Ocupaci¨®n para los sun¨ªes, liberaci¨®n para chi¨ªes y kurdos
Los errores minan el prestigio de las tropas de EE UU en aquellas zonas donde todav¨ªa cuentan con el apoyo de la poblaci¨®n
En Bagdad y Tikrit, en toda la zona central de Irak, ven a los estadounidenses como ocupantes; en el sur chi¨ª o en el norte kurdo, como libertadores. Es el mapa del sentimiento que coincide con la reciente historia del pa¨ªs. Los m¨¢s castigados por el r¨¦gimen de Sadam Husein sostienen que la presencia de las tropas extranjeras ser¨¢ necesaria durante meses (nunca a?os) para mantener la seguridad. Los sun¨ªes, que se adue?aron del poder y se repartieron las prebendas, son los grandes damnificados por un cambio en el que ya no son los protagonistas. La resistencia armada es, sobre todo, sun¨ª, y se concentra en el territorio que se extiende entre la capital, Tikrit y Ramadi. Tambi¨¦n la hay en Mosul, donde las tropas de Estados Unidos abatieron el 22 de julio a los dos hijos del dictador.
"Si los imames de Nayaf llamaran a la rebeli¨®n, se levantar¨ªa todo el sur del pa¨ªs"
En el sur, los incidentes son recientes, y se reducen a Kerbala, ciudad santa del chi¨ªsmo. El s¨¢bado y el domingo se produjeron sendas manifestaciones que acabaron a tiros. Hubo dos muertos y una de las balas lanzadas por los norteamericanos impact¨® en el minarete de la mezquita donde est¨¢ enterrado Husein, nieto de Mahoma y uno de los fundadores de esta rama del islam. L¨ªderes religiosos como Sayed Saad, administrador del templo, lo consideran una grave profanaci¨®n. "Si los imames de Nayaf [la otra ciudad santa] llamaran a la lucha contra el ocupante, habr¨ªa una gran insurrecci¨®n en todo el sur", dice Saij Sha al Asadi, estudiante isl¨¢mico, "aunque dudo de que eso suceda por el momento, porque no ser¨ªa bueno para el pueblo, pero la situaci¨®n puede cambiar".
D¨ªas antes de la llegada de los carros de combate estadounidenses a la capital, cientos de bagdad¨ªes aprovecharon el foco de las c¨¢maras de televisi¨®n extranjeras para proferir encendidas proclamas nacionalistas y ofrecer su sangre a Sadam. Cuando el 9 de abril cay¨® el r¨¦gimen y se derrib¨® con gran alharaca informativa la estatua del dictador en la plaza del Para¨ªso, otros ciudadanos, tal vez los mismos, gritaron su entusiasmo. Parec¨ªa el teatro de la supervivencia. Acostumbrados durante d¨¦cadas a rendir pleites¨ªa al poder, los iraqu¨ªes parec¨ªan capaces de sustituir en pocas horas los nombres de sus l¨ªderes sin modificar los gestos ni las proclamas.
Desde ese 9 de abril victorioso se han acumulado errores t¨¢cticos que han ido minando el prestigio de las tropas y alentando la resistencia. No prever los saqueos de los primeros d¨ªas que devastaron edificios p¨²blicos, hospitales, el museo arqueol¨®gico y las ruinas de Babilonia o Ur, entre otras, inocularon en Irak el descr¨¦dito del ocupante y el virus de una inseguridad ciudadana desconocida en los tiempos del s¨¢trapa. A las once de la noche comienza el toque de queda, pero casi nadie sale de casa cuando se pone el sol. No es seguro. Han aumentado los delitos comunes y las violaciones. Las tropas se concentraron desde el primer d¨ªa en la protecci¨®n de los pozos de petr¨®leo y en los oleoductos.
El segundo error ha sido el fracaso en la restauraci¨®n de los servicios p¨²blicos esenciales como luz, agua o gas. "Cuando finaliz¨® la guerra del Golfo de 1991, Sadam Husein arregl¨® la electricidad de la capital en diez d¨ªas; el Ej¨¦rcito del pa¨ªs m¨¢s poderoso de la Tierra no lo ha logrado en tres meses", dice F., un iraqu¨ª que padeci¨® la represi¨®n. Una tercera equivocaci¨®n ha sido ubicar los centros de mando militar en los antiguos palacios presidenciales. "Una imagen que revela la actitud y la intenci¨®n del ocupante", asegura Deli Mutar, un fot¨®grafo iraqu¨ª.
Tampoco los estadounidenses han sido cuidadosos en el respeto de las costumbres. En Baquba murieron tres soldados que vigilaban el hospital infantil. Un desconocido les arroj¨® una granada de mano desde el tejado. Los habitantes de esta localidad, situada a 60 kil¨®metros al norte de Bagdad, se quejaron a los periodistas de que los militares jugaban a las cartas semidesnudos en el jard¨ªn del hospital a la vista de las mujeres. En Baquba no se hab¨ªan producido incidentes hasta que las tropas norteamericanas registraron la vivienda de uno de los jeques locales. En Tikrit, los jefes de las principales tribus denuncian robos de dinero. Y en el sur chi¨ª culpan a los soldados de entrar en las casas y registrar las habitaciones de las mujeres, algo que aqu¨ª se considera una falta de respeto.
El teniente coronel Bill Macdonald, responsable de prensa de la 4? Divisi¨®n de Infanter¨ªa, reconoce que no es f¨¢cil combinar la seguridad con el respeto de las costumbres. En la 1? Divisi¨®n de Infanter¨ªa, los marines afirman que fueron adiestrados antes de viajar en la lucha urbana y en el respeto de esas costumbres locales. Pero colocar bolsas en la cabeza de los detenidos, atarles las mu?ecas a la espalda con cinta aislante, tumbarles en el suelo, pisarles la cabeza y desnudarles son afrentas que la poblaci¨®n las siente como una humillaci¨®n. Son ya muchos, como Naji Yabara, jefe en Tikrit de la tribu Al Yabur, una de las m¨¢s importantes del pa¨ªs, los que comparan estas pr¨¢cticas con las del Ej¨¦rcito israel¨ª en Gaza.
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