Hacia el avispero
El presidente Bush acaba de reconocer por primera vez que su pa¨ªs tiene un serio problema de seguridad en Irak, adonde Espa?a enviar¨¢ en breve 1.300 soldados. Su ministro de Defensa, Rumsfeld, en una reciente y tormentosa comparecencia ante el Senado, ha admitido que el costo humano y material de la ocupaci¨®n es mayor que el esperado y que las tropas de EE UU pueden permanecer durante un largo periodo de tiempo en el pa¨ªs ¨¢rabe.
Washington nunca consider¨® en su id¨ªlico gui¨®n posb¨¦lico que el deterioro de la situaci¨®n fuera tan r¨¢pido y agudo. El Pent¨¢gono se?ala que los ataques a sus tropas no son operaciones de guerrilla ni est¨¢n coordinados. Pero el goteo de muertos y heridos es constante y no pasa d¨ªa sin que soldados estadounidenses, y con menos frecuencia brit¨¢nicos, sean hostigados con armas cada vez m¨¢s avanzadas, seg¨²n sus propios mandos. Ni unos ni otros est¨¢n entrenados para ejercer de polic¨ªas o confraternizar con una poblaci¨®n que por m¨¢s que odiase a Sadam Husein les ve como invasores.
El peligro de la escalada iraqu¨ª para los planes de estabilizaci¨®n posb¨¦lica ha provocado en la Casa Blanca un sentimiento de urgencia. Sentimiento azuzado por la convicci¨®n a ambos lados del Atl¨¢ntico de que Washington y Londres manipularon lo indecible para presentar al r¨¦gimen derrotado como una amenaza inminente, algo que no parece afectar a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. El ¨²ltimo episodio en la escalada de descr¨¦dito han sido las chuscas acusaciones entre la CIA y la Casa Blanca sobre la falsa compra por Bagdad de uranio en N¨ªger.
Primera expresi¨®n institucional de esa urgencia ha sido la puesta en marcha contrarreloj, despu¨¦s de varios intentos fallidos, de una Administraci¨®n interina iraqu¨ª cuya primera reuni¨®n se anuncia para hoy. La ausencia de un Gobierno nacional es una frustraci¨®n b¨¢sica de los exasperados iraqu¨ªes, que cada vez m¨¢s ven a las fuerzas de ocupaci¨®n como responsables de la continuada falta de servicios b¨¢sicos y su estancamiento econ¨®mico. El Consejo de 25 miembros, de mayor¨ªa chi¨ª, aglutinado por el plenipoteciario Paul Bremer, debe compartir, en teor¨ªa, con Washington y Londres la responsabilidad de dirigir el pa¨ªs.
Porque nadie cree que los casi 150.000 efectivos estadounidenses desplegados en Irak puedan permanecer all¨ª a?os; el Senado ya pide a Bush que solicite ayuda a la OTAN y el Pent¨¢gono comienza a tender sus redes para que Gobiernos que no se implicaron en la aventura alivien el fardo de sus tropas. El arrogante Rumsfeld parece dispuesto ahora a dar la bienvenida a una presencia militar francesa o alemana que diluya el car¨¢cter conquistador de americanos y brit¨¢nicos. Pero esta participaci¨®n es muy improbable mientras persista la marginaci¨®n de la ONU en el proceso de toma de decisiones en Irak.
Con la decisi¨®n de despachar 1.300 soldados, Espa?a entra en este laberinto envenenado por la puerta falsa. La operaci¨®n cuenta con el amparo gen¨¦rico de Naciones Unidas, pero la ONU no la organiza, ni la dirige, ni la financia. Los soldados espa?oles no ser¨¢n cascos azules, sino colaboradores de las fuerzas de ocupaci¨®n. Incluso el mando del contingente nace lastrado por la pol¨¦mica, tras la decisi¨®n sin precedentes del ministro Trillo de desestimar al candidato propuesto por la c¨²pula castrense.
EE UU ha repartido responsabilidades en funci¨®n del compromiso que cada pa¨ªs tuvo en la guerra: Polonia, que aport¨® tropas, aunque su papel fuera simb¨®lico, ha recibido el mando de una divisi¨®n. Espa?a, que no pas¨® del apoyo ret¨®rico, ha debido contentarse con una brigada. Y no donde quer¨ªa, en el sur junto al puerto de Um Qasr. La zona asignada a los soldados espa?oles es relativamente tranquila, pero igual de reacia a los ej¨¦rcitos extranjeros. Del recelo a la hostilidad abierta s¨®lo hay un paso, que podr¨ªa darse si la reconstrucci¨®n de Irak sigue sin avanzar.
Las Fuerzas Armadas espa?olas llevan m¨¢s de una d¨¦cada de misiones en el exterior, pero nunca se hab¨ªan enfrentado a una situaci¨®n semejante, agravada por el abismo cultural que separa a ocupantes y ocupados. Tambi¨¦n por este motivo la decisi¨®n adoptada por el Consejo de Ministros deb¨ªa haber sido objeto de un acuerdo fruto del debate parlamentario. El ministro de Defensa ha prometido comparecer ante el Congreso, pero cuando lo haga ya habr¨¢ zarpado el primer buque con el material del contingente y 30 soldados espa?oles, en misi¨®n de reconocimiento, llevar¨¢n m¨¢s de una semana en Irak. Causa cierto sonrojo que el mismo d¨ªa en que el Gabinete aprobaba la fuerza expedicionaria, el Parlamento de El Salvador le diera toda una lecci¨®n de democracia al debatir y votar, con car¨¢cter previo a su salida, la participaci¨®n de los 346 militares de su pa¨ªs que se integrar¨¢n en la brigada espa?ola.
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