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An¨¢lisis:LECTURA
An¨¢lisis
Exposici¨®n did¨¢ctica de ideas, conjeturas o hip¨®tesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados ¡ªno necesariamente del d¨ªa¡ª que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima m¨¢s al g¨¦nero de opini¨®n, pero se diferencia de ¨¦l en que no juzga ni pronostica, sino que s¨®lo formula hip¨®tesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relaci¨®n datos dispersos

?Guerra humanitaria o preventiva?

La guerra en Irak ha planteado algunas preguntas dif¨ªciles a muchos estadounidenses reflexivos. Incluso en el caso de que el r¨¦gimen de Sadam no fuera una amenaza para nuestra seguridad o para la seguridad de sus vecinos, ?no podr¨ªa justificarse la guerra por razones humanitarias, por la necesidad de liberar al pueblo iraqu¨ª de una dictadura? ?Y no tenemos nosotros, como principio general, la obligaci¨®n moral de acudir en rescate de los pueblos que viven bajo reg¨ªmenes brutales? Pero al ampliar el concepto de intervenci¨®n humanitaria, ?no corremos el peligro de justificar una nueva forma de imperialismo estadounidense? Y en cualquier caso, ?qu¨¦ derecho tiene Estados Unidos, o cualquier otro pa¨ªs, a determinar cu¨¢ndo y d¨®nde intervenir? Con el objetivo de promover un debate sobre la incipiente doctrina de intervenci¨®n humanitaria, la revista norteamericana The Nation ha preguntado a pensadores sobre estas cuestiones.

Mary Kaldor: "El objetivo de la intervenci¨®n humanitaria no es la victoria sobre otro colectivo, sino la protecci¨®n de la gente y la detenci¨®n de los criminales"
Samantha Power: "Necesitamos un mecanismo de repuesto para legitimar las intervenciones, que podr¨ªa encontrarse tal vez en el secretario general de la ONU"
Richard Falk: "Considero que el Gobierno de Bush ha hecho todo lo posible por quebrantar el orden mundial en su evoluci¨®n normal"
M. Mandami: "Mientras los beneficiarios de la guerra de Congo sigan siendo m¨¢s influyentes que los millones de v¨ªctimas, no habr¨¢ intervenci¨®n humanitaria"
D. Rieff: "El colonialismo europeo se emprendi¨® en nombre de los imperativos humanitarios. Era una pantalla para los intereses econ¨®micos de Francia y Gran Breta?a"
E. Rouleau: "Hay indicios de que Estados Unidos pretende hacer de Irak un sat¨¦lite como preparaci¨®n para la consolidaci¨®n de su hegemon¨ªa en Oriente Pr¨®ximo"
M. Mandami: "En un mundo globalizado compuesto de Estados muy desiguales, la intervenci¨®n humanitaria se convertir¨¢, en la pr¨¢ctica, en la de una gran potencia"
Ronald Steel: "La inter- venci¨®n humanitaria es un principio noble que puede someterse f¨¢cilmente a la distorsi¨®n y al abuso"
R. Steel: "Justificar las intervenciones militares para imponer la democracia es una tapadera c¨ªnica del imperialismo o, si no, un acto de ingenuidad irresponsable"

"EL FACTOR CNN"

La d¨¦cada de los noventa fue sin duda la edad de oro de la diplomacia humanitaria. La guerra fr¨ªa hab¨ªa terminado, dejando el espacio pol¨ªtico abierto a una gran variedad de problemas internacionales relacionados con el sufrimiento humano, sobre todo en los pa¨ªses del ?frica subsahariana y los Balcanes. "El factor CNN" acab¨® por empujar a un reacio George Bush, padre, a emprender acciones para proteger a los kurdos del norte de Irak de la violenta venganza de Bagdad tras la guerra del Golfo y, m¨¢s tarde, para rescatar a la hambrienta poblaci¨®n de Somalia, sumida en un caos de lucha armada interna y anarqu¨ªa pol¨ªtica. Bill Clinton lleg¨® a la Casa Blanca defendiendo un "multilateralismo muscular" que estaba decidido a restaurar el Gobierno en Somalia y dar por terminada la limpieza ¨¦tnica en Bosnia. Pero despu¨¦s del incidente Black Hawk Down [halc¨®n negro derribado] de 1993 en Mogadiscio, en el que 18 soldados estadounidenses (y cientos de somal¨ªes) fueron asesinados, el Gobierno de EE UU abandon¨® pr¨¢cticamente las intervenciones humanitarias, llegando incluso a utilizar su poder para que la ONU no diera una respuesta efectiva en Ruanda, donde podr¨ªa haber salvado miles de vidas. La funci¨®n de la ONU en Bosnia fue inaceptablemente pasiva, y culmin¨® con la matanza serbia de 1995, en la que murieron unos 7.000 musulmanes en el supuesto "refugio seguro" de la ONU en Srebrenica. Estos acontecimientos fueron demasiado para la conciencia internacional, por lo que se busc¨® un papel para la OTAN en Bosnia, para la diplomacia coercitiva de Washington, que lleg¨® al Acuerdo de Dayton, y para la iniciativa de la OTAN, que salv¨® a los albanokosovares de la amenaza serbia de limpieza ¨¦tnica. Bush, hijo, lleg¨® a la Casa Blanca resuelto a resistirse a esta tendencia, manifest¨¢ndose en contra de la "construcci¨®n de naciones" y en general mostr¨¢ndose esc¨¦ptico ante todo el plan humanitario, oponi¨¦ndose a cualquier conexi¨®n con la Corte Penal Internacional e intentando quitar importancia a la ONU.

