'Glamour' donostiarra
Lo he vivido desde cierta distancia -no soy futbolero-, pero he apreciado algo nuevo en la explosiva celebraci¨®n del subcampeonato de Liga conquistado por la Real. Si la comparo con celebraciones anteriores de mayores logros, que los viv¨ª con la misma distancia, la diferencia es notable. Para empezar, hay un cambio de colores. En aquellas ligas de la transici¨®n imperaban los colores ikurri?os, mientras que ahora dominaba lo txuri-urdin. Un cambio significativo: frente a la indiferencia racial -aquellas ligas las ganaban todos, hasta los del Atleti, los del Alav¨¦s y los del Osasuna, y las victorias iban acompa?adas de gritos inclusivos de solidaridad-, la diferencia del esp¨ªritu, o quiz¨¢ del esprit, que dicho en franc¨¦s no significa exactamente lo mismo. Pero me entender¨¢n mejor si les recuerdo que con Denoueix Donostia recuperaba su parcela de francophonie, que siempre la tuvo y con honra y gusto.
No se trata, sin embargo, de tan s¨®lo un cambio de colores, sino que se percibe tambi¨¦n un cambio de horizontes. Adi¨®s a la represi¨®n, a la tradicional discreci¨®n futbolera del seguidor realista, discreci¨®n que desaparece en cuanto el esprit recuperado manifiesta su orgullo. En la vieja ola futbolera, racial y patri¨®tica, de macheras destripaterrones, ese esprit donostiarra no hallaba lugar. Entre el colorido del terru?o, necesit¨® conquistar dos ligas ortodoxas para reivindicar su existencia, pero una vez que entr¨® en la legalidad, que pas¨® por el aro de lo futboleramente correcto, inici¨® su galopada de finesse y arrastr¨® detr¨¢s de ella al territorio guipuzcoano. Guip¨²zcoa es de d¨ªa en d¨ªa m¨¢s donostiarra: adopta sus fiestas, sus usos y costumbres, y le gustar¨ªa que La Concha fuera algo mayor para as¨ª poder disponerse todos en sus riberas y contemplarse en sus aguas. Y adopta sus colores: azul y blanco. Lo que se deriva de ah¨ª es notable: un sustancial cambio de est¨¦tica. Lo txuri-urdin se luce, da gusto lucirlo, te hace guapo. Vean, si no, esas ni?as con top txuri-urdin y ombliguito al aire, tan guapas que s¨®lo por ello estar¨ªan de partido permanente.
Pero hay m¨¢s, mucho m¨¢s, en este ba?o futbolero donostiarra que nos va a compensar de las incomodidades del galipot. La Real se midi¨® con el Real -presten atenci¨®n a los g¨¦neros- y Donostia siempre gust¨® de esos retos con la madrile?idad, a la que le gustaba mirar de igual a igual. No vean en lo que digo diferencias y sudores patri¨®ticos, sino diferencias de clase: lo chic frente al garbanzo, ni m¨¢s ni menos. Y no es tampoco anecd¨®tico que ese enfrentamiento entre realezas se haya dado cuando ambos equipos daban un salto cualitativo de estilo: al f¨²tbol-rock los unos, y al f¨²tbol-pop los otros. Desconozco si la disneyland rockera madrile?a es algo m¨¢s que una met¨¢fora, pero el popismo donostiarra es flor natural de una realidad incuestionable. Lo pudieron comprobar y disfrutar ayer los miles de aficionados, toda una juvenalia txuri-urdin -la nueva generaci¨®n est¨¢ ya aqu¨ª, ?por fin!-, que asistieron al festival de Anoeta. Todo el Donosti-sound estaba all¨ª, incluido el alcalde, que los quiso premiar en enero y no le dejaron. Y los asistentes pudieron adorar a Javi de Pedro, su sex symbol, mientras cantaba y bailaba Ma?ana acompa?ando a Mikel Erentxun: ?alguien duda de que Donostia es y de que ha decidido ya?
Jam¨¢s Perico Alonso hubiera posado como lo hac¨ªa su hijo Xabi en un balc¨®n del Ayuntamiento donostiarra. Borrada la recia antig¨¹edad, ese chico posaba con una elegancia natural, y Brian Ferry no lo hubiera hecho mejor. Todo un s¨ªntoma del cambio. En un brillante art¨ªculo, Vicente Verd¨² saludaba la llegada al Madrid de David Beckham al grito de "ha llegado la chica". El chico-chica, el excluido que defin¨ªa el terreno de la animalidad futbolera, se hace due?o del c¨¦sped y organiza el delirio. En la Real no hay nada similar, todav¨ªa. Pero en el f¨²tbol vasco reina ya quien ha sido, es y ser¨¢ la chica de Euskadi, la m¨¢s guapa: Donostia. Tras a?os de provinciana conquista, de mirar al interior para gan¨¢rselo, Donostia se desmelena y decide mirar al exterior. Es su vocaci¨®n natural, la que siempre tuvo. La explosi¨®n de estos d¨ªas mostraba que est¨¢ ya madura para el salto.
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