Homologaci¨®n
Durante muchos a?os la ilusi¨®n por la partitocracia que hab¨ªa de venir hac¨ªa que aceptase como suficientes las divulgaciones de Maurice Duverger y de otros polit¨®logos. Adem¨¢s, el hecho de que mi experiencia partidaria se limitase a una ef¨ªmera y poco relevante presencia en el PNPV a primeros de los ochenta, y a una implicaci¨®n entusiasta pero breve en el PRD, que los abruptos resultados de las generales del 86 se encargaron de enfriar (el PNPV fue una ilusi¨®n para cr¨¦dulos; el PRD, una espectacular reuni¨®n de elites en un proyecto donde el genio pol¨ªtico de Roca Junyent se vino al suelo), arrojaba mi distanciamiento y una no menos inc¨®moda posici¨®n ante la escasa calidad de la vida interna de los partidos democr¨¢ticos.
Habiendo salido del ¨¢mbito de la ingenuidad de la mano del ya cl¨¢sico texto de Angelo Panebianco sobre los partidos pol¨ªticos y del seguimiento de las crisis sucesivas de buena parte de los partidos actuantes en el panorama espa?ol y valenciano, detecto que se est¨¢ produciendo cierta homologaci¨®n en lo que parec¨ªan modelos diferenciados de partidos de izquierda o de derecha. En general, los partidos de izquierda de los primeros a?os de democracia manten¨ªan tics del pasado clandestino de sus dirigentes m¨¢s avezados, que daban lugar a redes de lealtades ideol¨®gicas o personales debidamente tamizadas por el ejercicio del poder en la nueva situaci¨®n democr¨¢tica; mientras que en los de derecha, se impon¨ªan los clanes con poder fuera del partido que encargaban a l¨ªderes con mucha autoridad y poder dentro de la organizaci¨®n la defensa de sus intereses.
El dilatado per¨ªodo de poder socialista, primero, la aparici¨®n de competidores capaces de obligar al pacto de gobierno o a la coalici¨®n a los grandes partidos, despu¨¦s, el creciente pluralismo de la vida municipal (muy destacado en Catalu?a, Euskadi, Galicia, Navarra, Arag¨®n, Canarias, Baleares, Comunitat Valenciana, Andaluc¨ªa...) y la incertidumbre de los intereses de los grupos econ¨®micos o de inter¨¦s ante el mosaico de soluciones pol¨ªticas que se presentan en una buena parte de las arenas de competici¨®n habr¨ªan operado en el sentido de homologar a los partidos. As¨ª, en los partidos de izquierda habr¨ªan irrumpido con fuerza los intereses paralelos y externos a los de la estricta organizaci¨®n mientras que en los de derecha se habr¨ªan hecho fuertes los clanes org¨¢nicos procedentes de lealtades forjadas mediante el reparto de cargos y beneficios derivados de la administraci¨®n de las victorias electorales. Adem¨¢s, la convicci¨®n de que el sistema de partidos realmente existente (en los ¨¢mbitos estatal, auton¨®mico y municipal) parece gozar de plena salud, tiene visos de petrificaci¨®n (sean mayor¨ªas plurales de izquierda o de derecha, mayor¨ªas plurales de m¨¢s de dos partidos, mayor¨ªas plurales contra pron¨®stico o mayor¨ªas absolutas hasta cierto punto inamovibles) y est¨¢ lejos de verse amenazado por nuevas fuerzas capaces de desbaratar sus opciones de poder, lleva a los actores exteriores, a los grupos de inter¨¦s, a los consorcios econ¨®micos a considerar a los partidos (a todos los que tienen chance) como hipot¨¦ticos socios o previsibles clientes y, por consiguiente, a establecer relaciones con ellos del mismo tipo que las que mantienen entre socios y/o competidores. En cierto modo, esta homologaci¨®n entre partidos de diferente progenie explicar¨ªa buena parte de los recientes espect¨¢culos registrados en la configuraci¨®n de muchos gobiernos municipales en la geograf¨ªa espa?ola y valenciana.
Vicent.Franch@eresmas.net
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