"?Mi oficio? ?Rascarle la cabeza al telespectador!"
La ¨²nica novela firmada por el periodista franc¨¦s Bernard Pivot (Ly¨®n, 1935) -una novela de juventud que pas¨® pr¨¢cticamente desapercibida y hoy es pieza de coleccionista- llevaba por t¨ªtulo L'amour en vogue; su protagonista, un modesto empleado de un parque de atracciones, ten¨ªa por misi¨®n asustar a los visitantes del t¨²nel del terror rasc¨¢ndoles la cabeza en la oscuridad. Hoy, cuando, aprovechando su paso por Barcelona para grabar un programa de la televisi¨®n auton¨®mica catalana, se le pide a Pivot que sintetice sus casi tres d¨¦cadas en la televisi¨®n p¨²blica francesa al frente de emisiones literarias como Apostrophes y Bouillon de culture, el periodista las enlaza metaf¨®ricamente con aquella tentativa literaria juvenil y recurre a ese sentido del humor amable e ingenioso que no falt¨® nunca en sus programas.
"Los libros no son sagrados, lo sagrado es la lectura", dice el creador de 'Apostrophes'
"Creo que en todo ese tiempo, entre 1973 y 2001, no hice otra cosa que rascar las cabezas de los telespectadores. No para asustarles, sino para espabilar su conciencia, despertar su materia gris, activar la circulaci¨®n de las ideas, desarrollar su imaginario y estimular su inteligencia. S¨ª, el de rascador de cabezas en la televisi¨®n es un hermoso oficio".
Un oficio al que Bernard Pivot no lleg¨® impulsado por la fuerza de la vocaci¨®n, sino por un inteligente aprovechamiento del azar. Hijo de un modesto comerciante de Ly¨®n, sin una infancia ni adolescencia especialmente lectoras, apasionado del f¨²tbol y aficionado al cine, Pivot entr¨® a trabajar en Le Figaro Litt¨¦raire tras su paso por la escuela de periodismo. "En realidad, ese primer trabajo signific¨® una frustraci¨®n... ?Yo hubiese preferido entrar en L'Equipe para escribir de f¨²tbol! Sin embargo, pronto me di cuenta de que el azar me acababa de brindar una gran oportunidad: ?ganarme la vida leyendo, hablando con escritores y escribiendo sobre ellos y sus obras! Adem¨¢s, descubr¨ª que la lectura, como todos los placeres, es acumulativa e insaciable: cuanto m¨¢s lees, m¨¢s quieres leer; cuanto m¨¢s placer obtienes leyendo, m¨¢s quieres obtener."
La segunda oportunidad que cazar al vuelo le lleg¨® a Bernard Pivot a los 37 a?os de edad, a trav¨¦s de un inesperado encargo period¨ªstico: pasarse a la televisi¨®n y conducir una emisi¨®n literaria. Sin experiencia previa ante las c¨¢maras, sin ensayos, en crudo directo, durante algo m¨¢s de una hora y en franja horaria de m¨¢xima audiencia. As¨ª comenz¨® el programa Ouvrez les guillemets y con ¨¦l una aventura profesional de referencia ineludible en la historia cultural francesa de las ¨²ltimas d¨¦cadas y en la historia del periodismo del siglo XX.
La reputaci¨®n de los programas de Pivot (con redifusiones en lugares como Quebec, Beirut o Nueva York) ha alcanzado tal dimensi¨®n que cuando el veterano periodista se encuentra con colegas extranjeros a menudo tiene la impresi¨®n de ser considerado como "una especie de Ast¨¦rix conocedor del secreto de la poci¨®n m¨¢gica de las emisiones literarias".
"?Por qu¨¦ el ¨¦xito de mis programas? No s¨¦. Tal vez porque nunca he hablado de un libro que no hubiese le¨ªdo. Y porque desde mis primeras emisiones, tuve claro cu¨¢l deb¨ªa ser mi lugar: el de un intermediario entre el p¨²blico y los autores. Siempre he partido de ese postulado: el p¨²blico no sabe nada, yo tampoco, y los escritores e intelectuales saben muchas cosas. Pero yo, que he le¨ªdo sus libros, s¨¦ lo suficiente para ser el mediador entre la ignorancia de los primeros, ¨¢vidos de aprender, y la sabidur¨ªa de los segundos, ¨¢vidos de transmitirla. Las buenas preguntas de un periodista son aquellas que dan a los lectores y espectadores la vivificante impresi¨®n de que ellos preguntar¨ªan exactamente lo mismo".
Otra de las virtudes del estilo Pivot: el tono cordial, sencillo, espont¨¢neo, antiuniversitario y popular con el que conversaba en el plat¨® con sus invitados, ya fuesen estos gigantes como Nabokov, Marguerite Yourcenar, Albert Cohen o Marguerite Duras, o autores noveles m¨¢s bien presas del p¨¢nico. "Mucha gente piensa que para hablar de libros en p¨²blico hay que engolar la voz y recurrir a un registro elevado, un registro de especialistas. Lo ¨²nico que consiguen es dar la impresi¨®n de pertenecer a una secta de iniciados y disuadir la atenci¨®n de un simple y buen lector. ?La literatura no es una cosa sagrada! ?Los libros no son sagrados! ?Cuidado con sacralizarlos
! Lo ¨²nico sagrado, en realidad, es la lectura. Lo que ocurre cuando abrimos un libro, ese proceso que pone en comunicaci¨®n nuestro mundo m¨¢s ¨ªntimo con el mundo m¨¢s ¨ªntimo de un autor alejado en el tiempo y en el espacio, eso s¨ª que es un proceso m¨¢gico y sagrado. ?Pero por qu¨¦ hablar de ello con reverencia? ?Por qu¨¦ no hablar de ello con felicidad?".
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