La hora de las v¨ªctimas
Vivimos tiempos guiados por un esp¨ªritu reparador. La Iglesia cat¨®lica, tras siglos sin reconocer sus m¨¢s notorios errores, trata de ofrecer reparaci¨®n simb¨®lica mediante s¨²bitas muestras de arrepentimiento por las cruzadas, la conducta de algunos misioneros, su silencio ante la esclavitud o la condena inquisitorial a Galileo. Daniel Goldhagen acaba de publicar un libro en el que culpa a esta Iglesia de haber alimentado el antisemitismo y de haber mirado en otra direcci¨®n mientras los nazis perpetraban el Holocausto.
Varios pa¨ªses reci¨¦n democratizados est¨¢n promoviendo medidas destinadas a la reparaci¨®n de las v¨ªctimas de las dictaduras precedentes, mientras que otros de larga tradici¨®n democr¨¢tica, como Estados Unidos y Canad¨¢, han tenido que dar satisfacci¨®n a demandas de reparaci¨®n de sus poblaciones ind¨ªgenas. En el caso de EE UU ya se ha procedido, adem¨¢s, a la indemnizaci¨®n de los japoneses-americanos internados en campos de concentraci¨®n durante la Segunda Guerra Mundial y de los negros que sobrevivieron tras ser inoculados experimentalmente con s¨ªfilis durante 20 a?os.
Ninguna joven democracia puede soslayar la reflexi¨®n sobre el pasado
No obstante, ese mismo pa¨ªs est¨¢ pendiente de un caso de mucha mayor envergadura, pues en ¨¦l est¨¢ en juego la reparaci¨®n para los descendientes de los antiguos esclavos. Dicha demanda, que hasta hace poco tiempo era s¨®lo auspiciada por grupos como la Naci¨®n del Islam, no ha hecho m¨¢s que recibir apoyos en los ¨²ltimos a?os. Por su parte, el Gobierno brit¨¢nico desestim¨® en 2002 la demanda de indemnizaci¨®n presentada por un grupo de rastafaris jamaicanos que tambi¨¦n solicitaban reparaciones econ¨®micas por la esclavitud sufrida por sus ancestros. El principal argumento que subyace a estas peticiones, que a muchos parecen extempor¨¢neas, es que se puede establecer una relaci¨®n causal entre la marginaci¨®n que hoy sufren determinadas poblaciones y la esclavitud a que ¨¦stas fueron sometidas hace tiempo.
El Gobierno alem¨¢n ha destinado m¨¢s de 60.000 millones de d¨®lares a las v¨ªctimas del Holocausto nazi. ?ste es, sin duda, el mayor esfuerzo reparador que se ha realizado hasta hoy, si bien parece que no todos los posibles receptores han obtenido iguales compensaciones. Los descendientes de las m¨¢s de 600.000 v¨ªctimas del pueblo gitano siempre se han quejado de haber recibido menos indemnizaciones.
La casu¨ªstica es infinita y la plausibilidad de las demandas var¨ªa mucho. Con todo, la puesta en marcha de la Corte Penal Internacional, la declaraci¨®n de determinados cr¨ªmenes como imprescriptibles, la movilizaci¨®n protagonizada por organismos internacionales y asociaciones nacionales para impedir la impunidad de los verdugos y rehabilitar a las v¨ªctimas, son pruebas elocuentes de este nuevo clima. Ninguna joven democracia podr¨¢ ya instaurarse sin plantearse qu¨¦ hacer con las atrocidades perpetradas por el r¨¦gimen precedente. Aunque los gobernantes decidan conceder una amnist¨ªa general, la reflexi¨®n en torno al pasado es ahora insoslayable y ninguna medida de gracia podr¨¢ garantizar ni su irrevocabilidad futura ni el silencio de las organizaciones forjadas en torno a las v¨ªctimas. De hecho, en 1993, la Comisi¨®n de Derechos Humanos de la ONU elabor¨® un estudio sobre "El derecho de restituci¨®n, indemnizaci¨®n y rehabilitaci¨®n de las v¨ªctimas de violaciones graves de los derechos humanos y las libertades fundamentales", donde se dice que las v¨ªctimas tienen el derecho a demandar reparaciones, y los pa¨ªses, la obligaci¨®n de proceder a su restituci¨®n, compensaci¨®n y rehabilitaci¨®n, as¨ª como a garantizar la no repetici¨®n de las atrocidades.
