?Qu¨¦ mansada de Navalrosal!

Otra mansada que a?adir al curr¨ªculo de las nocturnas. ?sta es la segunda del presente a?o en Las Ventas. No se sabe si es coincidencia, casualidad o alevos¨ªa. En este segundo caso adem¨¢s en grado superlativo, ya que el juego fue como tirando a pobre. Demasiado tal vez para tres aspirantes a ser alguien en el planeta taurino. Al terminar el pase¨ªllo se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Miguel Mateo, Miguel¨ªn.

De todas maneras, la mansada no desanim¨® a la gente a dar cuenta de las numerosas viandas que llevaron consigo. As¨ª como a acudir en familia o en grupo de amigos, por ver qu¨¦ se cuece en la cantera, qu¨¦ color tiene el futuro y qui¨¦n puede funcionar o poner de vuelta y media el tema de la cuesti¨®n.

Andr¨¦s Revuelta salud¨® a su primero con lances de capote, algunos mecidos, de suave apunte y una media ver¨®nica pinturera. El novillo lleg¨® a la muleta embistiendo con franqueza, pero con las fuerzas muy justas y un gazapeo bastante molesto que hac¨ªa dif¨ªcil lo de reunirse, ligar las series y rematar por abajo. Eso no le impidi¨® dejar que vi¨¦ramos alg¨²n natural o redondo de buen trazo. El segundo de Andr¨¦s Revuelta se le par¨® descaradamente y apenas le permiti¨® esbozar un lance o un muletazo bien compuesto, interpretado con gusto y buenas maneras.

Miguel Murillo se presentaba en Las Ventas, y lo hizo atiz¨¢ndole tres largas cambiadas a su primer novillo, a la altura de las rayas del tercio del tendido 10. La faena de muleta fue entusiasta, voluntariosa y bullidora mientras que el novillo meti¨® el morro. Tuvo que v¨¦rselas con una res de mansedumbre tan elevada que se gan¨® el deshonor de las banderillas negras, con el que estuvo valent¨®n y consciente. Roberto Gal¨¢n, en su primero, mansito, realiz¨® una faena aseada y correcta, con suficiente oficio; y en el sexto se peg¨®, dicho en castizo, un arrim¨®n ante el marmolillo. Para rematar la obra con una estocada de muy buena ejecuci¨®n.