Tras el 11-S, el planteamiento estadounidense ante las intervenciones humanitarias se metamorfose¨® en racionalizaciones post hoc para el uso de la fuerza que de otra forma ser¨ªan dif¨ªciles de conciliar con el derecho internacional. La nueva din¨¢mica se hizo evidente una vez concluida la guerra de Afganist¨¢n, cuando los gritos triunfales de Washington dejaron sutilmente de proclamar la destrucci¨®n de Al Qaeda para pregonar la liberaci¨®n del pueblo afgano de las brutalidades del Gobierno talib¨¢n. Pero en Irak, esta din¨¢mica ha llegado hasta el extremo de que pr¨¢cticamente se ignoran los razonamientos anteriores a la guerra que hac¨ªan hincapi¨¦ en la amenaza iraqu¨ª, y se exagera la justificaci¨®n posterior a la guerra de la liberaci¨®n del pueblo iraqu¨ª. No cabe duda de que el pueblo iraqu¨ª ha sido liberado, aunque todav¨ªa no est¨¢ muy claro para qu¨¦.

Considero que el Gobierno de Bush ha hecho todo lo posible por quebrantar el orden mundial en su evoluci¨®n normal, y que parte de esa ruptura es el abandono de las limitaciones legales al uso de la fuerza internacional, el cuerpo y alma de la Carta de la ONU. La guerra de Irak ha sido el ep¨ªtome de este proceso. El mundo necesita la voluntad y la capacidad internacionales para salvar a las poblaciones vulnerables de cat¨¢strofes humanitarias, pero no necesita guerras imperiales que ocultan su verdadera naturaleza tras una neblina de ret¨®rica moralista. Mientras la pol¨ªtica exterior de EE UU se siga ejerciendo desde una Casa Blanca de Bush, la ¨²nica posibilidad que tiene la intervenci¨®n humanitaria de desarrollar todo su potencial es que el Gobierno de Estados Unidos se retire de escena, tal como parece que ha hecho con respecto a los genocidios del Congo, dejando que Francia asuma la responsabilidad principal. Eso no s¨®lo ser¨ªa beneficioso para los pueblos en circunstancias tr¨¢gicas, sino que tambi¨¦n ser¨ªa saludable para la ONU el no depender tanto de EE UU. Parece claro que Bush no est¨¢ interesado en perseguir causas humanitarias por el mero hecho de hacerlo. Como ha demostrado la guerra de Irak, proclamar esos objetivos como una tapadera para los fines imperialistas es peligroso para el orden mundial y socava el derecho internacional y la ONU, y si se consiguen resultados humanitarios, es de forma accidental.

