La Catalu?a oculta
Desde la cima del Montsec d'Ares se ve todo el Pirineo: de Navarra hasta Girona. Pero como el d¨ªa est¨¢ nublado, lo l¨ªrico cede ante lo prosaico. "?Ya tienen agua corriente ah¨ª, en los Masos de Mill¨¤?", se?ala Pujol a su s¨¦quito desde la cumbre. "S¨ª, s¨ª, lo estamos haciendo", afirman los colaboradores. Pujol no ha dejado de dar vueltas por la pelada cima del Montsec e intenta poner nombre a todo lo que divisa. "?Aquello debe de ser El Pont de Montanyana, y aquello Tremp?", pregunta. El s¨¦quito local, muy numeroso, no acaba de ponerse de acuerdo. Pujol siempre desborda. De la comitiva, s¨®lo Antoni Vives, secretario del Gobierno, aguanta con solidez el ¨®rdago de los conocimientos geogr¨¢ficos del presidente. Son las once de la ma?ana de un s¨¢bado de julio y el helic¨®ptero, el Air Force One catal¨¢n, hace unos 10 minutos que ha dejado al presidente de la Generalitat y a su s¨¦quito en la cima. Est¨¢ nublado y el observatorio que va a visitar a¨²n no tiene telescopio. Pero Pujol, pertinaz, insiste en echar un vistazo a la Catalu?a "a l'ombra". Quiere tomarle el pulso a esa parte del territorio sombreada por la despoblaci¨®n y una inversi¨®n que -a pesar de los 70 proyectos l¨ªder- nunca queda al gusto de los ciudadanos: el Pallars Juss¨¤.
Desde el Montsec, Pujol insiste en echar un vistazo a la Catalu?a "a l'ombra", ese territorio sombreado por la despoblaci¨®n y la desinversi¨®n
"Y ahora vamos de la luna a Sant Esteve de la Sarga", bromea Pujol desde la c¨²pula giratoria del observatorio astron¨®mico. Y poco despu¨¦s de mediod¨ªa ya ha descendido de la luna. Sant Esteve se ha vestido de fiesta. El alcalde, Jaume Montanuy; su esposa, Teresa Malet, y la peque?a Teresa lo esperan. Hay banderas catalanas en ventanas y balcones, y un cesto de mimbre con almendras, aceite de oliva, vino generoso y dulce de membrillo da la bienvenida m¨¢s personalizada a Pujol. Se lo entregan dos j¨®venes. Son la metonimia de la Catalu?a oculta, de segundas residencias, que en periodos vacacionales deja las ciudades y llena los pueblos. Como Pujol y su s¨¦quito de pol¨ªticos, funcionarios, conductores, periodistas y mossos d'esquadra todos los fines de semana.
En Sant Esteve hay un centenar de empadronados repartidos en muchas pedan¨ªas -una decena-, pero pocas casas est¨¢n habitadas todo el a?o. Desde Cal Xinco le dicen a Pujol que all¨ª est¨¢n todo el a?o. Es una de las pocas que aguantan.
"Vosotros cre¨ªais que no vendr¨ªa, pero aqu¨ª estoy. Dije: 'El d¨ªa que vaya a Sant Esteve de la Sarga es que no volver¨¦ a presentarme a las elecciones', o sea que ahora ya pod¨¦is estar seguros de que no lo har¨¦", afirma Pujol por la megafon¨ªa. El presidente anuncia que pasar¨¢ a la sombra, al cuerpo de ciudadanos que no sale en los peri¨®dicos. Hay aplausos y emoci¨®n. Y como en Catalu?a todo lo celebramos comiendo, le han preparado un monumental refrigerio con t¨ªtulo de aperitivo. Pujol, entre apretones de manos, besos y golpes en la espalda, quiere presumir de memoria y recitar ante el alcalde las 10 pedan¨ªas de Sant Esteve de la Sarga. No hay manera. Jaume Montanuy le ayuda, las sabe de corrido: Estorn, Moror, L'Alzina, Beniure, Sant Esteve, La Clua, Castellnou de Montsec, Agustina, La Torre d'Amarg¨®s y Alsamora.
La Catalu?a en la sombra no se acaba aqu¨ª. As¨ª que el viaje contin¨²a. Puro Montsec. Ahora toca Castell de Mur, una fortificaci¨®n en tierra de frontera que conoci¨® intrigas y combates de los condes del Pallars. Pujol se interesa por el edificio, que contaba con retretes para nobles y soldados. "?sa cuesti¨®n siempre ha sido dif¨ªcil de resolver", dice entre las risas de la comitiva. La gu¨ªa explica que los del castillo hac¨ªan sus necesidades desde el primer piso, justo en la zona m¨¢s sombr¨ªa del edificio. Otra vez la sombra, pero esta vez buscada y necesaria.
Pujol enfatiza el esfuerzo que han hecho 23 a?os de su Administraci¨®n contra la marginaci¨®n de la comarca. Inversiones, carreteras... "No podemos hacer todo lo que nos piden, pero s¨ª algunas cosas", dir¨¢ al d¨ªa siguiente en la plaza de Llimiana. All¨ª tiene casa su amigo Carles Sumarroca, que no est¨¢, y Josep Gonz¨¢lez, de Pymec-Sefes, que vive en Barcelona pero hoy va a recibirlo. Como Daniel Fortuny, de 89 a?os, ahora jubilado y ex rector de la parroquia. Es un empedernido propagandista de los Goigs en honor del glori¨®s sant Jordi, al que se venera en los padrones del Cam¨ª del Sant del Bosc, en Llimiana. Sin titubear asalta al presidente y le pregunta cu¨¢ndo pondr¨¢ cubierta al refugio de Sant Salvador del Bosc. Mos¨¦n Fortuny parece no ver muy claro que los que vengan detr¨¢s de ¨¦l ultimen la obra. Lo tiene todo en la cabeza. Y en el esp¨ªritu. Incluso ese tic de desconfianza del si no lo hago yo no lo har¨¢ nadie que lo hermana tanto con Pujol, piensan algunos.
Al igual que el presidente, quisiera ver solucionados los problemas end¨¦micos del Pallars Juss¨¤. Y de Llimiana, ese pueblo que entre semana tiene casi m¨¢s alba?iles que habitantes. Pero hoy es un d¨ªa de fiesta. Pujol les visita como presidente por vez primera y los raiers llegan a mediod¨ªa a Pont de Claverol. Es domingo y todo est¨¢ lleno a rebosar. Por la tarde, poco a poco, todo volver¨¢ a su sitio. Los de las segundas residencias, a las primeras, y la comitiva presidencial, con esos ch¨®feres y mossos que hablan castellano en la intimidad, a Barcelona.
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