?Qu¨¦ religi¨®n, qu¨¦ ense?anza?
Como era de esperar, ha saltado el asunto de la religi¨®n en la ense?anza y, como tambi¨¦n era de esperar, de la peor manera: la del ordeno y mando desde un Gobierno del PP cuyo presidente quiere dejar bien grabado su paso por el Gobierno de la naci¨®n. No es porque s¨ª que el presidente Aznar tiende a dejar atada y bien atada su concepci¨®n de la cultura y de la educaci¨®n, sobre todo en el momento hist¨®rico en que se pone en marcha la larga estructura de una Constituci¨®n Europea, que al se?or Aznar le gusta muy poco, por no decir que no le gusta en absoluto. Y as¨ª, en el mismo instante en que dicha Constituci¨®n se?ala que todas las religiones son libres, el se?or Aznar, su ministra Pilar del Castillo y dem¨¢s colegas aprietan intensamente para colocar su religi¨®n, la cat¨®lica, al frente de la ense?anza p¨²blica mediante un acuerdo sustancial con la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y con reverencias incluidas ante el cardenal Rouco.
El asunto es muy claro, muy sencillo o muy duro, seg¨²n se mire. El t¨¦rminos generales, basta leer el art¨ªculo 10 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Uni¨®n Europea, integrada ya en la Constituci¨®n de Europa, que lleva por t¨ªtulo "Libertad de pensamiento, de conciencia y de religi¨®n" y dice lo siguiente: "1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religi¨®n. Este derecho implica la libertad de cambiar de religi¨®n o de convicciones, as¨ª como la libertad de manifestar su religi¨®n o sus convicciones individual o colectivamente, en p¨²blico o en privado, a trav¨¦s del culto, la ense?anza, las pr¨¢cticas y la observancia de los ritos. 2. Se reconoce el derecho a la objeci¨®n de conciencia de acuerdo con las leyes nacionales que regulen su ejercicio".
Es decir: todas las personas tienen la libertad de aceptar una religi¨®n o de no aceptar ninguna. A la vez, todas las personas que escojan una religi¨®n tienen la libertad de cambiarla por otra, de manifestar su concepci¨®n de ambas y de seguir unos ritos u otros. Naturalmente, esto significa la plena libertad de entrar, salir, cambiar o crear el espacio de toda estructura religiosa, todo lo cual es perfectamente claro.
Pero en nuestro caso estamos ante un Gobierno que hace de una religi¨®n, la cat¨®lica, un elemento fundamental de su propia entidad, que mezcla su espacio pol¨ªtico con el espacio de dicha religi¨®n, que introduce en su pol¨ªtica general el elemento de la confesionalidad a ultranza y que, por consiguiente, incluye en un mismo espacio la direcci¨®n pol¨ªtica y la direcci¨®n eclesi¨¢stica del pa¨ªs. Y esto ya es mucho m¨¢s serio.
Como es bien sabido, las mezclas pol¨ªtico-religiosas han sido elementos claves de avance y de confrontaci¨®n a lo largo de los siglos y no se empezaron a separar y a tener sus espacios propios hasta los ¨²ltimos siglos. Pero en algunos pa¨ªses, como el nuestro, no se ha hablado de siglos porque los hemos tenido encima hasta el ¨²ltimo instante en un mar de complicaciones nefastas hasta el tremendo conflicto de unas contra otras en la guerra civil y la espantosa dictadura del franquismo.
El cambio surgi¨® en forma de acuerdo y de cohesi¨®n entre unos y otros tras la muerte de Franco y la puesta en marcha de una Constituci¨®n democr¨¢tica. Pero ya en el debate de la propia Constituci¨®n surgieron algunos elementos que miraban m¨¢s hacia el pasado que hacia el futuro y que se acabaron imponiendo en algunos de los largos debates del texto constituyente. Baste recordar el art¨ªculo 16 de la Constituci¨®n para comprender el asunto.
Dicho art¨ªculo avanza enormemente en sus dos primeros apartados y en una gran parte del tercero, pero se encalla seriamente en las ¨²ltimas letras. El apartado 1 garantiza la libertad ideol¨®gica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades, sin m¨¢s limitaciones que el mantenimiento del orden p¨²blico. El apartado 2 dice de manera contundente que nadie podr¨¢ ser obligado a declarar sobre su ideolog¨ªa, religi¨®n o creencias. Y el apartado 3 declara de manera rotunda que ninguna confesi¨®n tendr¨¢ car¨¢cter estatal, que es una forma de acabar con la tremenda historia de la vinculaci¨®n del Estado con la Iglesia bajo el franquismo. Inmediatamente despu¨¦s el texto se?ala que los poderes p¨²blicos tendr¨¢n en cuenta las creencias religiosas de la sociedad espa?ola, pero en la ¨²ltima l¨ªnea se introduce algo que la mayor¨ªa de los ponentes constitucionales no hab¨ªamos aceptado, a saber, que los poderes p¨²blicos "... mantendr¨¢n las consiguientes relaciones de cooperaci¨®n con la Iglesia cat¨®lica y las dem¨¢s confesiones".
Esta referencia innecesaria a la Iglesia cat¨®lica fue impuesta y aprobada por un importante sector de la UCD y de los dem¨¢s grupos de la derecha mientras el Gobierno de Su¨¢rez negociaba con el Vaticano. Fue, a mi entender, un tremendo paso hacia atr¨¢s, porque citaba a una estructura religiosa tan potente como elemento de una Constituci¨®n que, en el resto de sus art¨ªculos, intentaba precisamente no mezclar el pasado franquista con la nueva estructura pol¨ªtica del pa¨ªs. El resultado lo tenemos ahora, como era de esperar: la genuflexi¨®n del presidente Aznar ante el cardenal Rouco y el entusiasmo del cardenal frente a las promesas del presidente. Es, m¨¢s o menos, como est¨¢bamos antes de poner finalmente en marcha la Constituci¨®n y de ver que ¨¦sta renqueaba precisamente en ese punto.
Estamos, pues, ante un mal asunto. Yo formo parte de una juventud que se separ¨® de la Iglesia muy tempranamente porque a trav¨¦s suyo no toc¨¢bamos la libertad, sino el franquismo. Cierto que conoc¨ª espacios cristianos que lo combatieron seriamente y con los cuales sab¨ªamos lo que nos jug¨¢bamos y lo que nos pod¨ªa tocar en el conflicto, como muy pronto vimos directamente. Y, en general, hicimos cuanto pudimos para salir del enorme agujero en que nos hab¨ªa metido el franquismo, como le pas¨® a tanta gente. Por esto me indigna ver que un Gobierno salido en buena parte de ra¨ªces de aquel pasado tan brutal, con un presidente que lanzaba y sigue lanzando exabruptos contra los que miraban hacia adelante y les llamaba a seguir mirando hacia atr¨¢s y con una Iglesia que aprovecha el momento para recuperar los oros y las platas, aparezca en el horizonte para decirnos que de horizontes s¨®lo hay uno, el suyo. Vamos a tener que demostrarles que hay otros, los nuestros, que se bastan a s¨ª mismos y no chalanean sobre los mercaderes del pasado.
Jordi Sol¨¦ Tura es senador socialista de la Entesa Catalana de Progr¨¦s.
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