LEGALIDAD Y LEGITIMIDAD

Si creemos en la igualdad de los seres humanos, tambi¨¦n estamos a favor de la ampliaci¨®n de la sociedad gobernada por leyes en el ¨¢mbito internacional, y en particular, la ampliaci¨®n del derecho cosmopolita, es decir, el derecho internacional que se aplica a los individuos. Yo estoy a favor de la intervenci¨®n humanitaria si se entiende como acci¨®n para el cumplimiento de la ley cosmopolita. Pero la intervenci¨®n humanitaria, entendida de este modo, es muy distinta a la guerra. Los Gobiernos no pueden tomarse la ley en sus manos, de la misma manera que los ciudadanos no pueden decidir unilateralmente cu¨¢ndo se viola la ley. Tiene que haber un conjunto de criterios acordados para decidir cu¨¢ndo es adecuada una intervenci¨®n humanitaria y cu¨¢ndo hay que aplicar esos criterios. La intervenci¨®n humanitaria consiste en impedir las cat¨¢strofes humanitarias. El objetivo no es la victoria sobre otro colectivo, sino la protecci¨®n de la gente y la detenci¨®n de los criminales responsables de la cat¨¢strofe. Por tanto, la intervenci¨®n humanitaria es como la actividad policial, aunque requiera el uso de la fuerza militar. La guerra consiste en tomar partido, y las vidas de los soldados de un bando tienen prioridad sobre las de los civiles del otro. En la intervenci¨®n humanitaria, el soldado arriesga su vida para salvar la vida de los civiles.

?Qu¨¦ habr¨ªa implicado el llevar a cabo una verdadera intervenci¨®n humanitaria en Irak? En primer lugar, habr¨ªa significado tomarse en serio las resoluciones de 1991 del Consejo de Seguridad relativas a los derechos humanos; por ejemplo, enviando observadores de los derechos humanos adem¨¢s de inspectores de armamento. En segundo lugar, habr¨ªa sido necesario desplegar tropas en la frontera para obligar al r¨¦gimen iraqu¨ª a aceptar la resoluci¨®n, pero el cometido de esas tropas no habr¨ªa sido la invasi¨®n y el cambio de r¨¦gimen, sino la protecci¨®n de los civiles en caso de que el Gobierno decidiera aplastar una revuelta.

Un argumento que se suele utilizar contra los que afirman que la guerra en Irak fue ilegal es que apoyaron la de Kosovo aunque no hubiera resoluci¨®n del Consejo de Seguridad, y aunque los medios (bombardeos) se parecieran m¨¢s a una guerra que a una intervenci¨®n humanitaria, y las vidas occidentales contaran m¨¢s que las que se supon¨ªa que estaba protegiendo la OTAN. Yo apoy¨¦ la guerra de Kosovo, aunque no estuviera contenta con los medios. Apoy¨¦ una intervenci¨®n humanitaria como la que acabo de describir, con tropas sobre el terreno para proteger a los civiles. M¨¢s tarde fui miembro de la Comisi¨®n Independiente Internacional en Kosovo. Esa comisi¨®n lleg¨® a la conclusi¨®n de que la intervenci¨®n en Kosovo fue ilegal, porque no hab¨ªa resoluci¨®n del Consejo de Seguridad, pero leg¨ªtima porque ayud¨® a resolver una crisis humanitaria y cont¨® con un apoyo amplio de la comunidad internacional y la sociedad civil. La comisi¨®n tambi¨¦n sostuvo que el vac¨ªo entre legalidad y legitimidad es muy peligroso y es necesario eliminarlo especificando las condiciones de la intervenci¨®n humanitaria. Por desgracia, no se hizo, y eso permiti¨® a los que estaban a favor de la guerra en Irak a?adir una justificaci¨®n humanitaria a todas aquellas justificaciones r¨¢pidamente cambiantes sobre las armas de destrucci¨®n masiva y el terrorismo. La guerra en Irak no ha sido ni legal ni leg¨ªtima. No cumpl¨ªa los requisitos para ser intervenci¨®n humanitaria, y no contaba con el apoyo de la sociedad civil ni con el de la comunidad internacional. Confundir la guerra preventiva con la intervenci¨®n humanitaria, como hace Blair, es la f¨®rmula para la escalada de la violencia y para la polarizaci¨®n global.

REFORMAS EN LA ONU

Tras la guerra de Irak, debemos replantearnos tres pol¨¦micos aspectos de la intervenci¨®n humanitaria: la autoridad legal, el umbral de abuso y la relevancia de los motivos. Aunque el marco de los derechos humanos se basa desde hace tiempo en la premisa de que los Estados no son de confianza, la Carta de la ONU dej¨® la tarea de autorizar la intervenci¨®n humanitaria a esos mismos Estados no dignos de confianza. Dejar la autoridad legal en el Consejo de Seguridad, que incluye a Rusia y a China, dos notorios agresores de los derechos humanos, casi garantiza la falta de acci¨®n, incluso en lugares en los que la amenaza para la humanidad es desproporcionada. Por otro lado, disolver el Consejo de Seguridad, tal como parece empe?ado en hacer Bush, invita a la prevenci¨®n, al caos y, en ¨²ltimo extremo, a un ba?o de sangre probablemente mayor. Sin la reforma que deber¨ªa haberse realizado en el Consejo hace mucho tiempo, necesitamos un mecanismo de repuesto para legitimar las intervenciones, que podr¨ªa encontrarse tal vez en el secretario general, ¨²nico organismo de la ONU con capacidad para ir m¨¢s all¨¢ de los intereses de Estado.

