El libro prohibido del conde explorador
En casual coincidencia con la redada policial de libros nazis que en un exceso de celo ha incluido hasta t¨ªtulos de J¨¹nger, por fin ha ca¨ªdo en mis manos Con el ej¨¦rcito de Rommel en Libia, la obra que casi le cost¨® la vida al conde Alm¨¢sy, el explorador h¨²ngaro de las inmensidades de arena en el que se bas¨® El paciente ingl¨¦s. En sus p¨¢ginas, el autor describe, entre otros episodios sensacionales, varios encuentros con el zorro del desierto -de cuyas manos recibi¨® la Cruz de Hierro-, incursiones con su unidad especial de comandos en autom¨®viles Ford, un combate a¨¦reo realizado por el as de caza alem¨¢n Hans Marseille que Alm¨¢sy -que conoc¨ªa personalmente al extraordinario piloto- sigui¨® desde tierra en medio de un campo de minas, y, en un curioso gui?o del destino, el interrogatorio al que someti¨® ¨¦l mismo a un aviador ingl¨¦s con espantosas quemaduras, medio siglo antes de que el novelista Ondaatje imaginara para el propio Alm¨¢sy -fallecido en realidad de disenter¨ªa amebiana- un final similar, abrasado entre confesiones y recuerdos rom¨¢nticos del gran Mar de Dunas.
Alm¨¢sy, el aventurero del desierto, narr¨® en una obra censurada sus haza?as b¨¦licas bajo el mando de Rommel
He le¨ªdo el libro de Alm¨¢sy, que combina las haza?as b¨¦licas con el amor al desierto y sus misterios y los conocimientos para sobrevivir en ¨¦l (por ejemplo la importancia de descifrar bien los rastros de veh¨ªculos y los excrementos de camello), en las ardientes extensiones de la playa de Coma-ruga, de espaldas al mar y sin crema ni gorro -para ambientarme-, con el viejo mapa del Sahara oriental extendido en toda su amplitud sobre la arena para disuadir a quienes trataban de acercar demasiado sus toallas.
En feliz sinton¨ªa, he dado cuenta tambi¨¦n de una entretenida novela reci¨¦n aparecida sobre una de las grandes obsesiones del aventurero magiar (y misterio arqueol¨®gico de primera magnitud): la b¨²squeda del ej¨¦rcito del rey persa Cambises II sepultado seg¨²n Herodoto (Historia, III, 26) durante el desayuno por una gran tempestad de arena hace 2.500 a?os en su marcha contra los amonitas del oasis de Siwa -El enigma de Cambises, de Paul Sussman (Plaza & Jan¨¦s, 2003)-. A Alm¨¢sy, que dedic¨® sus ¨²ltimos a?os a rastrear el ej¨¦rcito perdido, le hubiera encantado el estremecedor pasaje de este thriller arqueol¨®gico ¨¤ la Manfredi en el que se desentierra a los guerreros, millares de ellos, momificados por la arena del qibli, el abrasador viento del Sur, con sus caballos, sus armas y estandartes.
Parece l¨®gico que una obra como Con el ej¨¦rcito de Rommel en Libia, en la que el polifac¨¦tico conde explicaba en 1943 con tono entusiasta sus muchas haza?as b¨¦licas enrolado en el Afrika Korps -como asesor del mariscal en materia de desierto, agente de inteligencia y jefe de aventureras patrullas alemanas tras la l¨ªneas enemigas-, fuera un argumento de peso al enjuiciarle los rusos y los comunistas h¨²ngaros despu¨¦s de la guerra. El caso es que L¨¢szlo Ede Alm¨¢sy, Teddy para la familia, acusado de escribir "propaganda fascista" pudo evitar finalmente el pared¨®n -no as¨ª una soberana somanta de bofetadas- gracias, seg¨²n algunas fuentes, al clamor de los eruditos y, seg¨²n otras, a la intervenci¨®n de los servicios secretos aliados, para los que habr¨ªa realizado alguna faena como agente doble.
