Pe?a, el amigo americano
"Estoy en el mejor equipo del mundo con el mejor corredor del mundo, por eso estoy de amarillo", dice el primer colombiano l¨ªder del Tour
Lo que no consiguieron Mart¨ªn Cochise Rodr¨ªguez, el pionero que se arriesg¨® a descubrir Europa para el ciclismo colombiano, ni Lucho Herrera, el mejor escalador que se ha visto y no visto en los ¨²ltimos decenios, ni Fabio Parra, el sufrido escarabajo que escal¨® un a?o el podio del Tour, ni siquiera Santiago Botero, el mejor ciclista colombiano de los ¨²ltimos a?os, lo ha logrado un ex nadador apodado El Tibur¨®n, con nombre de gloria literaria gala, nacido en Bogot¨¢, hijo de un taxista que fue ciclista, criado en Santander Pie de Cuesta y residente en Girona (Espa?a), que hoy cumple 29 a?os. V¨ªctor Hugo Pe?a Grisales, gregario de Lance Armstrong en el US Postal, se convirti¨® ayer en el primer colombiano que viste el maillot amarillo del Tour, cobr¨¢ndose, as¨ª, una deuda hist¨®rica del ciclismo con Colombia. "Hace 20 a?os, en 1983, particip¨® el primer equipo colombiano en el Tour de Francia", dijo Pe?a. "A¨²n recuerdo el eslogan que se repet¨ªa en toda Colombia: 'Vamos a la conquista de Europa'. Hoy he culminado aquel sue?o, la tarea que ellos comenzaron". Pe?a es, como Botero, un ciclista que rompe el t¨®pico de los escarabajos, pacientes, trabajadores y siempre escaladores que se hacen ciclistas para huir del hambre. Pe?a, como Botero, es m¨¢s rodador que escalador. Y no pas¨® hambre.
Los planes s¨¢dicos de Armstrong
Eran dos autobuses separados por una decena de metros y eran dos mundos a miles de kil¨®metros de distancia. El d¨ªa de la contrarreloj por equipos es el d¨ªa que m¨¢s se sufre, que m¨¢s gente sufre, el d¨ªa que se sufre en equipo. Sufre el mec¨¢nico por si no ha hecho perfectamente su trabajo y las bicis empiezan a descuajeringarse en cadena a mitad de la carrera, sin posibilidad de reparaci¨®n; sufre el fabricante por si su riesgo, su idea, su dise?o de material para ganar unos gramos o un poco m¨¢s de belleza, termina en cat¨¢strofe; sufren los directores, los responsables, por si su t¨¢ctica, su decisi¨®n estrat¨¦gica que tanto esfuerzo debe regular se resuelve en caos e inquinas; sufren los ciclistas, que m¨¢s que ning¨²n d¨ªa son responsables ante s¨ª mismos y ante sus compa?eros. Pero si ese d¨ªa todo termina bien, se cumplen los objetivos, se alcanzan los sue?os, la celebraci¨®n, la felicidad conjunta, multiplica por mil la de la victoria individual. Tanto sufres tanto gozas. Por eso Armstrong es un s¨¢dico.
En el autob¨²s de la izquierda -mirando hacia la calle de la meta-, el del iBanesto.com, la fiesta comenz¨® nada m¨¢s terminar la contrarreloj. Arrastrados por tres potentes locomotoras rusas -fabricadas con los moldes de la escuela sovi¨¦tica: los tres son los tres primeros de la clasificaci¨®n de j¨®venes-, los vagones del equipo de Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, que no fueron a remolque ni frenando, sino colaborando, hab¨ªan firmado la mejor prestaci¨®n desde los tiempos de Indurain. Cuando llegaron los corredores -sudorosos y asfixiados, pero dicharacheros- al autob¨²s, llegaban con el orgullo de ser el mejor equipo hasta el momento. Charlaban y comentaban la jugada. Mancebo, el l¨ªder, alucinaba con Karpets, el callado gigante ruso, con su fuerza descomunal, con sus relevos monumentales. "Seguirle era duro pero posible", dec¨ªa el ciclista de Navaluenga. "Pero pasarle era casi imposible. Me sub¨ªan m¨¢s las pulsaciones incluso cuando iba a rueda que cuando tiraba". Hablaban de tiempos, de sue?os. De que a la salida se conformaban con perder minuto y medio con el mejor -y hasta eso era un logro- y de que iban a llegar a la monta?a m¨¢s cerca que nunca -a 1.29m Mancebo- del ogro Armstrong. Tambi¨¦n se aplaud¨ªa a Mercado, el escalador granadino que, v¨ªctima de un empacho, se hab¨ªa quedado descolgado la v¨ªspera. Empez¨® Mercado sin dar relevos, a rueda, por precauci¨®n, pero en el kil¨®metro 10 ya reclam¨® su derecho a contribuir al esfuerzo com¨²n. Hasta el 20 no le dejaron. "Y yo estaba nervioso porque pensaba que les pod¨ªa hacer la pascua a los compa?eros", dec¨ªa. Pero nadie se amarg¨®, nadie les enfri¨® la alegr¨ªa, pese a que tres equipos les adelantaran al final.
En el autob¨²s de la derecha, el del ONCE-Eroski, todo era silencio y puertas cerradas. Cuando cruzaron la meta, lo hicieron mejorando por 35 segundos el tiempo del iBanesto.com y pensando -con fundamento, como su cocinero favorito- que la victoria les esperaba -un a?o m¨¢s: ser¨ªa la tercera vez en los ¨²ltimos cuatro a?os- al cabo de la tarde. Sus maillots amarillos brillaban, sus bicis negras y oro, perfectas, repulidas, refulg¨ªan. Sus caras eran un misterio. Habl¨® su l¨ªder, l¨ªder de la carrera in p¨¦ctore, Joseba Beloki. Habl¨® cauto, con estudiada prudencia, escondiendo sus emociones: "Si no llega hoy el amarillo ya vendr¨¢ en la monta?a". Lleg¨® otra cosa.
