Epopeyas de artista en el siglo XX
No es casualidad que ante un horizonte planetario de creciente democratismo antropol¨®gico la figura del artista contin¨²e guardando, a lo largo del siglo XX, el aura de la excepci¨®n: acentuada, maldita y sacralizada a la vez. Si a la pregunta de c¨®mo se hace un individuo suele responderse hoy por acumulaci¨®n an¨®nima, a la pregunta de c¨®mo se hace un artista este libro de ensayos de Blas Matamoro responde haciendo cruzar "la novela familiar" que Freud invent¨® con el reverberante universo de la exigencia p¨²blica de la creaci¨®n est¨¦tica: desde Goethe, Domingo Faustino Sarmiento y Chateaubriand hasta los Mann, los Proust o los Baroja. Hay un eje, que es Freud, en -al menos- dos vertientes: como productor de conceptos y como h¨¦roe ¨¦l mismo de una peripecia familiar extra?amente reveladora: la de su familia y su instituci¨®n facetada en sue?os, lapsus y recuerdos propios. Y, adem¨¢s, sus gustos: "M¨²sica y psicoan¨¢lisis: las canciones que me ense?¨® mi madre" constituye un s¨®lido y riguroso esbozo te¨®rico acerca de la dif¨ªcil vinculaci¨®n entre la inquisici¨®n psicoanal¨ªtica, que presupone un sujeto, y la m¨²sica, que ser¨ªa "af¨ªn al psicoan¨¢lisis" pero anterior a ese sujeto.
PUESTO FRONTERIZO. ESTUDIOS SOBRE LA NOVELA FAMILIAR DEL ESCRITOR
Blas Matamoro
S¨ªntesis. Madrid, 2003
301 p¨¢ginas. 15,15 euros
Tres son los puntos principales que Matamoro explora con la exactitud y pasi¨®n literarias que caracterizan su imprescindible y extensa obra cr¨ªtica, iniciada en su Buenos Aires natal y continuada en Madrid desde 1977: ?cu¨¢ndo aparece -c¨®mo se registra- una vocaci¨®n?, ?cu¨¢l es el significado de la escritura?, ?qu¨¦ sentido atribuye el artista en formaci¨®n a esa "voz-otra cuya identidad se desconoce pero cuya autoridad se acepta"?
Matamoro busca respuestas a estas preguntas en los protocolos proliferantes de los g¨¦neros de la memoria: diarios, correspondencias, confesiones, memorias, recuerdos. De hecho, la novela familiar a la que alude el t¨ªtulo aparece aqu¨ª, novedosamente, como resultado hasta cierto punto aut¨®nomo de los cruces de esos g¨¦neros, y como indicio de una de las m¨¢s contradictorias caracter¨ªsticas de la modernidad cl¨¢sica del siglo XX: al tiempo que las diversas artes disolv¨ªan, esfumaban, retaceaban o fracturaban el rastro de una individualidad creadora reconocible, los creadores extend¨ªan a espacios subalternos del gran arte y la gran literatura esas obstinadas huellas menguantes de una autor¨ªa en te¨®rica extinci¨®n.
Estos estudios no reh¨²yen
el problema que tal contradictoria caracter¨ªstica plantea: al contrario. Sit¨²an esa bifurcaci¨®n entre impersonalidad art¨ªstica y biografismo creciente como centro de reflexi¨®n a trav¨¦s de una expl¨ªcita "huida del psicologismo": "El modelo Sainte-Beuve conf¨ªa en poder desglosar una vida sin obra de una obra sin vida, haciendo de la primera lo central y causal y de la segunda, lo perif¨¦rico y derivado. M¨¢s bien he preferido invertir el recorrido, pensando que un escritor tiene vida (estrictamente: suma de posibles relatos biogr¨¢ficos) porque tiene obra, y que si resulta factible articular dichas narraciones es porque los textos del escritor proporcionan modelos y orientaci¨®n" (p¨¢gina 8). Que a esa vida escrita se le llame "novela familiar" tiene que ver, como se ha se?alado m¨¢s arriba, con la irradiaci¨®n del concepto freudiano: la neurosis se suelda con la subjetividad adulta en esa "empresa inacabable a la que pondr¨¢ fin la muerte" (p¨¢gina 9).
En Freud, la mente de un moralista, Philip Rieff dice que ese nuevo g¨¦nero psicoanal¨ªtico es radicalmente democr¨¢tico -ya que a todos compete-, aunque su modelo, como se?ala Matamoro, fue extraordinario: la "novela educativa, de formaci¨®n, instructiva" (p¨¢gina 10) que Goethe proporcion¨® a Freud. Matamoro extiende tal v¨ªnculo hasta interpretar el psicoan¨¢lisis mismo como "antropolog¨ªa de la imperfecci¨®n de cu?o rom¨¢ntico". En esta v¨ªa paralela entre la disciplina freudiana y la cr¨ªtica literaria, ambas se sit¨²an en un "puesto fronterizo" que opera por contrastes: "Hay un punto de encuentro que Freud se?ala entre el camino que sigue el ni?o que juega y el artista que hace como ni?o que juega: el primero inventa su adultez; el segundo, su infancia. Quiz¨¢ la secci¨®n de ambos itinerarios sea la forma est¨¦tica" (p¨¢gina 13).
En Puesto fronterizo, esa secci¨®n es, adem¨¢s, el resultado de sucesivas y fuertes intervenciones en las que Matamoro dibuja su propia novela familiar. All¨ª la infancia se transforma, sobre todo, en una particular¨ªsima y elocuente constelaci¨®n de lecturas: la de la tradici¨®n europea en el encuentro singular -hist¨®rico y te¨®rico- con una l¨²cida tradici¨®n americana que aqu¨ª se sostiene y representa: una tradici¨®n de la aproximaci¨®n ir¨®nica m¨¢s que de la confluencia reverencial. La frontera a la que alude el t¨ªtulo no parece entonces s¨®lo un puesto -o una proclama m¨¢s o menos multicultural- sino la condici¨®n misma de la cr¨ªtica.
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