El detective salvaje
Conoc¨ª a Roberto Bola?o en 1975, cuando ¨¦l viv¨ªa en M¨¦xico. Nos encontramos en los jardines de la universidad, durante una premiaci¨®n de la revista Punto de Partida. Roberto se acerc¨® a Poli D¨¦lano y habl¨® con entusiasmo de literatura rusa y la nueva narrativa chilena. Alguien lo felicit¨® por su tercer lugar en poes¨ªa y coment¨® que, en todo caso, ameritaba una amonestaci¨®n. Ya hab¨ªa perfeccionado su ir¨®nica sonrisa en diagonal, llevaba espejuelos de lector insomne y confiaba sus cabellos a los trabajos del viento.
A los 22 a?os, Roberto formaba parte de la vanguardia infrarrealista, junto a Mario Santiago, Bruno Montan¨¦ y otros poetas que tomaron por asalto el palacio de invierno de la cultura mexicana y que, a?os despu¨¦s, aparecer¨ªan transfigurados como "visceralrealistas" en la novela Los detectives
El lector sabe que si se acerca demasiado a esa ventana se cortar¨¢ con los vidrios rotos
salvajes, situada en un M¨¦xico fantasmag¨®rico que el autor recorre con ayuda de una br¨²jula metaf¨ªsica. Roberto dej¨® M¨¦xico y cada tanto llegaban rumores que lo convert¨ªan en una figura de leyenda. Hab¨ªa tenido los oficios m¨¢s dispares, conoc¨ªa Par¨ªs hasta las alcantarillas, se hab¨ªa mudado a Barcelona, cambiaba la poes¨ªa por la prosa, ganaba numerosos premios modestos. En 1984, public¨® una novela escrita con Antoni Garc¨ªa Porta, Consejos de un disc¨ªpulo de Morrison a un fan¨¢tico de Joyce. Luego vinieron La pista de hielo y La senda de los
elefantes, pero no fue sino hasta 1996 que llam¨® la atenci¨®n de la cr¨ªtica con La literatura nazi en Am¨¦rica, inventivo diccionario de autores infames. A partir del ¨²ltimo de ellos, un piloto que escribe poemas en el cielo con la cauda de su avi¨®n, concibi¨® Estrella
distante, pieza maestra sobre la perturbadora colindancia entre el ultraje y la sofisticaci¨®n est¨¦tica. Seguir¨ªan, en vertiginosa sucesi¨®n, los cuentos de Llamadas
telef¨®nicas, Los detectives
salvajes, que le vali¨® el Premio Herralde y el Premio R¨®mulo Gallegos, las novelas breves Amuleto y Nocturno de Chile (renovada indagaci¨®n de la desconcertante convivencia entre el lirismo y la tortura) y los relatos de Putas
asesinas, entre otros libros. En la valoraci¨®n de esta galaxia fue decisivo el ojo de la cr¨ªtica. Acerca de Los detectives salvajes, Ignacio Echevarr¨ªa coment¨® que era "el tipo de novela que Borges hubiera aceptado escribir". La frase, que se repite en todos los idiomas a los que se traduce la obra de Bola?o, alude a la novela concebida desde el relato como una entrelazada obra coral.
Cada texto de Bola?o sugiere una experiencia vivida hasta la saciedad; los detalles son exactos y el lector sabe que si se acerca demasiado a esa ventana se cortar¨¢ con los vidrios rotos.
En una conversaci¨®n p¨²blica con Echevarr¨ªa, Roberto subray¨® su aprecio por la valent¨ªa. Alguien le pregunt¨® si pod¨ªa probar la suya y contest¨® con una evasiva; no quiso ufanarse de la forma en que sobrellevaba una enfermedad atroz. Con estoicismo, muchas veces con humor negro, se refer¨ªa a su salud precaria y a su carrera contra el tiempo para concluir el libro de cuentos El gaucho insufrible y una novela a¨²n m¨¢s tit¨¢nica que Los detectives salvajes. No sab¨ªamos hasta qu¨¦ punto escrib¨ªa bajo la sombra de la muerte, con el callado hero¨ªsmo del valiente, y el apoyo a ultranza de su esposa Carolina. Conversador mesm¨¦rico, participaba en las tertulias con centralidad y pod¨ªa revelar minucias inauditas sobre la poes¨ªa medieval, los asesinos seriales, los trovadores alemanes o los ide¨®logos de la falange.
Polemista natural, convert¨ªa el afecto en discusi¨®n y explotaba con ingenio las posibilidades de la arbitrariedad y el disparate.
Sus llamadas telef¨®nicas pod¨ªan durar dos horas y tratar de actrices de su juventud en M¨¦xico (Jacqueline Andere, Ir¨¢n Eory), las proezas de sus hijos o un sue?o en el que Carlos Fuentes contaba chistes divertidos. No hablaba por un asunto definido: hablaba por la pasi¨®n de hablar, como sus mejores personajes.
Roberto Bola?o nunca pareci¨® necesitar gu¨ªa ni orientaci¨®n. Un pionero que despreciaba los mapas. Deja una obra que es un torrente de vida. Otro grande de Chile, Vicente Huidobro, anunci¨® que si alguien levantara su l¨¢pida ver¨ªa el mar. La muerte no conoce el triunfo ante el poeta. Al fondo de esa tumba se ve el mar.
Juan Villoro, escritor mexicano, es autor de Efectos personales o La casa pierde, entre otros libros.
Babelia
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