Cuando se trata de decidir si los abusos contra los derechos humanos son tan flagrantes como para exigir una intervenci¨®n, casi todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que el genocidio o los cr¨ªmenes en masa contra la humanidad constituyen un umbral v¨¢lido. Pero en la pr¨¢ctica, pocos consiguen ponerse de acuerdo sobre cu¨¢ndo se ha traspasado ese umbral. El presidente Milosevic fue responsable de cerca de 200.000 muertes en Bosnia; pero en el caso de Kosovo en 1999, dado que su r¨¦gimen s¨®lo hab¨ªa matado a 3.000 y expulsado a 100.000 kosovares en el momento en que se estaba gestando la guerra, muchos detractores de la pol¨ªtica exterior de EE UU sostuvieron que no deb¨ªa emplearse la fuerza militar de la OTAN. Sorprendentemente, muchos de estos mismos detractores tambi¨¦n expresaron su enfado ante el fracaso del Consejo de Seguridad en enero de 1994 para tomar medidas despu¨¦s de las advertencias del comandante de la ONU Romeo Dallaire sobre la inminente exterminaci¨®n en Ruanda. Si queremos impedir un genocidio, en vez de limitarnos a lamentarlo ritualmente despu¨¦s, tenemos que mejorar nuestra capacidad de imaginarnos los costes de la inactividad, y actuar cuando hay evidencia de amenazas mortales directas e indirectas. Irak supuso un desaf¨ªo horroroso para los halcones humanitarios. Sadam hab¨ªa llevado a cabo un genocidio en 1988, cuando mat¨® a m¨¢s de 100.000 kurdos, y presid¨ªa una de las tiran¨ªas m¨¢s crueles que el mundo ha conocido, asesinando a miles de personas m¨¢s en a?os posteriores. Pero la crueldad de Sadam no llegaba al umbral en opini¨®n de la mayor¨ªa de los que se opon¨ªan a la guerra, bien porque al oponerse a Bush optaron por ignorar las atrocidades de Sadam, o porque, al no confiar en Bush, cre¨ªan que los iraqu¨ªes, como los afganos, acabar¨ªan por ser abandonados.

A la hora de evaluar una intervenci¨®n humanitaria, un tercer punto de controversia incluye la cuesti¨®n de cu¨¢nto deber¨ªan importarnos los motivos del que interviene. Algunos exageran la importancia del motivo, neg¨¢ndose a apoyar cualquier intervenci¨®n que no sea puramente humanitaria. Otros le restan importancia, alegando que las verdaderas intenciones de los Estados son imposibles de discernir y que, por tanto, lo que importa son los resultados humanitarios. Ambos planteamientos son err¨®neos. Los motivos importan no porque podamos esperar realmente que sean puros, sino porque el hecho de saber por qu¨¦ interviene un Estado nos da un cierto poder de predicci¨®n: la importancia relativa que un Estado da a las preocupaciones humanitarias nos dice mucho sobre el punto al que estar¨ªa dispuesto a llegar para salvar vidas civiles, y la voluntad del agente interventor de continuar con la labor, e invertir el capital pol¨ªtico, financiero y militar necesario para ofrecer un entorno seguro en nombre de aquellos por los que se ha iniciado la guerra. Naturalmente, una vez que ha terminado la guerra, los resultados importan. Y a la hora de juzgar los efectos a largo plazo de esas misiones, es importante no limitarse a medir los efectos humanizadores y deshumanizadores del pa¨ªs receptor, sino tambi¨¦n los efectos que tendr¨¢ en la regi¨®n, o en el pa¨ªs o pa¨ªses que intervienen, y en el sistema internacional.

