Exquisito y distante

La fascinaci¨®n que ejerce Pierrot no se limita al entorno musical. Sectores afines de los p¨²blicos m¨¢s variados, y en especial el de las artes pl¨¢sticas, se ven atra¨ªdos por una obra representativa de unos hallazgos ling¨¹¨ªsticos y expresivos en un mundo culturalmente en cambio. No est¨¢ de m¨¢s recordar que se estren¨® en 1912, y tampoco que los valores instrumentales y coloristas del reducido grupo de c¨¢mara se sit¨²an, como m¨ªnimo, al mismo nivel que la novedad narrativa entre lo cantado y lo declamado que desarrolla la protagonista.

Barenboim une a sus condiciones de director de orquesta y pianista una innata facilidad para hacer m¨²sica en compa?¨ªa. Su musicalidad e inquietudes se perciben, de una manera especial, en el repertorio del siglo XX, desde Messiaen hasta Piazzolla y, por supuesto, Sch?nberg. Su direcci¨®n de Pierrot participa de ese instinto natural, aunque, a mi modo de ver, la intensidad instrumental y el ramillete continuo de sugerencias de todo tipo de la obra se quedaron sin salir del todo a flote. Esta lectura un tanto cansina y apagada condicion¨® el conjunto de la representaci¨®n, lo cual no impide reconocer que fue de una pulcritud admirable. Anat Efraty realiz¨® un gran trabajo como cantante y especialmente como actriz, sin llegar a transmitir en plenitud el carisma, o, si se prefiere, el misterio po¨¦tico de su personaje. Todo fue musicalmente bien, pero quiz¨¢s sin ese puntito de emoci¨®n desde una perspectiva del pensamiento. "Muy intelectual y poco canalla", dec¨ªa un espectador a la salida del Real, aludiendo a una sensaci¨®n de cierta frialdad exquisita.