Gran m¨²sico y humanista
Tras el doble triunfo en Beethoven, como pianista y director, de Daniel Barenboim, el p¨²blico esperaba no ya con inter¨¦s sino con pasi¨®n la Quinta de Mahler, prueba definitiva para un maestro y una orquesta y obra sobre cuyas dificultades ya se pronunci¨® el compositor en alguna carta dirigida a Mengelberg. Fue iniciada en 1901, a?o en el que el entonces director de la ?pera de Viena conoci¨® a Alma Schindler, que se convertir¨ªa en Alma Mahler al a?o siguiente.
Tuvimos pues en el programa de anteanoche dos autores en cuyas vidas pes¨® fuertemente la sombra de una mujer; con todas las diferencia que separan a las dos grandes figuras femeninas, Clara Schumann incidi¨® sobremanera en la existencia y obra de Roberto. Schumann nos interna en una visi¨®n ¨ªntima e intensa del romanticismo, especialmente directa en el aliento po¨¦tico, tarso, trascendente y virtuosista del Concierto en la menor, en la versi¨®n personal, entra?ada y virtuosista del maestro del piano Radu Lupu.
Barenboim entre nosotros
Staatskapelle de Berl¨ªn. Director: Daniel Barenboim. Solista: R. Lupu. Teatro Real, Madrid, 12 de julio.
El esp¨ªritu del 'lied'
Tanto en Mahler como en Schumann el esp¨ªritu sustancial del lied es fuente de vida del sinfonismo. Bien lo pudimos comprobar a lo largo de la Quinta Sinfon¨ªa mahleriana en la que, como en otras, circula por sus venas desde una intimidad radical que tornar¨¢ expansivo y grandioso el pensamiento que sin dejar de ser sustantivamente musical presenta connotaciones filos¨®ficas muy fuertes.
Biograf¨ªa, pensamiento, sensibilidad, problemas de distinto orden y natural af¨¢n monumentalista deciden el talante, la ampliaci¨®n instrumental y el gigantismo de las formas en un conjunto renovador de timbres y colores pero tambi¨¦n de estructuras capaz de imponerse, queramos o no, en nuestro ¨¢nimo despu¨¦s de hacerlo en el de los mismos int¨¦rpretes, tanto cuando canta largamente, como el c¨¦lebre Adagietto, como cuando se expresa rebelde, airado e incluso endemoniado; al abrirse a la luz o al aconcharse en la oscuridad.
Resolver semejante suma de frescor popular, esp¨ªritu atormentado, paisajes an¨ªmicos y geogr¨¢ficos, con una perfecci¨®n que los aparenta sencillos ha sido el triunfo del maestro Barenboim en esta sinfon¨ªa que empezamos a comprender en 1966 cuando Scherchen la dirigi¨® con la Nacional.
Triunfo claro, apote¨®sico, pues el grand¨ªsimo m¨²sico y humanista que habita en Barenboim ejerce con inusitada convicci¨®n la m¨¢s alta caridad de un int¨¦rprete para su audiencia: la de derramar claridad sobre nosotros. Formidable se mostr¨® la Staatskapelle berlinesa, hoy por hoy obra de quien la trabaja y vive con incesante voluntad de perfecci¨®n.
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