El Concorde y la izquierda
Recuerdo con nitidez el d¨ªa en que compareci¨® el director del Proyecto Concorde, con su equipo, en el seminario de Raymond Aron durante el curso 1965-1966, al que asist¨ªamos los pocos doctorandos que hac¨ªamos la tesis con ¨¦l. Esta promesa cuajaba pocos a?os despu¨¦s en la presentaci¨®n en sociedad, mediada la d¨¦cada de 1970, en Faranborough. Se nos anunci¨® el Concorde y lo vimos aparecer con su silueta de ave; ante un p¨²blico at¨®nito, el Concorde roz¨® la pista y levant¨® el vuelo de nuevo con una elegancia y una agilidad que rubricamos los espectadores con un aplauso difuso que se hizo brisa en las colinas de Sussex.
Al aplauso difuso sigui¨® un difuso rumor primero, que se fue confirmando con fuerza: Estados Unidos estaba decidido a que el Concorde, avi¨®n europeo, no cruzara los cielos, y decidi¨® dejar aterrizar s¨®lo un Concorde al d¨ªa en Nueva York, lo que hac¨ªa del Concorde, para las compa?¨ªas, un elemento r¨ªgido que s¨®lo podr¨ªa cruzar ciertos mares y volar cielos determinados, medida suficiente que anunciaba la muerte prematura de la mejor y m¨¢s r¨¢pida -el doble- aeronave, desaparici¨®n que se nos ha notificado hace unas semanas: el Concorde dejar¨¢ de surcar los cielos.
Uno de los secretos mejor guardados en este siglo ha sido el plan de cegarle a la izquierda cualquier cielo para volar y desarbolarla cuando ha querido tomar tierra en cualquier parte del planeta. De la manera m¨¢s brutal, m¨¢s calculada, m¨¢s poderosa. El n¨²cleo duro del dinero, el que elige a los jefes de Estado, ha decidido hacer desaparecer a todos los que no est¨¢n dispuestos a servirle. Torturar y asesinar a 30.000 personas en Argentina pensaron que les asegurar¨ªa un tiempo fuerte de respiro. 800.000 en Indonesia les ha permitido un imperio de corrupci¨®n hasta cruzar el segundo milenio. 200.000 en Guatemala. ?Cu¨¢ntos en El Salvador? En estas democracias nuestras, la derrota de la izquierda en el pensamiento no se ha dado por la victoria tras el debate, sino por el sistema simple de hacerla desaparecer por la v¨ªa de la tortura y el asesinato. La izquierda no es una flor que se haya marchitado. Simplemente se la ha arrancado de cuajo y se ha sembrado de ¨¢cido el hoyo que dejaba cada desaparici¨®n para secar de ra¨ªz cualquier rebrote.
Junto a esta planificaci¨®n para extirpar todo lo que fuera solidaridad se ha dado otro fen¨®meno de un alcance insospechado por sus consecuencias nefastas en el desarrollo de la conciencia de la humanidad, y ha sido la planificaci¨®n sistem¨¢tica que arranc¨® y se consolid¨® con fuerza en los a?os sesenta del siglo XX, para infiltrar la izquierda: infiltrar los partidos, los sindicatos, la prensa, las organizaciones religiosas y caritativas; las organizaciones de j¨®venes, de adultos. Todo.
S¨¦ de las innumerables discusiones sobre la precisi¨®n de los t¨¦rminos derecha e izquierda. El ex presidente de EE UU Bill Clinton hablaba en EL PA?S de la derecha venenosa norteamericana, y EL PA?S, tan generoso en brindar sus p¨¢ginas a las discusiones sobre la exactitud o no de estas palabras, hablaba en un editorial de que Clinton hab¨ªa tenido que hacer frente a una derecha desatada. Clinton y EL PA?S hablan de la derecha con ep¨ªteto. Yo tambi¨¦n voy a hablar de la derecha sin entra?as, tambi¨¦n con ep¨ªtetos. La derecha venenosa se ha aliado -para este exterminio de la izquierda en sus m¨²ltiples presencias- con todas las alianzas a su alcance. Con el Vaticano para tener manos libres con la teolog¨ªa de la liberaci¨®n timbrada a muerte; con la estructura eclesi¨¢stica que dio respaldo a Pinochet, a los generales argentinos, a Franco, y por supuesto a los dictadores de las aparentes democracias.
?Acaso no se ha equivocado la izquierda? Un fallo terrible de la izquierda, de toda la izquierda y en todas partes hasta el d¨ªa de hoy, es que la izquierda jam¨¢s pens¨® que la derecha venenosa fuera tan cruel, tan inhumana, tan sa?uda, tan sin entra?as, con dirigentes estudiantiles, periodistas, profesores, m¨²sicos, amas de casa, sindicalistas y no sindicalistas; escritores y poetas, cantantes, que hab¨ªan luchado s¨®lo con la pluma, la voz, el canto. La inmensa mayor¨ªa de los hombres y mujeres, muchachas y muchachos que trabajaban por una sociedad nueva, no pensaron jam¨¢s en una acci¨®n que comportara la m¨ªnima violencia. Eran gente transparente, luminosa, incapaz de herir ni da?ar a nadie. Cristianos y marxistas cayeron juntos en las zanjas, torturados y baleados, juntos cayeron desde los mismos helic¨®pteros a los tiburones, con la ¨²nica acusaci¨®n de haber querido un mundo mejor, m¨¢s justo, m¨¢s humano. A algunos de ellos los hemos conocido personalmente. Todos cayeron. Miles. Centenares de miles. Millones.
Y la derecha, ?no se ha equivocado acaso? Pero jam¨¢s se ha le¨ªdo que a quienes realizan y quienes apoyan estos genocidios contra la luz les hayan cortado los pechos a sus mujeres, ni arrancado los genitales y que les hayan echado todav¨ªa vivos para comida de los tiburones. Ni se han arrasado sus ranchos y rociado de veneno las tierras que han pisado para que nada y nadie pudiera anidar en ellas.
Es irrelevante lo que hubiera hecho o no la izquierda. La derecha venenosa la hubiera masacrado siempre porque lo que no tolera esta derecha que est¨¢ por el dinero y la diferencia, y que posee el dinero y la diferencia, es que existan humanos que est¨¦n por la solidaridad, la conciencia y la bondad. Todos los testimonios nos explican la obsesi¨®n de los verdugos en quebrar los rostros luminosos de sus v¨ªctimas, quebrarlos como personas. No ced¨ªan con la picana. Les sacaban los ojos. Les sacaban todo para verlos babear, perderse, y todav¨ªa vivos los lanzaban a los tiburones, y si no pod¨ªan lanzarlos a los tiburones, destrozaban sus cad¨¢veres y los enterraban. Esto y no otra cosa es lo que le ha pasado a la izquierda.
Los terroristas -no me refiero a los terroristas de Estado, sino a los terroristas suicidas- no son obligadamente gente de izquierda, son gente desesperada hasta el l¨ªmite de sacrificar sus propias vidas porque han sufrido todo y no esperan nada, han visto destruir sus pueblos y abatir ¨¤ sus seres queridos, e inmolan sus vidas por los que han sobrevivido a la injusticia y el asalto. Todo -la desnutrici¨®n y la pobreza, el terror, el saqueo, la tortura y su inseparable violencia que es el campo abonado donde brota el terrorismo-, todo ello es justamente lo que quer¨ªa conjurar e impedir esta izquierda masacrada en la que anidaba la esperanza a la que se han cegado todos los cielos para volar.
Xavier Adroer es soci¨®logo.
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