Inexistencias
Este a?o se habla mucho (ayer mismo Javier Eder, en estas p¨¢ginas) de la existencia genuina, personal e intransferible del propio San Ferm¨ªn. Much¨ªsimos dicen por aqu¨ª que creen que no existi¨®, pero que les da lo mismo. Si lo s¨¦ no voy a colegio de pago.
A m¨ª, por reflejo y con perd¨®n, estos conmemoradores festivos de un inexistente santo no me parecen animales de costumbres sino simples montoncillos de costumbres, aprovechateguis del error hist¨®rico y la mascarada vern¨¢cula. Es como aquellas cosas de cuando el preu sobre si Dios est¨¢ en la Comuni¨®n, m¨¢s que encima del piano, navegando nubecillas o recort¨¢ndose la luenga barba blanca en su paraiso de protecci¨®n oficial. Decepcionantes frailillos modernistas dejaban caer ya entonces que cualquier dogma era simb¨®lico, parab¨®lico y metab¨®lico, en definitiva, que nadie diger¨ªa al Ser Supremo por m¨¢s que bajase los p¨¢rpados. El nihilismo es el paso siguiente al "abuso excesivo" de lo abstracto, y eso sin entrar en tragedias cotidianas ni milenarias.
San Ferm¨ªn es la percha de la fiesta, pero no es San Ferm¨ªn.Vaya pu?eta. El precio de las perchas es irrisorio comparado con el de los trajes, pero el esqueleto no es una percha, esos huesos que empleamos para vivir nos acompa?an a todas partes, y ser¨ªa una fantas¨ªa negativa pensar que nuestro aut¨¦ntico esqueleto es de chicle mascado o de aire, o se tira al cambiar de armario.
No se me alcanza por qu¨¦ a las m¨¢s preclaras firmas del planeta navarro no les disgusta una falsedad siempre que sea antiqu¨ªsima. Al menos en este punto ferminol¨®gico, no me negar¨¢n que, si San Ferm¨ªn no existi¨® y lo sabemos, no podemos enfadarnos con quien nos llame fantoches.
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