El castillo
El Sistema es un castillo pr¨¢cticamente inexpugnable, en cuyo interior habita a sus anchas la derecha de toda la vida. La muralla de esta fortaleza es muy alta; tiene barbacanas con artiller¨ªa en las almenas y est¨¢ rodeada por un foso lleno de cocodrilos, de los cuales algunos son, incluso, abogados del Estado sin haber salido nunca del agua estancada. La derecha se alimenta del Sistema por propia naturaleza y esta nutrici¨®n le llega hasta el alma despu¨¦s de hacer un alto en los genitales. La derecha lo tiene todo puesto a su nombre: el Papa y la bomba at¨®mica, la Bolsa de Nueva York y los misiles del Pent¨¢gono, el Derecho y la Justicia, el dinero y las finanzas, la patria, las fincas y sus notarios, las escrituras de propiedad en el caj¨®n de la c¨®moda y la polic¨ªa con todos los perros amaestrados, las c¨¢rceles para los ladrones y los pasteles al final de misa, el suelo para edificar y debajo el infierno para castigar y un poco m¨¢s arriba de los rascacielos el trono del Padre Celestial. La derecha no necesita para nada la ideolog¨ªa. Est¨¢ unida s¨®lo por los intereses, que algunos fil¨®sofos confunden con los valores. En cualquier caso la corrupci¨®n se llama simplemente negocio redondo. Entre distintas familias de la derecha muchas veces se arrancan una pierna con una dentellada de tibur¨®n, pero tan pronto sus intereses comunes peligran, tardan media ma?ana en cerrarse como un puercoesp¨ªn, cuyas p¨²as son distintas seg¨²n los casos: si las artima?as legales de la democracia no les bastan, siempre tienen a alguien dispuesto a sacar los tanques. La misi¨®n hist¨®rica de la izquierda consiste en asaltar este basti¨®n del Sistema. Antes de comenzar a escalarlo los comunistas, socialistas y socialdem¨®cratas pueden pelearse a muerte por una sola palabra. Tambi¨¦n la estrategia los divide: unos pretenden romper la muralla por las malas, otros quieren tom¨¢rselo con calma, otros tratan de pactar concesiones con el adversario. Despu¨¦s de infinitas discusiones la izquierda comienza a trepar por el lienzo del castillo y al verla subir, algunos especialistas de la derecha ya no les lanzan aceite hirviendo desde la barbacana, sino muchas canastas llenas de billetes atadas a una cuerda como el sedal en la pesca al volant¨ªn. Cuando en plena ascensi¨®n alguien renombrado de la izquierda pica, tiran del sedal y lo elevan hasta la almena, trincado por las agallas y con la boca abierta. Era uno que tal vez so?¨® un d¨ªa en cambiar el mundo. Y entonces dentro del Sistema se celebra una gran fiesta.
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