Un libro reciente e indispensable, The hunt for Zerzura. The lost oasis and the desert war, de Saul Kelly (Londres, 2002), sugiere que fue el MI6 brit¨¢nico quien le rescat¨® en 1947 para que proporcionara informaci¨®n de los antiguos servicios de inteligencia h¨²ngaros y alemanes. Kelly describe con tintes dignos de Le Carr¨¦ la huida de Alm¨¢sy en autom¨®vil (fue un gran piloto de coches y no s¨®lo de aeroplanos) por las calles de Roma hacia el aeropuerto, donde deb¨ªa tomar un avi¨®n rumbo a El Cairo, perseguido por un pu?ado de pistoleros del NKVD.
En fin, dec¨ªa que me he hecho con ese libro de Alm¨¢sy que fue radicalmente prohibido en Hungr¨ªa (hasta 1999 no fue reeditado) y perseguido con tal sa?a que incluso al Tribunal Popular que juzg¨® al conde le cost¨® conseguir un ejemplar. Para ser fieles a la verdad, he de se?alar que el libro lo ten¨ªa hace ya tiempo -gracias a un viaje de Pujol a Budapest-, pero, desgraciadamente, en h¨²ngaro (Rommel sereg¨¦n¨¦l l¨ªbi¨¢ban), del que no entiendo ni papa. As¨ª que hay que comprender con qu¨¦ alegr¨ªa recib¨ª el otro d¨ªa un ejemplar ?en ingl¨¦s! traducido y editado (2001) por un entusiasta de Maryland empleado de la Librer¨ªa del Congreso que afirma haber ca¨ªdo ¨¦l tambi¨¦n bajo el embrujo de Abu Ramla, el padre de las arenas (Alm¨¢sy), y "la llamada del Gran Desierto".
Es cierto que la foto de la portada, en la que aparece Alm¨¢sy ante un paisaje de dunas con un sobrio uniforme del ej¨¦rcito h¨²ngaro y una expresi¨®n adusta dignos ambos de un funcionario de Correos habsb¨²rgico estre?ido, tira para atr¨¢s. Pero el libro es interesant¨ªsimo. Deplorablemente progerm¨¢nico y proitaliano, eso s¨ª -con brindis a Rommel y cantos de "Panzer rollen in Afrika vor..."-, aunque Alm¨¢sy sosten¨ªa que lo que le interesaba era encontrar el ej¨¦rcito perdido de Cambises y Rommel, simplemente, "me proporciona la gasolina".
La verdad es que Alm¨¢sy, que ya luch¨®, como h¨²sar y piloto, en la I Guerra Mundial, demuestra en su libro una inquietante vena castrense. Yo nunca lo hab¨ªa tenido por pusil¨¢nime, pero de ah¨ª a descubrir que derrib¨® a tiros un avi¨®n agazapado tras una palmera en un oasis, como un personaje de Los escorpiones del desierto, de Hugo Pratt... Mi episodio favorito es cuando Alm¨¢sy captura un blindado tras enca?onar al oficial ingl¨¦s y conminarle a la rendici¨®n con una frase que el explorador h¨²ngaro recordaba de las pel¨ªculas de Hollywood de g¨¢nsteres: "Stick'em up!". Tambi¨¦n me ha emocionado el cap¨ªtulo en el que explica sus experiencias de vuelo sobre el desierto con la avioneta Fieseler Storch Cig¨¹e?a, el mismo tipo de aparato con el que rescat¨® a Mussolini Otto Skorzeny. Por cierto, Alm¨¢sy, que parece haberse implicado en la ultrasecreta secci¨®n de misiones clandestinas de la Luftwaffe, Kampfgesscheswader 2000, debi¨® de conocer al jefe de comandos de las SS, bajo cuyo control estaba esa unidad...
Leer las aventuras b¨¦licas de Alm¨¢sy ha sido como desenterrar el ej¨¦rcito de Cambises: ?tanta guerra sepultada bajo la dorada piel del desierto! Pero al viejo conde de las arenas le redime, latiendo tras las peripecias de hombre de armas, una a?oranza por los viejos d¨ªas de exploraci¨®n y oasis perdidos, aquellos d¨ªas de belleza y silencio, y de t¨¦ aromatizado con esencia de rosas.
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