TRAGEDIA EN CONGO

Seg¨²n un informe de la Comisi¨®n de Rescate Internacional, se calcula que 3,3 millones de personas han muerto durante los ¨²ltimos cuatro a?os y medio en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, pero ning¨²n centro de poder u opini¨®n importante ha pedido la "intervenci¨®n humanitaria". Tras la continua tragedia humanitaria de Congo se esconde una combinaci¨®n de fuerzas -locales, regionales y globales- que se benefician de este conflicto. Mientras los beneficiarios de la guerra de Congo sigan siendo m¨¢s influyentes que los millones de v¨ªctimas, no habr¨¢ intervenci¨®n humanitaria, aparte de la peque?a fuerza internacional con autoridad limitada que se ha enviado a Bunia. Congo confirma la lecci¨®n que hace una d¨¦cada aprendieron muchos africanos del genocidio en Ruanda. La retirada del ej¨¦rcito de la ONU se llev¨® a cabo en medio de las abrumadoras pruebas que apuntaban a un aumento de las violaciones masivas de los derechos humanos. Tras retirarse el ej¨¦rcito, el Consejo de Seguridad autoriz¨® una intervenci¨®n francesa "humanitaria". La Operaci¨®n Turquesa salv¨® a muchos tutsis, pero tambi¨¦n a los l¨ªderes pol¨ªticos y militares del genocidio. Hasta la fecha, ni la ONU ni ning¨²n otro foro internacional ha hecho a los franceses responsables de esa intervenci¨®n. La Operaci¨®n Turquesa encaja perfectamente en un historial de intervenciones imperiales en la ¨¦poca moderna. Como es l¨®gico, todas las intervenciones imperiales pretenden ser humanitarias, pero el hecho de denominar a una intervenci¨®n "humanitaria" no la despoja de su pol¨ªtica. Ya sea en Congo o Ruanda, Kosovo o Irak, todas las intervenciones -y tambi¨¦n las no-intervenciones- tienen su propia pol¨ªtica.

Para entender la ideolog¨ªa de la guerra de Irak, primero deber¨ªan tenerse en cuenta dos aspectos: el consentimiento de incluir a la poblaci¨®n civil entre los objetivos y el rechazo de quienes ejercen ese poder enormemente destructivo m¨¢s all¨¢ de sus fronteras a hacerse responsables de quienes pueden sufrir las consecuencias. En un mundo globalizado compuesto de Estados muy desiguales, la intervenci¨®n humanitaria se convertir¨¢ en la pr¨¢ctica en una intervenci¨®n de una gran potencia. Cada intervenci¨®n servir¨¢ a una serie de intereses, tanto generales como espec¨ªficos. Si realmente se tratara de una intervenci¨®n humanitaria, eso no se dar¨ªa. Es curioso comprobar que quienes apoyan las intervenciones humanitarias dan por hecho que ¨¦stas deben ser militares, y que se diferenciar¨¢n de otras intervenciones militares por poseer un prop¨®sito y un efecto benignos, e incluso humanitarios. Si no se ponen objeciones a esa suposici¨®n, las intervenciones humanitarias se convertir¨¢n en un eufemismo para designar los alardes de poder unilaterales e incomprensibles. Yo no lo doy por hecho. Propongo que la responsabilidad pol¨ªtica sea el centro de la discusi¨®n. La guerra de Irak nos ha ofrecido una terror¨ªfica demostraci¨®n de las capacidades tecnol¨®gicas y militares que la ¨²nica superpotencia mundial es capaz de desarrollar. Tambi¨¦n nos ha dado un ejemplo excepcional de una s¨®lida mayor¨ªa de la ONU que primero se negaba a autorizar una intervenci¨®n "humanitaria" dirigida por EE UU y que despu¨¦s se desintegr¨®. Antes, esa misma mayor¨ªa hab¨ªa establecido una Corte Penal Internacional, pero s¨®lo despu¨¦s de conceder disposiciones que garantizaban una impunidad temporal a la potencia estadounidense.

Estos acontecimientos confirman que es necesario esforzarse por conseguir un acuerdo internacional pol¨ªtico y legal que sea representativo y efectivo a la hora de obligar a rendir cuentas a quienes manejan tal capacidad de destrucci¨®n. Subrayan tanto las limitaciones pol¨ªticas del actual sistema internacional de Estados, basado en la soberan¨ªa, como el potencial de los movimientos contra la guerra que exigen que el poder de alcance internacional debe ser responsable tambi¨¦n a escala internacional.

A menos que todas las intervenciones dirigidas por cualquier potencia sean revisadas por alguna organizaci¨®n de derecho internacional, no podremos determinar si una determinada intervenci¨®n (o no-intervenci¨®n) es justa o no.