Muchos de los informes de las Comisiones de la Verdad que se han creado hasta la fecha contienen recomendaciones acerca de la necesaria reparaci¨®n, tanto econ¨®mica como moral, de las v¨ªctimas. El ¨¦xito de estas medidas, sobre todo de las de car¨¢cter pecuniario, depende de la voluntad de las autoridades, de los recursos organizativos de los demandantes, de lo saneadas que est¨¦n las arcas del Estado y del n¨²mero de v¨ªctimas a que se deba resarcir. Una combinaci¨®n de estos factores explica que la restituci¨®n haya sido mucho m¨¢s eficaz en Chile y Argentina que en Hait¨ª y El Salvador.
La iron¨ªa de las demandas de reparaci¨®n, sobre todo de las monetarias, es que recaen sobre Estados ya democratizados que se ven, sin embargo, forzados a asumir el coste de cr¨ªmenes ajenos. Con todo, cuando las v¨ªctimas se encuentran en una situaci¨®n de extrema necesidad, derivada, precisamente, de su condici¨®n de tales (asesinato del cabeza de familia, heridas incurables como consecuencia de torturas, expolio de propiedades), hay que hacer lo imposible por ofrecerles una forma de vida digna. Por otra parte, lo que resulta del todo incomprensible es que, en ocasiones, ni siquiera se adopten medidas de reparaci¨®n simb¨®lica, cuyo coste es mucho menor y que, sin embargo, pueden proporcionar gran alivio a las v¨ªctimas y contribuir a su reintegraci¨®n social.
A nadie se le escapa lo inapropiadas que pueden resultar expresiones como "reparaci¨®n" o "restituci¨®n" cuando se trata de p¨¦rdidas irreparables o de situaciones irrestituibles. Mientras que algunas asociaciones de v¨ªctimas inciden en la reparaci¨®n econ¨®mica, otras, como un peque?o grupo argentino, consideran una indecencia cobrar una pensi¨®n por sus familiares asesinados y sostienen que el Estado trata de silenciar sus demandas de justicia con dinero. No obstante, la gran mayor¨ªa de los allegados de las v¨ªctimas piensa que una compensaci¨®n econ¨®mica equivale a un reconocimiento moral y contribuye a la dignificaci¨®n oficial de las v¨ªctimas.
Resulta muy dif¨ªcil pronunciarse sobre la pertinencia de algunas de las demandas reparadoras aqu¨ª mencionadas, dado que, en ocasiones, se trata de violaciones de derechos humanos que tuvieron lugar hace m¨¢s de dos siglos. Como la historia de la humanidad est¨¢ repleta de violencia y abusos de poder, si todos los que se consideran descendientes de v¨ªctimas hist¨®ricas demandaran medidas reparadoras la cuesti¨®n podr¨ªa adquirir dimensiones grotescas. En otros casos, sin embargo, resulta m¨¢s sencillo establecer responsabilidades o entender la necesidad de ofrecer alg¨²n tipo de reparaci¨®n.
En Espa?a, por ejemplo, desde la transici¨®n se han aprobado distintas medidas que aspiran a reparar, aunque de forma tard¨ªa e imperfecta, la situaci¨®n de los mutilados, los ex combatientes, las viudas y los hu¨¦rfanos del bando republicano. Despu¨¦s llegaron algunas disposiciones destinadas a las v¨ªctimas, no ya de la guerra, sino del franquismo. En el debate parlamentario del 20-11-2002 se reconoci¨® la existencia de lagunas en t¨¦rminos de reparaci¨®n, por lo que se aprob¨® el "reconocimiento moral" de las v¨ªctimas de la contienda y de quienes sufrieron la represi¨®n franquista, y la "acci¨®n protectora econ¨®mica y social" de los exiliados y de los ni?os de la guerra. La Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica sostiene, sin embargo, que a¨²n no se han adoptado las medidas necesarias para hacer realidad lo que entonces se acord¨®.
Paloma Aguilar Fern¨¢ndez es profesora de Ciencia Pol¨ªtica en la UNED. Editora, junto con Alexandra Barahona de Brito y Carmen Gonz¨¢lez Enr¨ªquez, del libro Las pol¨ªticas hacia el pasado. Juicios, depuraciones, perd¨®n y olvido en las nuevas democracias, Istmo, Madrid, 2002.
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