Los ni?os soldados de Congo
Las milicias congole?as secuestran a miles de peque?os en aldeas del pa¨ªs para enviarlos al combate
Son ni?os y son soldados. En la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo (RDC) se les llama kadogos. Van armados con Kal¨¢shnikov, exhiben munici¨®n abundante al cinto, fuman bangui (marihuana) y se embriagan con kasese (aguardiente). Algunos llevan al cuello un rosario a modo de amuleto y exhiben las u?as esmaltadas de rojo o rosa. "Es el prestigio", asegura Shimba, comandante hema de 19 a?os, de la Uni¨®n Patri¨®tica Congole?a (UPC). Muchos de esos ni?os fueron capturados en sus aldeas, otros se alistaron al servicio de los se?ores de la guerra para ganarse una vida mejor. "Nadie pasa hambre con un fusil en la mano", afirma Herv¨¦ Cheuzeville, un corso experto en desmovilizaci¨®n de ni?os soldado.
"Todos est¨¢n implicados, tanto las guerrillas como los Gobiernos de la zona"
La UPC y los lendu del Frente de la Uni¨®n del Pueblo de Ituri (FRPI), as¨ª como las otras guerrillas que operan en la zona oriental del pa¨ªs, utilizan a miles de kadogos que entrenan durante unos d¨ªas y env¨ªan al combate a morir. Aunque se trata de un crimen de lesa humanidad, nadie ha sido procesado por la Corte Penal Internacional.
"Todos est¨¢n implicados, las guerrillas y los gobiernos [Uganda, Ruanda y RDC]. A veces, una milicia acepta entregar 100 ni?os para simular que coopera y cobrar ayudas, pero al mismo tiempo secuestra a otros 100 en un lugar diferente", afirma Cheuzeville, que particip¨® en dos programas para desmovilizaci¨®n de kadogos. "Ambos fueron un fracaso; la mayor¨ªa volvi¨® a ser reclutada. Es imposible sacarlos de la milicia si no hay paz y un seguimiento de su reinserci¨®n. El obst¨¢culo es lo que ellos llaman rito de iniciaci¨®n: les obligan a matar y a violar en sus propias aldeas. Se trata de un punto de no retorno, un sistema de cortar las ra¨ªces con el pasado".
Dele est¨¢ al sur de la ciudad de Bunia. Es territorio comanche: viviendas fantasmales y calles silenciosas y desiertas; la gente huy¨® tras la incursi¨®n lendu del 6 de mayo. A la derecha de esa carretera se encontraba hasta el mi¨¦rcoles lo que la UPC llam¨® cuartel general avanzado. La mayor¨ªa eran kadogos. Su jefe portaba un medall¨®n colgado de lo que debi¨® de ser una cadena de retrete. "Soy el comandante Bill Clinton", exclam¨® entre la algarab¨ªa de su tropa, una turbamulta inquietante y peligrosa bajo los efectos de la droga. Una casa agujereada a tiros y que apestaba a or¨ªn les serv¨ªa de hogar hasta que los expuls¨® de ah¨ª la Fuerza de Despliegue R¨¢pido (FDR) de la UE.
Patrick era el encargado de montar guardia sentado sobre un taburete. Dec¨ªa tener 20 a?os, pero no pasa de los 14. "Llevo en el Ej¨¦rcito cuatro a?os. Los lendu asesinaron a toda mi familia. He estado en combate y he matado. Cuando mato no siento nada, s¨®lo disparo". Dentro de la casa, Solage, de 13 a?os, preparaba la comida con un Kal¨¢shnikov entre las piernas. Ten¨ªa mirada triste. "Antes viv¨ªa con mis padres. No voy al colegio desde hace un a?o. Ellos lo entienden porque saben que soy una soldado".
En agosto de 2000, el Ej¨¦rcito ugand¨¦s, que ocupaba Ituri, se llev¨® en una operaci¨®n secreta a 700 milicianos congole?os a Kyankwanzi, su escuela militar de ¨¦lite. De ellos, 165 eran menores de 18 a?os. El m¨¢s joven ten¨ªa nueve. Esa tropa fue maltratada por sus instructores, que les hac¨ªan beber la misma agua que las vacas. Las dos ni?as de ese grupo fueron violadas por sus compa?eros. Unicef denunci¨® en diciembre los hechos al presidente de Uganda, Ioweri Museveni, que neg¨® que fueran ciertos. Despu¨¦s les permiti¨® llev¨¢rselos. Era febrero de 2001.