UN NUEVO ORDEN COLONIAL

Intervenci¨®n humanitaria" es un nombre inapropiado, ya nos refiramos a ella como prescripci¨®n o como descripci¨®n. Lo que realmente queremos decir cuando hablamos de intervenci¨®n humanitaria (o intervenci¨®n por los derechos humanos, o la "responsabilidad de proteger", dos nuevas versiones de la misma f¨®rmula) es guerra. Nos referimos, claro est¨¢, a una guerra por una buena causa. Estas guerras se llevan a cabo para proteger a la poblaci¨®n civil de agresiones externas cuando sus Estados se vienen abajo o por alguna otra raz¨®n no pueden o no quieren defenderla. Tambi¨¦n pueden emprenderse cuando un pa¨ªs es demasiado d¨¦bil para reprimir los conflictos internos, como es el caso de Sierra Leona. Por ¨²ltimo, pueden llevarse a cabo cuando el Estado mismo es el opresor, como en Kosovo. Estas guerras pueden ser bienintencionadas y justas, pero llamemos a las cosas por su nombre, y no las higienicemos con el t¨¦rmino intervenci¨®n humanitaria. El admitir que lo que se requiere es una guerra sit¨²a el problema de si el uso de la fuerza es apropiado en sitios como Congo o Liberia en su contexto adecuado: el pol¨ªtico. La virtud de la pol¨ªtica es hacer que la m¨¢s tr¨¢gica de las decisiones p¨²blicas se convierta en pol¨¦mica y tema de debate p¨²blico, en lugar de alg¨²n tipo de imperativo moral categ¨®rico cuya necesidad de ser emprendido es evidente de por s¨ª.

Y la necesidad de ese debate es imperiosa. Porque la consecuencia inevitable de ensalzar la intervenci¨®n humanitaria como respuesta deseable a las guerras y a las crisis de refugiados ser¨¢ un nuevo orden colonial. En la mayor¨ªa de los casos, la acci¨®n militar consiste, en la pr¨¢ctica, en sustituir al Gobierno del pa¨ªs en cuesti¨®n por el Gobierno del interventor humanitario o por alg¨²n otro agente externo, que suele ser la ONU, o si no, un sustituto local que de hecho est¨¢ controlado por el interventor externo. El hecho de que los intervencionistas humanitarios y los activistas de los derechos humanos sigan afirmando que esto no es un problema grave porque: a) tienen las mejores intenciones, centradas ¨²nicamente en el inter¨¦s de las v¨ªctimas, y b) s¨®lo act¨²an de acuerdo con la ley internacional establecida, es, como poco, un caso de amnesia hist¨®rica. El colonialismo europeo de la Europa decimon¨®nica se emprendi¨® de forma expl¨ªcita en nombre de imperativos humanitarios. Y esta dial¨¦ctica no era m¨¢s que una pantalla para los intereses econ¨®micos de Gran Breta?a y Francia, al igual que el humanitarismo actual es una mera pantalla para la globalizaci¨®n neoliberal y el "imperio virtual" de EE UU. Fue un esfuerzo genuino por la mejora de la humanidad y un esfuerzo para reparar los peores males del mundo.

En el siglo XIX, las metas gemelas de los imperialistas eran erradicar la esclavitud y mejorar la sanidad p¨²blica. Hoy d¨ªa, la meta es garantizar los derechos humanos, impedir el genocidio y mejorar la sanidad p¨²blica. El proyecto de los intervencionistas humanitarios es un nuevo orden colonial. A lo mejor este colonialismo es necesario. Y a lo mejor, las guerras humanitarias, incluidas las guerras humanitarias que probablemente sean mucho m¨¢s sangrientas que las de los a?os noventa, van a ser necesarias, y moral, pol¨ªtica y culturalmente inevitables en este siglo. Pero llam¨¦moslas por su nombre, y no las maquillemos con fantas¨ªas de justicia internacional. Los derechos humanos y el humanitarismo no son bienes morales inexpugnables. Son ideolog¨ªas, tan cuestionables como el neoliberalismo, el comunismo o el cristianismo. ?sta es la realidad que los defensores de la intervenci¨®n humanitaria est¨¢n intentando suavizar (con un ¨¦xito preocupante, en mi opini¨®n).

