Un cantero de Lleida, figura central de 'Los fusilamientos' de Goya
Un profesor aventura en el cantero Ruzcavado la identidad del patriota fusilado el 3 de mayo y retratado por Goya
Un enigma hist¨®rico parece a punto de ser desvelado. Surgi¨® hace ya dos siglos en un paraje solitario del oeste de Madrid. El misterio es el de la desconocida identidad de un hombre al que todo el mundo ha visto, gracias a un lienzo inmortal de Francisco de Goya, pero del que nadie, hasta hoy, sab¨ªa su nombre. Un profesor de Arte asegura tener indicios de qui¨¦n era aquel hombre que recibi¨® con bravura la muerte, el pecho iluminado por un fanal de luz, los brazos de par en par abiertos y un grito desgarrado en los labios mentando, presumiblemente, el nombre de Espa?a. Veamos de qui¨¦n se trataba.
Hay en el occidente de Madrid, bajo la Rosaleda del parque del Oeste, un lugar apartado y sacro donde un crucial episodio de la historia de la ciudad duerme un profundo sue?o. De ¨¦l despierta ¨²nicamente dos d¨ªas del a?o, el 2 y el 3 de mayo, en que aquel suceso se conmemora con dos ceremonias que presiden, respectivamente, el alcalde de Madrid y el presidente del Gobierno regional.
En las primeras semanas del mes de mayo de 1808, el peque?o cementerio de La Florida, fundado en 1794 para acoger a empleados de obras reales, abri¨® sus puertas de tramada rejer¨ªa para recibir un atroz env¨ªo: los 43 cuerpos de otros tantos varones reci¨¦n pasados por las armas de los soldados extranjeros ocupantes de la ciudad.
Eran, aqu¨¦llos, los cad¨¢veres de algunos de los numeros¨ªsimos patriotas que por distintas zonas de la ciudad, Puerta del Sol, Palacio Real, V¨ªa Ancha de San Bernardo, hab¨ªan tomado escopetas de caza, hoces, guada?as y, arrojadamente, se echaron a la calle para combatir al altivo Joaqu¨ªn Murat, duque de Berg, virrey impuesto por el Napole¨®n captor del rey Carlos IV y de su hijo Fernando. Sus tropas yugulaban la ciudad. Murat nombraba ministros, depon¨ªa generales y agred¨ªa al pueblo de Madrid, al que tildaba, en sus fastidiosos bandos p¨²blicos, de populace. Su arrogancia no ten¨ªa l¨ªmite.
Muchos hijos de Madrid y otros lares quisieron parar los pies a sus tropas con las armas en la mano. Tras hostigar con denuedo a los ocupantes, se llevaron por delante a m¨¢s de 500 mamelucos egipcios, polacos y franceses; pero, ex¨¢nimes por el combate, algunos de los m¨¢s fieros resistentes espa?oles fueron desarmados de sus rudimentarios aperos, cercados y torturados en plena v¨ªa p¨²blica por la soldadesca francesa.
Los que no murieron all¨ª mismo fueron congregados en la calle de la Princesa y guiados hasta la monta?a del Pr¨ªncipe P¨ªo, no lejos del hoy palacio de La Moncloa, donde el fusilamiento de 43 de aquellos patriotas fue utilizado como rabioso escarmiento contra el pueblo de Madrid por el impostor Murat en la infausta noche del 2 al 3 de mayo. Una l¨¢pida de azulejos recuerda en el cementerio de La Florida aquel episodio, inmortalizado por Francisco de Goya en su celeb¨¦rrimo cuadro en el que aquellos hombres comparecen frente a un desalmado y maquinal piquete de ejecuci¨®n.
La figura central del lienzo corresponde a la de un var¨®n muy moreno, de cabello ensortijado y tez casi cetrina. Su jub¨®n blanco se ve iluminado por un gran fanal que los fusileros mantienen a sus pies. ?l, el hombre de las manos grandes, abre desorbitadamente sus ojos y grita con una violencia parigual a la del plomo que, en ese instante, se adentra en su cuerpo a¨²n joven y lo mata.
Goya, quien padeciera la honda escisi¨®n, vivida por los mejores hombres y mujeres de su generaci¨®n, entre patriotismo y revoluci¨®n, herida que le granje¨® el estigma de afrancesado, se hallaba a la saz¨®n fuera de Madrid. A su vuelta a la capital - seg¨²n algunas fuentes, en 1814- recogi¨® testimonios con los que pint¨® contrito aquel lienzo en el que algunos han cre¨ªdo ver la expresi¨®n suprema de los dramas de Espa?a.
Casi dos siglos despu¨¦s de aquel fusilamiento, surge una cada vez m¨¢s extendida afirmaci¨®n. "Existen fundados indicios que permiten aventurar la identidad del hombre que, con los brazos en cruz, recibe el impacto del plomo", dice Juan Manuel S¨¢nchez R¨ªos, catedr¨¢tico de Artes Pl¨¢sticas, que imparte sus clases en la Escuela Municipal de Escultura pared con pared del cementerio de La Florida.
"Presumiblemente, el hombre era Mart¨ªn de Ruzcavado", asegura. Su nombre figura entre los 43 inscritos en el muro que acoge en sepultura sus cuerpos, en la cripta del camposanto madrile?o. ?Por qu¨¦ era ¨¦l? "Se trataba de un cantero de profesi¨®n, de manos muy grandes, que a la saz¨®n contaba con unos 35 a?os. Proced¨ªa de una aldea pirenaica del Valle de Tor, en Lleida", explica S¨¢nchez R¨ªos. "Estaba casado y se signific¨® en las luchas de aquellos d¨ªas", cita la informaci¨®n acopiada en 1908 por Juan P¨¦rez de Guzm¨¢n en el primer centenario de los fusilamientos.
Y subraya: "Un joven de unos 20 a?os, Juan Su¨¢rez, logr¨® escapar a la muerte aquella noche en las mismas tapias de la monta?a del Pr¨ªncipe P¨ªo: con su testimonio fueron reconstruidos aquellos sucesos", recuerda S¨¢nchez R¨ªos, vicepresidente de los Veteranos de la Milicia Nacional, entidad que, mimosamente, custodia el recoleto cementerio de La Florida.
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