De cuyo nombre
"Como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni tra¨ªda por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volver¨¢ en oro pur¨ªsimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviera a raya, no dej¨¢ndola correr en torpes s¨¢tiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran". La cita es larga, pero vale la pena porque, adem¨¢s de representar una idea intemporal (lleva escrita m¨¢s de seis siglos, ?adivinan por qui¨¦n?), sintetiza a la perfecci¨®n el ideario de una de esas heroicas revistas de poes¨ªa que tratan de despertar al "ignorante vulgo" de su aborregamiento marciano. La Poes¨ªa, se?or hidalgo (ahora s¨ª lo han adivinado, ?verdad?), que acaba de sacar el n¨²mero 7, se sit¨²a por vocaci¨®n en la cima de la pir¨¢mide del gremio, en cuya base estar¨ªan, por ejemplo, la infinitud de boletines po¨¦ticos de bibliotecas y escuelas, algo m¨¢s arriba cuadernillos y fanzines con vocaci¨®n l¨ªrica y en un piso superior numerosas iniciativas de grup¨²sculos po¨¦ticos con ambici¨®n pero escasa continuidad. Para pertenecer a la ¨¦lite de la actualidad po¨¦tica (descontando las publicaciones a golpe de talonario p¨²blico), no basta con tener una s¨®lida formaci¨®n literaria e independencia financiera que permita la dedicaci¨®n absoluta, como es el caso de Juan Ram¨®n Ortega. Tambi¨¦n hay que poseer una pasi¨®n desmedida hacia la linea corta y, sobre todo, voluntad de crear un canon propio.
'La Poes¨ªa, se?or hidalgo' acoge obras de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Bukowski, Saba, Enzensberger, R¨®zewicz, entre otros
Juan Ram¨®n Ortega sac¨® el primer n¨²mero de esta revista de inspiraci¨®n cervantina hace ahora exactamente tres a?os, con una idea perfectamente clara: "Llenar los grandes vac¨ªos de la edici¨®n espa?ola del siglo XX". As¨ª, a lo largo de seis n¨²meros (cuya marca de f¨¢brica es el frontispicio con la cita de don Miguel traducida al japon¨¦s, el ingl¨¦s, el ¨¢rabe, el ruso y el lat¨ªn; el catal¨¢n, de momento, a la espera) ha radiografiado la l¨ªrica en lengua espa?ola, combinando nombres conocidos con apuestas de riesgo. Esta clara intenci¨®n de elaborar un canon adquiere mayor valor cuando uno se da cuenta de que el cat¨¢logo de La Poes¨ªa, se?or hidalgo no se apoya en la comodidad del cl¨¢sico, sino que se compone pr¨¢cticamente en exclusiva de autores vivos, lo cual multiplica las posibilidades de pifia dada la falta de refrendo popular de un g¨¦nero que no se vende.
Pero Ortega pronto se dio cuenta de que con la revista, que no desde?aba alg¨²n autor extranjero de vez en cuando, no le bastaba para satisfacer esas imperdonables lagunas editoriales, de modo que se decidi¨® a dar el salto del ruinoso negocio de editar una publicaci¨®n po¨¦tica al todav¨ªa m¨¢s ruinoso de editar libros de poes¨ªa. En un solo a?o de vida, la colecci¨®n La Poes¨ªa, se?or hidalgo ha acogido obras de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Salvador L¨®pez Becerra y Jos¨¦ Vi?als, y ha traducido al castellano otras hasta entonces in¨¦ditas de Bukowski, Hans Magnus Enzensberger, Umberto Saba y el polaco pr¨¢cticamente desconocido Tadeus R¨®zewicz. Uno de los descubrimientos de Ortega, a quien no ser¨ªa inadecuado bautizar como el Minguella de la l¨ªrica, es un raro ejemplo de poeta horaciano, el italiano Gerardo Vacana, de quien ha editado Variaciones sobre lo real. Vacana, nacido, como Vittorio de Sica y Marcello Mastroianni, en la Ciociaria, a medio camino entre Roma y N¨¢poles, renunci¨® a los fragores de la capital y un cargo en la Administraci¨®n para regresar a esa comarca agr¨ªcola donde "los viejos tienen el sue?o ligero: / velan o dormitan, / indiferentemente / de d¨ªa y de noche / como los perros y los gatos". Viejos sabios como la nonna Maria, maestra de escuela, que en el pa¨ªs de los m¨®viles y la agitaci¨®n compulsiva todav¨ªa es capaz de recitar de memoria a Leopardi, aunque sea para colarse en los poemas donde Vacana canta al sosiego y el olor a heno de su Gallinaro natal. El poeta, como en cierto modo hizo ?ngel Crespo en Calaceite, ha preferido traerse la monta?a y desde 1993 organiza los Encuentros Internacionales de Poes¨ªa de Alvito, una cita a cuyo ¨¦xito de convocatoria contribuyen no poco las sacre de la zona, unas jornadas gastron¨®micas dedicadas al producto t¨ªpico de cada localidad bajo la advocaci¨®n del santo correspondiente. En el de Gallinaro, casualmente, san Gerardo ("una perla escondida / del gran foro celeste").
Mientras prepara nuevos libros de Jos¨¦ Mar¨ªa Parre?o o del peruano Washington Delgado para despu¨¦s del verano, Juan Ram¨®n Ortega relee los versos de gente como Vicente Gallego, el poeta del basurero, o Concha Garc¨ªa, dos de los incluidos en el n¨²mero que acaba de salir. Porque ¨¦l, como Vacana, aspira a ser "el que con los requisitos que he dicho tratara y tuviese a la Poes¨ªa", cuyo nombre "ser¨¢ famoso y estimado en todas las naciones pol¨ªticas del mundo".
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