Los Rolling reviven su leyenda ante 55.000 espectadores en Madrid
La legendaria banda brit¨¢nica consuma en Madrid una gloriosa segunda jornada de su gira espa?ola
"Los Stones son la ¨²nica parte de mi vida que a¨²n lleva el pelo largo". La frase es de Quin, alop¨¦cico abogado vallisoletano que frisa la cincuentena y que sostiene un humeante canuto en una mano y una cerveza en la otra. Hoy ha cambiado toga y manual de jurisprudencia por una lengua bien reconocible por todo el mundo, que luce impresa en una camiseta lleno de orgullo. Eso s¨ª, es la primitiva lengua de Mick Jagger, aquella que Andy Warhol quiso convertir con su arte en marca registrada y que precede a la leyenda donde quiera que pasea sus cuatro d¨¦cadas de excelente rock and roll.
Quin forma parte de una cola de m¨¢s de un kil¨®metro, la de las "entradas de general" que lleva formada cerca de una hora antes de que las puertas del estadio Vicente Calder¨®n se abran. Todas las localidades est¨¢n vendidas, as¨ª que se calcula que 55.000 personas van a abarrotar el santuario rojiblanco para recibir los "40 lametazos", a uno por a?o, con los que Jagger y Richards celebran toda una vida de dedicaci¨®n a este arte de adolescentes. En esta ocasi¨®n el aspecto de los participantes en esta controlada org¨ªa de emociones musicales es menos rockero quiz¨¢ que en anteriores visitas de la banda a Madrid. Hay mucho look Los Serrano, que no Los Soprano. Se dir¨ªa que hay, generalizando, muchas menos ansias de expandirse y menos hambre de libertad y, a cambio, muchas m¨¢s ganas de pasar simplemente un buen rato. Pero lo cierto es que entre los asistentes, una inmensa mayor¨ªa de ellos o bien se han pasado la tarde buscando en el ba¨²l de los recuerdos una camiseta de anteriores giras del grupo o bien se han dejado m¨¢s de 20 euros en una de las nuevas que se venden en la infinidad de puestos de mercadotecnia de dentro y fuera del estadio. Hablando de mercadotecnia, la habilidad de hacer negocio vendiendo todo tipo de mercader¨ªas sigue manteniendo un nivel cuando se trata de los Rolling Stones. Por 10 euros uno se puede llevar una bonita almohada conmemorativa, de color rojo y tambi¨¦n con la citada lengua como dise?o b¨¢sico. O el cl¨¢sico pin a tres euros.
Se dir¨ªa que hay muchas ganas de pasar simplemente un buen rato
Ya dentro del campo, Maite, Jos¨¦, Charli y Ana, un grupo de j¨®venes de Entrev¨ªas, tratan de ir metiendo el codo hasta hacerse con un privilegiado sitio al lado del peque?o escenario situado en el centro del campo y unido al escenario grande con una larga pasarela. En esta peque?a y c¨¦ntrica tarima se subir¨¢n en un momento del concierto Jagger, Richards, Watts y Wood para interpretar un par de temas y hacer creer a sus seguidores que casi se les puede tocar (a la hora de cerrar esta edici¨®n el grupo a¨²n no hab¨ªa comenzado su actuaci¨®n). Una vez cumplido su objetivo, el grupo de Entrev¨ªas comienza a jugar a lo que juega casi todo el estadio, ese anuncio de televisi¨®n en el que gente de diversas generaciones confunde las diferentes visitas de los Stones a Madrid. "?La de las mu?ecas hinchables, no fue la de la lluvia?". Justo al lado, Ram¨®n y Ramiro, dos sorianos que se han plantado en la capital apenas en tres horas a golpe de volante, aseguran que se saben las canciones que el grupo va a tocar: "Seguro que tocan ¨¦sta, ¨¦sta y ¨¦sta...". El otro a?ade otras tantas y al final les salen a los dos casi 40 en la cuenta com¨²n. Pero no tendr¨¢n tanta suerte porque el repertorio del concierto del grupo en Bilbao s¨®lo contiene 19 temas.
Mientras el sol va bajando y comienza a contrastar con la luz de la tarde la estructura met¨¢lica que servir¨¢ de gran escenario a la banda, el portero del Atl¨¦tico de Madrid Germ¨¢n Mono Burgos mira en esa direcci¨®n con cierta envidia. En la zona vip el rockero madrile?o Jaime Urrutia se bebe una cerveza, codo con codo con el productor Alejo Stivel. A eso de las ocho y media, con mucha gente a¨²n por entrar en el estadio, el ¨¢rea del c¨¦sped ya est¨¢ suficientemente llena de espectadores que gritan de j¨²bilo cuando ven aperecer sobre las tablas a los teloneros, The Pretenders, con una Chryssie Hynde ataviada con vaqueros y camisa roja al frente. A la veterana int¨¦rprete y compositora le sienta la madurez estupendamente. Su apacible manera de entregarse a un repertorio bien conocido por el gran p¨²blico hace que ¨¦ste entre inmediatamente en el juego que se le plantea desde el primer acorde. Message of love, Don't get me wrong, Back on the chain again y Middle of the road son algunos de los temas interpretados hasta completar los 45 minutos de rigor. Lo justo para dejar al respetable con ganas y propiciar que un esforzado equipo t¨¦cnico de 265 personas se ponga manos a la obra para dejar el escenario listo para la actuaci¨®n de Sus Majestades. Por fin. Con la noche bien cerrada y los corazones listos, una serie de explosiones y humo preceden la aparici¨®n en escena de Mick Jagger corriendo de lado a lado del escenario, Keith Richards empu?ando la guitarra junto a su socio Ronnie Wood y todos ellos bajo la atenta vigilancia del bater¨ªa Charlie Watts. Quin mueve una imaginaria melena al ritmo de la m¨²sica. ?l y muchos otros que a esa hora se empecinan en no tener canas en el alma.
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