Pestuncios
Viven en Villapeste, se alimentan de cerdo con alubias, ri?ones y chucrut ali?ado con laxante, no se lavan jam¨¢s y lo que m¨¢s les gusta en rebozarse en su propio excremento, hozar en toda clase de inmundicias y hacer competiciones de ventosidades, vomitonas, diarreas y eructos. Si todav¨ªa no han o¨ªdo hablar de ellos, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano (sobre todo si tienen en sus casas criaturas de cinco a diez a?os) acabar¨¢n sufriendo su apestosa presencia, porque la gracia de estos simp¨¢ticos mu?ecos est¨¢ en que cada uno (cada horrible pestuncio) hiede de una manera singular, y eso a los ni?os les atrae de manera irresistible, ya saben. Son 24 pestes diferentes que van desde Luis Pesteap¨ªs a Fred Boca de Pez. Una delicia que nos llega de Estados Unidos y que en nuestro pa¨ªs distribuye la empresa Giochi Preziosi.
A estas alturas del verano, los pestuncios inundan el mercado. Son un ¨¦xito comercial, un puntazo, la bomba. ?Qu¨¦ otra cosa se puede ofrecer a un ni?o? ?Qu¨¦ podemos venderle? ?Qu¨¦ producto mejor que un mu?eco de mierda? A los ni?os les encanta la mierda. Privarles de la mierda, amonestarles cuando tocan mierda o reprimirles cuando intentan comerla es un acto, dir¨¢n los directivos de Giochi Preziosi, profundamente reaccionario. El ni?o que se cr¨ªa entre pestuncios sabr¨¢ apreciar en todo su valor, cuando sea un ciudadano con derecho a voto, el alba?al cat¨®dico de Javier Sard¨¢ (ese pestuncio), la sobaquina de los Grandes hermanos o la m¨²sica pest¨ªfera de O.T. Luego podr¨¢ votar (sin ni siquiera taparse la nariz, como los italianos cuando a¨²n ten¨ªan olfato, antes de Berlusconi) cualquier lista apestosa de cualquier honorable partido corrompido hasta el tu¨¦tano.
Es curioso. Los responsables de la compa?¨ªa que produce estas mierdas de pestuncios (la palabra juguete es demasiado hermosa como para aplic¨¢rsela) tienen la misma reacci¨®n que los ejecutivos de las productoras que producen la mierda televisiva que tragamos. De repente se ponen exquisitos y no quieren o¨ªr hablar de mierda o de basura. De pronto ni la mierda ni la basura existen. Los chicos de La Trinca se ponen dignos. Ellos saben que a todos, en el fondo, la mierda nos atrae. Y ellos son vendedores de mierda. Nos dan lo que queremos.
Pero todo es mentira. Y, como afirma el dicho, antes se coge al mentiroso que al cojo. El mentiroso canta. El mentiroso es tambi¨¦n (y ante todo) un pestuncio. La gran peste de la ¨²ltima guerra de Irak es la versi¨®n global (y la versi¨®n letal para miles de seres inocentes) del maldito pestuncio. Las guerras se alimentan de patra?as, de armas de destrucci¨®n masiva que s¨®lo Aznar se cree. Nuestras televisiones se alimentan tambi¨¦n de patra?as. La m¨¢s grande consiste en afirmar que la televisi¨®n nos ofrece basura a destajo porque s¨®lo nos gusta la basura. Lo acaba de desmentir Paco Escribano, que estuvo hace unos d¨ªas en San Sebasti¨¢n. Escribano es el responsable de que la televisi¨®n p¨²blica catalana haya conseguido alcanzar con sus documentales en prime time un 25 % de cuota de pantalla a costa de eliminar los programas del coraz¨®n. Despu¨¦s de esto, cuando alguien les asegure que los documentales s¨®lo se pueden emitir en lo m¨¢s hondo de la madrugada, le podr¨¢n contestar: ?y un pestuncio!
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