Jord¨¢n
Estaba de viaje cuando se produjo el ¨®bito de Frederic Jord¨¢n y no pude acompa?ar a su familia en el entierro. Sab¨ªa que estaba muy enfermo y desde hac¨ªa bastante tiempo, aunque cuando hace meses le pregunt¨¦ a Berta c¨®mo estaba, me dijo que bien, quiz¨¢s con ese ¨¢nimo decente de quienes guardan para s¨ª lo peor para que los amigos no se preocupen por lo irremediable. Quiero pues, ahora, con la distancia que unos pocos d¨ªas me brinda, recordar en su homenaje datos que trascienden al propio personaje y que le confieren el valor de algo que siempre fue escaso entre nosotros, casi como rara avis en el parco movimiento civil comprometido con la construcci¨®n de una sociedad valenciana leal con la naci¨®n frustrada que nunca lleg¨® a destino: ¨¦l pertenec¨ªa a esa porci¨®n de gente que asume responsabilidades en la acci¨®n civil organizada dirigida a lograr un bien social sin contrapartida econ¨®mica o pol¨ªtica, es decir, a la sociedad civil, o si queremos dejarnos de eufemismos, con t¨¦rminos que abarcan demasiado para explicar lo m¨¢s sencillo, a la sociedad leal con el humanismo, la identidad colectiva y la dimensi¨®n comunitaria que enriquece la vida en sociedad.
No de otra manera habr¨ªa que entender su dilatada entrega a una entidad -la Societat Coral El Micalet-, donde lo fundamental siempre fue la acci¨®n social desinteresada y sin ¨¢nimo de lucro en campos como la ense?anza de la m¨²sica, la promoci¨®n de la cultura, el encuentro de lo diverso, el teatro y la identidad de una ciudad extraviada entre el cosmopolitismo y el abuso de la banalidad folcl¨®rica y sin alma.
Que El Micalet fuese, adem¨¢s, el primer lugar de la ciudad de Valencia donde se abr¨ªan paso a primeros de los setenta un proyecto de m¨²sica aut¨®ctona (Els Dimarts de El Micalet) y la reuni¨®n de buena parte del valencianismo democr¨¢tico incipiente, corrobora que la entidad -y con ella el equipo que la anim¨®, en el que Jord¨¢n fue siempre punto de referencia-, no se limit¨® a cumplir con sus vetustos objetivos sino que se abri¨® a lo que constitu¨ªa una necesidad: sin concursos como el de El Micalet las cosas habr¨ªan sido mucho m¨¢s dif¨ªciles y, precisamente, por no ser esa la t¨®nica de las entidades de la ciudad del mismo estilo y tradici¨®n, la historia ha arrojado resultados bastante mediocres.
Por ello la figura del amigo que desaparece, m¨¢s all¨¢ de su meritoria entrega a la acci¨®n cultural, se agranda y proyecta sobre ese desierto capitalino. Por ello, pues, la p¨¦rdida de este patriota valenciano no lo es s¨®lo para sus deudos y amigos, sino para la peque?a llama que ard¨ªa en el coraz¨®n de una ciudad que se esconde de su yo hist¨®rico.Vicent.Franch@eresmas.net
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.