El Marruecos de Al¨ª
Mientras en Espa?a se nos llena la boca con t¨¦rminos como libertad de expresi¨®n o derecho a la informaci¨®n, a unos cuantos cientos de kil¨®metros de nuestras fronteras agoniza una persona en defensa precisamente de la posibilidad de expresarse e informarse sin miedo a represalias.
El mismo partido gobernante que durante la crisis de Irak apelaba a su derecho a justificar p¨²blicamente la agresi¨®n estadounidense renuncia ahora a suscribir una declaraci¨®n institucional de apoyo a Al¨ª Lmrabet por tratarse de un "asunto interno" del reino del "hermano menor" de nuestro Monarca.
El caso de Al¨ª Lmrabet es, en fin, paradigm¨¢tico de las relaciones entre Espa?a y el vecino del sur, que no es s¨®lo el pa¨ªs al que quejarse por las pateras, del que temer a los integristas isl¨¢micos y en el que instalarse en busca de mano de obra barata.
Es tambi¨¦n el pa¨ªs de los pacifistas que se manifestaron junto a la Casa de Espa?a tras el reciente atentado, de las decenas de asociaciones feministas y proderechos humanos que a diario defienden valores considerados aqu¨ª elementales y de los periodistas que est¨¢n dispuestos a morir por ejercer sin trabas su profesi¨®n.
Pero, seg¨²n parece, los asuntos de este segundo Marruecos s¨®lo son internos.
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