LA CARTA DE LA ONU

En principio, ?qui¨¦n se opondr¨ªa a una intervenci¨®n humanitaria, sobre todo si se trata de impedir el genocidio o cr¨ªmenes en contra de la humanidad? Sin embargo, la Carta de Naciones Unidas proh¨ªbe la injerencia en los asuntos internos de los Estados miembros. Esta cl¨¢usula fue introducida por los fundadores de la organizaci¨®n internacional por dos razones: para respetar la soberan¨ªa de los Estados miembros y, m¨¢s importante, para mantener la paz mundial. Los autores de la Carta no quer¨ªan proporcionar a los Estados, o a los grupos de Estados, un pretexto para intervenir por motivos ego¨ªstas. De ah¨ª la absoluta necesidad de que todas las intervenciones humanitarias sean aprobadas de antemano por el Consejo de Seguridad. El mundo unipolar en el que vivimos ha quebrantado las reglas acordadas. EE UU se ha adjudicado el poder para designar, de forma muy selectiva, a los culpables, y para intervenir con o sin aprobaci¨®n de la ONU. Las nociones estadounidenses de unilateralismo, guerra preventiva e intervenciones militares con el prop¨®sito de un "cambio de r¨¦gimen", ya sea para instalar la democracia o cualquier otro sistema, van en contra de las bases mismas de la legalidad internacional.

Incluso dando por supuesta la pureza de los motivos de EE UU, uno no puede evitar percatarse de que su lista de "Estados rebeldes" no incluye a los pa¨ªses pro-occidentales, algunos de los cuales pueden ser calificados de "malignos", si se juzgara a todos por el mismo rasero. Puede que uno sea tambi¨¦n consciente de que la democracia no es un bien exportable, sobre todo mediante la violencia. De hecho, ser¨ªa f¨¢cil que la comunidad internacional, si as¨ª lo deseara, tomara medidas concretas para animar a los pa¨ªses a democratizarse, tanto por la imposici¨®n de sanciones como por el m¨¦todo m¨¢s preferible de ofrecer diversos incentivos. La intervenci¨®n militar contra Serbia para liberar Kosovo, bajo los auspicios de la OTAN (en lugar de la ONU), sent¨® un peligroso precedente, independientemente de las justificaciones humanitarias. Hab¨ªa otras formas de proteger a los kosovares sin recurrir a la guerra, recursos que las potencias beligerantes optaron por ignorar. Hoy d¨ªa, varios miembros de la OTAN, sobre todo Francia, ya no est¨¢n dispuestos a seguir ciegamente a Estados Unidos por esta resbaladiza pendiente. EE UU se enfrenta a una crisis de credibilidad de unas proporciones que no tienen precedente. Los principales argumentos puestos sobre la mesa para justificar la invasi¨®n de Irak han resultado carecer de fundamento, y es m¨¢s que dudoso que se instituya la "democracia", ni siquiera la interpretaci¨®n que hacen de ella los halcones del Pent¨¢gono. De hecho, hay indicios de que Estados Unidos pretende hacer de Irak un sat¨¦lite, para establecer all¨ª bases militares, para controlar los recursos petrol¨ªferos y para adjudicarse los fabulosos contratos de reconstrucci¨®n, como preparaci¨®n para la consolidaci¨®n de su hegemon¨ªa en Oriente Pr¨®ximo. El imperialismo, sea estadounidense o europeo, pasado o presente, no difiere en sus fundamentos. Y ciertamente, nunca es humanitario en esencia. ?sa es la raz¨®n por la que el mundo debe seguir apoyando el papel del Consejo de Seguridad de la ONU a la hora de determinar si una intervenci¨®n es o no leg¨ªtima.

?QUI?N DECIDE?