Con una precisi¨®n que asusta, con una crueldad fr¨ªa, con una puntualidad s¨¢dica, Lance Armstrong, llegado el momento, exactamente en el kil¨®metro 49 de la contrarreloj por equipos entre Joinville y Saint Dizier, en las suaves colinas de Champagne, aclar¨® las dudas a los esc¨¦pticos y dio satisfacci¨®n a los armstr¨®logos. El primer golpe del americano en el Tour del Centenario pill¨® a Manolo Saiz a punto de tocar el caramelo con la punta de la lengua. En el kil¨®metro 18, su equipo le sacaba al US Postal seis segundos, y los mismos seis segu¨ªan en el kil¨®metro 44,5. Llegaba entonces el territorio m¨¢s dif¨ªcil, el del viento de cara, cuando empiezan a pagarse los errores de medida. "Quer¨ªamos arriesgar desde el principio, pero sab¨ªamos que esta contrarreloj se ganaba en los ¨²ltimos kil¨®metros, cuando el US Postal nos ha demostrado que es un equipo m¨¢s compacto", dijo Beloki. Fue entonces cuando Bruyneel, el director del americano, toc¨® el silbato, cuando los fuertes cruzaron una mirada, se hicieron una se?a, y dieron comienzo al show. "Fue entonces cuando el boss empez¨® a dar relevos de un minuto", dijo Rubiera, el amigo asturiano de Armstrong. Fue cuando entraron a tope los grandes remolcadores, Hincapie, Landis, Ekimov, Pe?a. En los ¨²ltimos 25 kil¨®metros aventajaron en 36 segundos a los de Saiz. Tambi¨¦n empeque?ecieron al resto en su camino hacia su primer triunfo en una contrarreloj para equipos. Sin dudarlo, le dieron un manotazo -puro sadismo- al caramelo de Saiz, que s¨®lo pudo decir, con su cara m¨¢s triste -"se vive con tristeza la derrota cuando tienes cerca la victoria, porque te la empiezas a creer"-: "Por lo menos le hemos sacado 13 segundos a Ullrich".
A los franceses, que le consideran un l¨ªder anecd¨®tico, fruto del maquiavelismo de Armstrong, lo que les encanta y lo que m¨¢s curiosidad les despierta, lo ¨²nico que quieren saber, es el porqu¨¦ de su literario pr¨¦nom: V¨ªctor Hugo. "Es bien sencillo y nada rebuscado", explic¨® el l¨ªder del Tour. "Mi padre se llama Hugo y, como en Colombia somos muy dados a los nombres compuestos, busc¨® otro nombre que acompa?ara al Hugo, porque quer¨ªa que el Hugo siguiera en la familia, y el que mejor suena, y el m¨¢s utilizado, es el V¨ªctor, V¨ªctor Hugo".
Pe?a tambi¨¦n se considera un l¨ªder transitorio, el brazo armado de la estrategia de Armstrong. "He logrado el maillot amarillo gracias a estar en el mejor equipo del mundo con el mejor corredor del mundo", dijo, agradecido, pero no se olvid¨® de mostrar su orgullo, de contar su vida de loco por el ciclismo. "Yo les digo a mis compa?eros que Colombia es como una peque?a B¨¦lgica, que all¨ª el ciclismo se vive en todas partes", dijo. "Y en mi casa era as¨ª. Desde peque?o, desde que ten¨ªa ocho a?os, recuerdo a mi padre oyendo en la radio las carreras, recuerdo las revistas de ciclismo en mi casa, recuerdo a mi madre limpiando la bicicleta de pap¨¢, recuerdo el pa¨ªs paralizado cuatro horas diarias en julio, casi de madrugada, todos oyendo la radio o viendo en la televisi¨®n las etapas del Tour. Y ahora cada a?o sale gente nueva. Y es por eso, porque llevamos el ciclismo en la sangre".
Como su padre sab¨ªa lo que era el ciclismo, al principio no quiso que V¨ªctor Hugo fuera ciclista. "Mi padre dec¨ªa que en el ciclismo se sufre mucho. Por eso me hice nadador", dice Pe?a. "Y llegu¨¦ a ser campe¨®n colombiano j¨²nior de 200 metros braza y 400 metros estilos". Pero la gen¨¦tica le pudo a la obediencia. Pe?a insisti¨® y, finalmente, llegaron a un acuerdo. El hijo empezar¨ªa a practicar ciclismo, pero en el vel¨®dromo, aprender¨ªa en la escuela de la pista. Fue campe¨®n panamericano de persecuci¨®n y lo inevitable se produjo. Se hizo ciclista de carretera. Lleg¨® y enseguida le llamaron el Tibur¨®n por sus antecedentes en la piscina, y ¨¦l para complacer a los compa?eros se tatu¨® un tibur¨®n en el hombro. Y como todos los que quieren triunfar en Europa, Pe?a emigr¨® a un equipo espa?ol. Estuvo en el Kelme, en el Vitalicio -con el equipo de M¨ªnguez gan¨® una contrarreloj llana en el Giro de Italia- y ¨¦ste es su tercer a?o al lado del boss, al lado de Lance Armstrong, el amigo americano que le ha ayudado a vivir un momento hist¨®rico.
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