M¨¢s sobre la religi¨®n y la escuela

A prop¨®sito de la carta del se?or V¨ªctor M. S¨¢nchez Gonz¨¢lez (La religi¨®n y la escuela), es muy significativo que el n¨²cleo de su tesis, es decir, el derecho de cada uno a escoger la formaci¨®n que estime conveniente, omita el elemento esencial: el sujeto agente y el sujeto paciente de tal derecho no son el mismo. Tal concepci¨®n, si nos ajustamos a la realidad, deber¨ªa ser reformulada como "el derecho de los padres a elegir para su hijo la formaci¨®n que m¨¢s se adecue a su criterio".

Teniendo en cuenta que tal concepci¨®n est¨¢ respaldada por los acuerdos firmados con la Santa Sede, cualquier refutaci¨®n de la misma no podr¨¢ apelar a la legalidad vigente, pero s¨ª, en cambio, a una cuesti¨®n anterior que no parece merecer la consideraci¨®n de nadie: el hecho de que la escuela p¨²blica es una instituci¨®n de titularidad p¨²blica y, por lo tanto, una cuesti¨®n de inter¨¦s p¨²blico, y no s¨®lo familiar. Por ello, a m¨ª s¨®lo me resta preguntarme en virtud de qu¨¦ principio puede el Estado aceptar que los padres asuman las atribuciones que, en materia religiosa, algunos reclaman. No, desde luego, en nombre de la tan cacareada defensa de la escuela p¨²blica, pues admitir que la presi¨®n de la educaci¨®n familiar pueda llegar hasta un ¨¢mbito estrictamente p¨²blico como debe ser el de la escuela, no deja de suponer una cierta privatizaci¨®n de la misma.

Si es cierta la tesis del autor de la carta, no queda m¨¢s remedio que concluir que tal situaci¨®n es consustancial a la democracia misma.