Y ahora... unos minutos de publicidad
La frase es conocida: "Y ahora...", dice el presentador sonriendo a la c¨¢mara, "unos minutos de publicidad". Es una frase recurrente, pero falsa, ya que como apunta Juan Mi?ana en su libro El mono cansado (Ediciones B), la publicidad no es cosa de unos minutillos, sino que en los ¨²ltimos tiempos se ha convertido en algo que nos envuelve y nos agobia 24 horas al d¨ªa, en algo que, nos guste o no, ya forma parte de nuestra educaci¨®n sentimental. Pasemos a los ejemplos: ?Qui¨¦n no ha cantado aquel anuncio de Colacao que dec¨ªa 'Yo soy aquel negrito del ?frica tropical...'. O ?qui¨¦n no ha repetido aquello de "quien calcula, compra en Sepu"? Cada generaci¨®n, por supuesto, tiene su propia galer¨ªa de anuncios, como cada generaci¨®n tiene sus canciones y sus pel¨ªculas m¨ªticas, pero nadie se libra de la publicidad. Juan Mi?ana no ha trabajado nunca en el sector publicitario, pero hace a?os que le interesa la publicidad como consumidor pasivo. Ha hablado de ella en la prensa y en la radio y ahora se atreve a hacerlo con un libro que seg¨²n dice ha gustado al hasta ayer todopoderoso Llu¨ªs Bassat. "Me gusta conocer al enemigo", se justifica Mi?ana mientras juega con una botella de An¨ªs del Mono. "Me interesa ver c¨®mo funcionan sus resortes. He escrito el libro desde el punto de vista del consumidor perplejo, me he documentado y he aprendido algunas cosillas. Seguro que el resultado no me inmuniza contra la publicidad, pero por lo menos me ha servido para ver los trucos que utilizan los publicitarios y c¨®mo intentan condicionarnos e incitarnos al consumo". El mono cansado del t¨ªtulo es un cruce entre el mono kafkiano de Informe para una Academia, aquel que bordaba sobre el escenario Vittorio Gassman, y el mono de la famosa etiqueta de An¨ªs del Mono, aquel que sostiene un documento que proclama: "Soy el mejor. La ciencia lo dice y yo no miento". A caballo entre los dos personajes, Mi?ana ha construido un mono fatigado que medita sobre su relaci¨®n con la publicidad y que revela algunos secretos del oficio. "Escribir el libro no result¨® f¨¢cil", explica Mi?ana. "Ten¨ªa mucha documentaci¨®n fragmentada, pero hab¨ªa que articular un discurso y ponerle un tono literario. Yo me considero ante todo novelista y no he querido hacer un libro de ensayo. El personaje central es por tanto una gran parodia". Si alg¨²n d¨ªa se crea en Barcelona un Museo de la Publicidad, Mi?ana aboga por que lo presida un gran anuncio de An¨ªs del Mono, de aquellos que llevaban la firma de Ramon Casas y que dignificaban los anises salidos de la f¨¢brica badalonense de Vicen? Bosch. "Le tengo cari?o a esa publicidad", se?ala Mi?ana, como quien admite un punto d¨¦bil. "En cambio, no soporto la del toro de Osborne. En la d¨¦cada de 1970, con un grupo de amigos planeamos una acci¨®n que consist¨ªa en capar al toro de Osborne que hay en Els Brucs y en pintarlo de blanco con manchas negras, como si fuera una vaca. Al final no lo hicimos, pero pienso que era una buena idea". Mi?ana, que ha publicado novelas como La claque y La playa de Pek¨ªn, considera que El mono cansado "es en el fondo un ejercicio de pataleo". "Ya s¨¦ que ellos son un elefante y yo un insignificante mosquito", a?ade, "pero por lo menos he dejado escritas unas cuantas cosas que me apetec¨ªa decir". ?Cu¨¢l es el l¨ªmite de la publicidad que nos invade a todas horas? Para Mi?ana no lo hay, y menos cuando comprueba que el anuncio de Coca-Cola llega a todos los rincones del mundo y que a todas horas nos bombardean con mensajes publicitarios. "El libro viene a decir que no hay vida despu¨¦s de la publicidad", dice en un tono entre apocal¨ªptico y cachondo. "Ahora todo est¨¢ patrocinado, incluso los viajes del Papa. La casa Fiat ha cedido una limusina a Juan Pablo II y los salones del Vaticano se alquilan para convenciones de empresas. Algunos se han escandalizado y parece que habr¨¢ marcha atr¨¢s, pero conviene recordar que la Iglesia es la agencia de publicidad m¨¢s antigua que hay. Llevan a?os vendiendo su producto y lo han hecho muy bien. De todos modos, lo de la publicidad va cada vez m¨¢s lejos. Hay que ver c¨®mo los anuncios de tabaco y de alcohol se dirigen cada vez m¨¢s a los j¨®venes, a los nuevos consumidores. Les lanzan mensajes para que se identifiquen con el producto y, sin que se den cuenta, ya est¨¢n enganchados. No hay l¨ªmites para la publicidad. El mono de mi libro llega a so?ar una batalla en la que los combatientes llevan estandartes de marcas comerciales en vez de banderas". Pues as¨ª est¨¢n las cosas. De lo que se trata para los publicitarios es de que el p¨²blico consuma cuanto m¨¢s mejor. Lo que persiguen es que el viejo lema cartesiano de "pienso, luego existo" pase a ser algo as¨ª como "consumo, luego existo". Si no compras, si no respondes a los est¨ªmulos de la publicidad, no eres nada, eres poco m¨¢s que un ser asocial a un paso de la tumba. Por cierto, ahora que caigo, en los cementerios no hay anuncios, aunque un amigo me cont¨® una pintada de premio que vio en la tapia de un cementerio: "La tierra para el que la trabaja. Muertos fuera". Cualquier d¨ªa de ¨¦stos, a alg¨²n publicitario se le ocurrir¨¢ desalojar a los difuntos para instalar anuncios luminosos en las l¨¢pidas... Y no es descartable que en la otra vida exista tambi¨¦n la publicidad. Espiritual, quiz¨¢s, pero publicidad al fin y al cabo. Por fortuna, en esta tierra a¨²n hay libros como El mono cansado para mostrar todas las trampas y trucos de este mundo de apariencias.
En 'El mono cansado' su autor intenta ver los trucos de los publicitarios y c¨®mo tratan de condicionarnos e incitarnos al consumo
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