De esos 700 milicianos arrancados del este de Congo, Uganda form¨® a 50 como oficiales. Uno de ellos es Floribert Kisembo, actual jefe militar de la UPC, una guerrilla que declara 14.000 miembros en armas; la mitad kadogos. El l¨ªder de la UPC, Thomas Lubanga, que sostiene no temer a un tribunal internacional, pidi¨® por Radio Candip en enero de 2003 que cada familia hema entregara un ni?o para la milicia.
Cheuzeville, entonces asesor contratado de la organizaci¨®n dedicada a la protecci¨®n de la infancia, convivi¨® con los 165 de Kyankwanzi en un campamento de tr¨¢nsito en Uganda. "No pod¨ªamos enviarlos de regreso a Congo porque hab¨ªa guerra y era un riesgo. Buscamos a las familias y les informamos de que estaban vivos. Cuatro meses despu¨¦s pudimos repatriarlos a Bunia. Unicef mont¨® una gran operaci¨®n de marketing. Trajeron incluso a un fot¨®grafo profesional desde Noruega. Hab¨ªa que retratar el ¨¦xito. Se gastaron m¨¢s dinero en publicidad que en el programa. No pas¨® mucho tiempo y empec¨¦ a tener noticias de que algunos hab¨ªan sido reclutados otra vez. Avis¨¦ a Unicef, pero no hicieron nada. Muchos de esos chicos han muerto en los combates".
En una estancia en penumbra en la vivienda de Dele, donde cocina Solage, una decena de milicianos de la UPC sestean sobre un sof¨¢ destripado y fuman bangui y beben kasese. Un aparato escupe m¨²sica africana. Es Radio Okapi, emisora de la Misi¨®n de Naciones Unidas para Congo (Monuc). Un joven baila con la cabeza de un ciervo disecado entre los brazos, otro manosea los pechos de su novia. El comandante Bill Clinton imparte ¨®rdenes d¨¢ndose categor¨ªa. Jean Claude viste un mono impoluto de mec¨¢nico debajo de una gastada zamarra verde oliva. Tiene 18 a?os. "Cuando llegue la paz, volver¨¦ al trabajo".
El segundo programa de desmovilizaci¨®n de kadogos empez¨® en abril del a?o 2002 en la ciudad de Goma, en la provincia congolesa de Kivu Norte. All¨ª manda la guerrilla Uni¨®n para la Democracia de Congo (RDC-G), dominada desde Ruanda. En esa ciudad es frecuente el secuestro de ni?os en la calle. A veces, acuden a una escuela y se llevan a todos.
"Nos dieron a 104 ni?os que resultaron ser interhamwes [milicia hutu responsable del genocidio ruand¨¦s de 1994]. Hab¨ªan sido reeducados por Kigali. Trabajamos con los 104, pero tampoco tuvimos ¨¦xito, la mayor¨ªa regres¨® a la facci¨®n del RDC-Goma", afirma Cheuzeville. El ¨²nico programa que funciona en el pa¨ªs lo dirige la ONG congolesa Let Protect the Children. Desde 2001 han logrado reinsertar, con apoyo econ¨®mico de la Mocuc, a m¨¢s de 350 en sus centros de Beni y Butembo.
Los cines de Bunia, salas destartaladas de v¨ªdeo para una treintena de curiosos apretujados ante un televisor, se inundan de kadogos en libranza. Nicole es alta, tiene 19 a?os y es desde hace dos guardaespaldas del general Kisembo. "?Ha muerto Bruce Lee?", pregunta incr¨¦dula ante la noticia dada por un periodista. "?Rambo y Chuck Norris est¨¢n vivos?". Recita los nombres de los actores m¨¢s c¨¦lebres y recuerda los argumentos de las pel¨ªculas m¨¢s violentas ayud¨¢ndose del pu?o. ?Has visto Titanic? Nicole escudri?a sorprendida los ojos del interlocutor, pues no sabe de qu¨¦ habla. Tras dar una larga calada al cigarrillo prestado, pregunta: "?Est¨¢s seguro de que Bruce Lee ha muerto?".
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