Suicidio
El suicidio ocurre cuando un dolor supera los recursos para aliviarlo. Es sencillo: se ve a diario, y sin embargo se nos enreda, como todo, con las argucias sociales. A¨²n oigo en alguna radio hablar del desgraciado y traidor funcionario brit¨¢nico y decir que el suicidio siempre es producto de la locura. Algo que se invent¨® para enterrar "en sagrado" al suicida querido. Hay psic¨®logos que argumentan que el que se suicida est¨¢ loco porque pierde el instinto de supervivencia: como si no luch¨¢ramos todos cada d¨ªa con nuestros instintos. La prohibici¨®n del suicidio, que se pinta como algo peor que el asesinato (y no lo es: disp¨®ngase de uno mismo, y nunca del otro), se produjo cuando el dolor superaba su instinto de vivir: si se hubieran suicidado, la mano de obra esclavista o de subsistencia y la bestialidad del guerrero se hubieran perdido. Como no hab¨ªa mayor castigo en vida, se invent¨® el dolor post m¨®rtem en la eternidad, que tampoco existe. Qu¨¦ miserable invento el del infierno eterno: cu¨¢ntos miles de millones de vidas han sido desgraciadas por esas creencias de la econom¨ªa del poder.
David Kelly, alto funcionario de Defensa, era un canalla, dicho sea con el respeto que merece un muerto. Un muerto canalla. Que se sepa, falsific¨® documentos sobre el armamento inexistente en Irak, y ayud¨® a iniciar el asalto criminal contra los ciudadanos de ese pobre pa¨ªs. Luego lo revel¨® a la BBC, con lo cual traicion¨® a quienes le hab¨ªan encargado esa falsificaci¨®n. El dolor de ser descubierto y el miedo a un castigo que podr¨ªa llegar a la prisi¨®n le superaron. Supongamos que se suicid¨®, hasta que el juez lord Hutton lo aclare, si le dejan: se trata de que no investigue sobre los motivos de la guerra, y ¨¦l ha contestado que har¨¢ lo que quiera: es independiente. Lo veremos. Si alguien le priv¨® del sentido con los barbit¨²ricos que se encontraron junto al cad¨¢ver, y luego le cort¨® las venas y dej¨® al lado el cuchillo, puede que pase inadvertido. Ya no existe el Padre Brown, y obedecer¨ªa al ordinario de la di¨®cesis. Y Sherlock Holmes no tendr¨ªa su famosa deducci¨®n, entontecido por las drogas de dise?o.
Para la gente, el culpable es Blair: la afici¨®n por el mutante pol¨ªtico laborista ha ca¨ªdo, como la de Bush (?Aznar? Bien, gracias). Pero una gran parte de ciudadanos a¨²n apoya a sus jefes. Es grave. Que decaiga la ¨¦tica, la moral, la deontolog¨ªa del jefe, es frecuente. Que caigan las p¨²blicas es m¨¢s grave.
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