De Madrid al suelo
M¨¢s all¨¢ de los melifluos cantos a la miseria de la pol¨ªtica a los que son tan dados algunos intelectuales cuando se pilla a la izquierda en falta, las encuestas -la ¨²ltima, el puls¨®metro del Instituto Opina para la SER- confirman lo que dice el sentido com¨²n: que la gente tiene pocas dudas sobre que ha sido el poderoso caballero don dinero el que ha movido las voluntades de Tamayo y S¨¢ez, que ha habido una trama inmobiliaria que se ha movilizado para que la izquierda no gobierne en Madrid, que el PP no es del todo ajeno a este l¨ªo y que el PSOE se equivoca dejando pasar el tiempo sin depurar responsabilidades, con lo cual la credibilidad de Rodr¨ªguez Zapatero est¨¢ cada vez m¨¢s afectada.
Dicho de otro modo: el PSOE, que es el que tiene el problema en casa, est¨¢ reaccionando lento y mal. Si siguen pasando los d¨ªas sin que las acusaciones a la derecha se acaben de sustanciar, el desgaste crecer¨¢ en forma directamente proporcional al retraso en hacer limpieza. Si el PP sigue parapetado detr¨¢s de las maniobras del fiscal general del Estado para impedir un esclarecimiento judicial de los hechos, ver¨¢ afectada tambi¨¦n su credibilidad, porque es dif¨ªcil imaginar, si hubo trama -como la gente cree- y la trama era para decantar las cosas en cierta direcci¨®n, que no tuviera algunas terminales en casa de los beneficiarios. La suma de la impotencia de la direcci¨®n del PSOE -incapaz tanto de asumir responsabilidades como de demostrar de forma convincente la entidad de la trama- y la impudicia del PP -capaz de utilizar todos los recursos de que el Gobierno dispone para que no se aclare nada- dan como resultado que la desconfianza de los ciudadanos respecto de los poderes p¨²blicos siga creciendo.
Los tipos habituales de relaci¨®n de la ciudadan¨ªa con la pol¨ªtica son tres: la adhesi¨®n, la cr¨ªtica y el rechazo. La adhesi¨®n tiene que ver con la creencia ideol¨®gica, que sigue siendo -seg¨²n confirman las encuestas- el principal motivo del voto de los ciudadanos. El creyente es el que se siente comprometido ideol¨®gicamente con una propuesta. Su comportamiento se mueve entre la adhesi¨®n prudente y la adhesi¨®n inquebrantable. A menudo, cuando las cosas se tensan, su comportamiento se parece al del hincha del f¨²tbol: ve todos los penaltis en el ¨¢rea contraria, ninguno en el ¨¢rea propia. En el campo del socialismo hay mucho creyente quemado porque su fe le hizo negar mil y una veces lo que despu¨¦s result¨® evidente (el GAL y la corrupci¨®n de los noventa). Y algunos todav¨ªa no han querido reconocerlo. Los creyentes del PP emergieron con fuerza en las ¨²ltimas elecciones cuando un Aznar muy derechizado les convoc¨® a la cruzada contra el radicalismo. El creyente suele votar siempre lo mismo y cuando cambia es como una crisis de fe: cambia para toda la vida. El sistema bipartidista simplifica su trabajo.
La actitud cr¨ªtica da la figura del esc¨¦ptico que contempla con distancia las cosas que acontecen. Sus posiciones ideol¨®gicas son siempre susceptibles de ser cuestionadas. Sus opciones son de moral provisional. Compromisos concretos para situaciones concretas. Es condescendiente con la debilidad humana, que sabe que es una de las cosas mejor repartidas del mundo, a la vez que exigente con su reparaci¨®n. Y ante los problemas extiende su demanda a todas las partes implicadas. Se lo pensar¨¢ mucho en poner la mano en el fuego por alg¨²n partido o dirigente. Acostumbra a moverse entre diversas opciones de voto, cosa que en Espa?a es f¨¢cil en algunos lugares, como Catalu?a, por la variedad de oferta, pero m¨¢s dif¨ªcil en otros sitios. Lo suyo no es el desencanto porque nunca estuvo encantado ni espera de la pol¨ªtica m¨¢s de lo razonable. Eso s¨ª, nunca renuncia a la posibilidad de cambiar el mundo.
El frente de rechazo es muy amplio. Sus distintas componentes son a menudo contradictorias, lo que no impide que en algunos momentos coincidan. As¨ª, existe el rechazo populista, basado en la demagogia de que todos son iguales y todos roban lo mismo; el rechazo utopista, del que se sit¨²a fuera del sistema porque le parece irreformable y hay que reconstruir de nuevo, y el rechazo por marginaci¨®n, del que se autoexcluye o es excluido del espacio de lo pol¨ªticamente correcto, que define el territorio de la pol¨ªtica institucional en cada sociedad.
La buena vida democr¨¢tica necesita una dosificaci¨®n equilibrada de estos tres modelos de comportamiento. El problema de la situaci¨®n espa?ola -y de su baja calidad democr¨¢tica- es que el frente del rechazo crece, y adem¨¢s crece por el lado de la desidia, del desd¨¦n y del populismo. Crisis como la de la Comunidad de Madrid contribuyen poderosamente a ello. Y en este caso castiga especialmente al voto joven. Entre las nuevos electores incorporados este a?o al censo hubo una significativa apuesta por Simancas. Costar¨¢ convencerles de que vuelvan a votar.
Muchos se preguntan qu¨¦ repercusiones puede tener en Catalu?a la crisis de la Comunidad de Madrid. Hay que extremar la prudencia, porque Catalu?a tiende a jugar contracorriente respecto a Madrid, como se demostr¨®, por ejemplo, en las generales de 1996, las de la primera victoria del PP. La sensaci¨®n de falta de autoridad y de desorden en el PSOE que el PP trata de explotar en Espa?a ?tendr¨¢ r¨¦ditos en Catalu?a? Tengo la impresi¨®n de que el PSC necesita, como el resto del socialismo hisp¨¢nico, que Rodr¨ªguez Zapatero no siga demor¨¢ndose en la toma de decisiones. Porque lo letal del problema para el PSOE es que rememora lo que parec¨ªa p¨¢gina pasada. Y esto, sin duda, hace da?o, aunque el PSC no lo notara en 1996.
Quiz¨¢ porque dudan del impacto negativo de la crisis de Madrid, desde CiU y desde ERC se intenta poner al PSC ante la prueba del Estatut. Dicho sea de paso, resulta rid¨ªculo o¨ªr en la radio un anuncio petici¨®n de Mas para que se d¨¦ el s¨ª al nuevo estatuto, que ni est¨¢ sobre la mesa ni ninguna instancia ha convocado a aprobar. Cuando se toma el Estatut en vano se confirma que lo importante no es el Estatut, sino la zancadilla al adversario. Por tanto, habr¨¢ que distinguir. Si realmente se quiere un nuevo Estatut, hay que saber -y no enga?ar a nadie- que s¨®lo si CiU y el PSC est¨¢n de acuerdo lo habr¨¢. Y si se trata de poner zancadillas al adversario, entraremos en el tradicional y aburrido juego de las acusaciones de antipatriotismo y sucursalismo, porque unos pactan con el PP y otros son hermanos del PSOE. Un debate que generalmente acaba favoreciendo a los nacionalistas porque el PSC siempre cae en la trampa de no querer ser lo que es, mientras que los nacionalistas no dudan de ser lo que son, voten a quien voten y les apoye quien les apoye.
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