La intervenci¨®n humanitaria es un principio noble que puede someterse f¨¢cilmente a la distorsi¨®n y al abuso. Al igual que otros nobles principios, como la democracia (que a menudo implica elecciones sin opciones) o la autodeterminaci¨®n (que puede significar la ruptura de un Estado multicultural en favor de la dominaci¨®n de una sola etnia o grupo religioso), puede ser una tapadera para la intolerancia y la agresi¨®n. El ampliar la doctrina m¨¢s all¨¢ de la prevenci¨®n del genocidio plantea una serie de problemas a los que la gente bienintencionada es reacia a enfrentarse. Asumir la afirmaci¨®n de Kofi Annan de que "las violaciones masivas y sistem¨¢ticas de los derechos humanos all¨¢ donde tengan lugar no deber¨ªan permitirse jam¨¢s" no es m¨¢s que el comienzo de la pregunta. ?Qui¨¦n decide qu¨¦ es masivo y sistem¨¢tico? ?La ONU, el G8, una coalici¨®n de voluntarios, los dictados del Estado dominante? ?Y si el Estado que comete los abusos es demasiado fuerte para ser intimidado? ?Y si los abusos cuentan con el apoyo de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, como en la Alemania nazi? ?Y, continuando en esa l¨ªnea, en Estados Unidos, cuando los ciudadanos de ascendencia japonesa fueron hacinados en campos de concentraci¨®n durante la II Guerra Mundial? Para que la intervenci¨®n humanitaria sea m¨¢s que un deseo piadoso de un mundo mejor, es necesario dise?ar unos mecanismos realistas para la toma de decisiones y el cumplimiento de la ley. Esto implica el establecer no s¨®lo un tribunal internacional con autoridad vinculante, sino tambi¨¦n un Parlamento internacional y un cuerpo de seguridad. Y esto conlleva tanto la disminuci¨®n de la soberan¨ªa de los Estados individuales como la creaci¨®n de la soberan¨ªa de una entidad global que de momento es poco m¨¢s que un clich¨¦ (la "comunidad internacional").

Al tiempo que abordamos este tit¨¢nico cometido (suponiendo que las grandes potencias est¨¦n siquiera dispuestas a abordarlo), reconocemos algunas realidades alarmantes. Primero, los Estados que intervienen por meras razones humanitarias pierden el inter¨¦s r¨¢pidamente y se vuelven a casa (como en Hait¨ª o Somalia); los que se quedan, casi siempre tienen motivos sospechosos. Segundo, los agresores m¨¢s atroces de los derechos humanos (la Alemania nazi, el Jap¨®n imperial, la Rusia sovi¨¦tica) rara vez se detienen ante las sanciones econ¨®micas, que suelen ser f¨¢ciles de esquivar. Pero s¨ª los agresores de poca monta, como los caciques asesinos de ?frica Central, dada su dependencia del petr¨®leo internacional y los diamantes. Tercero, si no se puede eliminar a los agresores, ayudemos a las v¨ªctimas. Muchos, puede que la mayor¨ªa, de los jud¨ªos europeos podr¨ªan haberse salvado en los a?os treinta si alg¨²n Estado les hubiera ofrecido asilo. Cuarto, es m¨¢s dif¨ªcil y m¨¢s importante construir una naci¨®n que destruirla. La intervenci¨®n humanitaria s¨®lo funcionar¨¢ si hay un compromiso a largo plazo para construir algo mejor. Quinto, las consecuencias no previstas suelen prevalecer. Las guerras humanitarias siguen siendo guerras, aunque limpiemos su imagen llam¨¢ndolas intervenciones. Y ¨¦stas, invariablemente, crean nuevos problemas. Entre los m¨¢s frecuentes est¨¢n el del separatismo ¨¦tnico y la violencia comunal. Los imperios austroh¨²ngaro y otomano eran m¨¢s tolerantes, justos y cosmopolitas que lo que les sustituy¨®. Sexto, cuidado con las soluciones democr¨¢ticas. La democracia es una planta que requiere cuidados a largo plazo y no enra¨ªza en cualquier parte. Lo que importa no es que un Estado sea democr¨¢tico (Atenas no lo era), sino que brinde justicia, igualdad y dignidad a sus ciudadanos. Al fin y al cabo, la democracia no es una soluci¨®n, sino s¨®lo un m¨¦todo. Justificar las intervenciones militares con el prop¨®sito de imponer la democracia es una tapadera c¨ªnica del imperialismo o, si no, un acto de ingenuidad irresponsable. Los l¨ªderes de las grandes potencias no suelen ser ingenuos, aunque los ciudadanos s¨ª lo son. Un caso que viene a cuento es que las autoridades estadounidenses han declarado que no permitir¨¢n que los fundamentalistas isl¨¢micos suban al poder en Irak ni siquiera si son elegidos libremente. Los entusiastas de la intervenci¨®n humanitaria har¨ªan bien en tener en cuenta la primera lecci¨®n que les ense?an a los estudiantes de medicina: sobre todo, evitad hacer da?o.

Un ciudadano de Sierra Leona, v¨ªctima de la guerra civil, descansa (enero de 1999) en una instalaci¨®n internacional creada para las v¨ªctimas del conflicto.
Un ciudadano de Sierra Leona, v¨ªctima de la guerra civil, descansa (enero de 1999) en una instalaci¨®n internacional creada para las v¨ªctimas del conflicto.REUTERS

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