. S¨®lo en las c¨¢rceles espec¨ªficas de mujeres se organizan cursos de fotograf¨ªa, inform¨¢tica o mecanograf¨ªa, por ejemplo, pero son la excepci¨®n.
"?Sirve para algo la c¨¢rcel", pregunta la autora del libro a las presas que entrevista. Las respuestas son casi un¨¢nimes. "Sirve para rebelarte, porque si te tiras un a?o sales m¨¢s rebelde", responde Xantal. "Aqu¨ª no aprendes nada, aqu¨ª aprendes a ser m¨¢s mala", asegura Nataxa. Con todo, el libro recoge tambi¨¦n alguna opini¨®n m¨¢s esperanzadora, como la de Julia. "Entr¨¦ a los 17, tengo 27 y solamente he estado 14 meses en la calle. Sales y sabes que vas a volver a entrar porque se lo debes a la ley. Por eso ha cambiado mi pensamiento, pero no gracias a la ley, sino gracias a m¨ª, porque yo me lo he prometido. Cuando salga ya no le debo nada a la ley, gracias a Dios".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.