'Lo negre de la Riba'
Bajo este calor delirante cuesta poco imaginarse a la Moreneta cantando Je veux ¨ºtre noir de Nino Ferrer. La historia, incluida la de la literatura, est¨¢ llena de falsos negros. En el Museo Mar¨ªtimo de Barcelona se conserva uno de ¨¦stos, antiguamente muy celebrado con el nombre de negro de la Riba. Se trata de la figura de un indio iroqu¨¦s procedente del mascar¨®n de proa de un buque espa?ol de los siglos XVII o XVIII. ?quellos eran tiempos en que espa?oles, franceses, brit¨¢nicos y holandeses andaban a la gresca por el control del comercio mar¨ªtimo y de las colonias de Am¨¦rica del Norte. La gran naci¨®n iroquesa, como dir¨ªa B¨²falo Bill, se extend¨ªa por el actual estado de Nueva York y, hacia el norte, por Canad¨¢. Muchas de las tribus que la integraban fueron leales aliadas de los ingleses, lo que, a menudo, las hac¨ªa enemigas de los espa?oles.
El negro de la Riba, tras el desguace del barco en el que navegaba como mascar¨®n, no ha dejado de viajar por toda la ciudad
A mediados del siglo XIX, cuando se desguaz¨® el barco en que navegaba el mascar¨®n, la figura se hab¨ªa oscurecido de pies a cabeza, en un proceso inverso al de Michael Jackson. Una parte de los restos del buque fue comprada en el puerto de Barcelona por el botero Francesc Bonjoch. Adem¨¢s de su industria de confecci¨®n de botas de agua dulce para la navegaci¨®n, Bonjoch regentaba una de las entonces vilipendeadas pudes del muelle de la Riba, hoy muelle de la Barceloneta. ?stas eran unas oscuras tabernuchas o figones semiexcavados en el and¨¦n bajo de la Riba. A su puerta, co-loc¨® como reclamo la estatua que hab¨ªa rescatado de entre las maderas y que, tomada por la de un nativo guineano, en seguida fue llamada el negro de la Riba. Hasta all¨ª empezaron a llegar los barceloneses contempor¨¢neos de Cerd¨¤, para dirigirle, a modo de pasatiempo, unas cuantas invectivas al negro, en flagrante demostraci¨®n de lo que tiene de inofensiva la espontaneidad popular. Tambi¨¦n se convirti¨® en una especie de coco para los ni?os revoltosos (Vejas d'¨¦sser bon miny¨® si no vols que se t'emporti lo negre de la Riba, les dec¨ªan poco normativamente). Y el dramaturgo Pitarra le mencion¨® en su parodia de La Africana cuando quiso se?alar la fealdad de uno de los personajes: sembla'l negre de la Riba, tret de la proa d'un barco, escribi¨®, ya al margen de toda norma. Junto al negro de la Riba, se encontraba en el muelle una estatua de piedra levantada al dios Neptuno. Un periodista de la ¨¦poca imagin¨® la conversaci¨®n nocturna entre ambos personajes. A ra¨ªz de la reforma del muelle, las pudes desaparecieron y el negro de la Riba pas¨® a adornar un almac¨¦n de vinos, tambi¨¦n de la familia Bonjoch, pr¨®ximo al Tor¨ªn, la plaza de toros de la Barceloneta y la primera estable que hubo en la ciudad. Un gran y solemne paseo arbolado conduc¨ªa desde el muelle hasta el cementerio que hoy se llama cementerio Este, en Poble Nou. Tras abandonar aquel almac¨¦n de vinos, la pieza recal¨® en el portal de otra boter¨ªa de la familia instalada en dicho paseo. Poco despu¨¦s, fue a parar a un nuevo taller de los Bonjoch dedicado a lo mismo, en el ba-rrio de Sant Mart¨ª (tambi¨¦n conocido entonces como ciutat d'en Nyoca). Y, en su camino siempre hacia el noroeste, como las tortugas migratorias del lago Jackson, apareci¨® en una toneler¨ªa de Castillejos, 8 (molt prop dels Docks, apostillan las cr¨®nicas de la ¨¦poca), propiedad de Francesc Bonjoch, el ¨²ltimo descendiente del botero que lo descubri¨®. A ra¨ªz de la muerte de este descendiente en 1887, el semanario humor¨ªstico L'Esquella de la Torratxa public¨® un art¨ªculo sobre el c¨¦lebre negro: Tots saben de qu¨ª parlo. Tots los que'm llegeixen i tingan m¨¨s de quinze anys lo coneixen de vis-ta..., anota Joan Molas y Casas. En efecto, la gente no hab¨ªa olvidado la estatuilla, a pesar de los traslados. En una ocasi¨®n, fue reclamada por los vecinos de la Barceloneta para presidir un baile de carnaval y, con dicho motivo, el escultor Gamot le fabric¨® una peana de yeso. Entrado el siglo XX, el negro de la Riba regres¨® al paseo del Cementerio, donde, sus nuevos propietarios, la familia Payrols (o Pallarols), lo pusieron en una hornacina. Luego lo compr¨® el due?o de un taller de maquinaria, Josep Moragas, para adornar su torre del Carmel, pr¨®xima a la fuente de Fargas. Hay una foto de la fachada, con la estatua ya apostada, en la que puede leerse el letrero que reza: "?ste es el verdadero y famoso negro de la Riba". Los barceloneses que iban a merendar a aquella parte de la monta?a mantuvieron viva la tradici¨®n de visitar a la figura. En 1920, el propietario la traslad¨® a su taller del pasaje de Cabrinetty, 13, actual pasaje del General Bassols, de nuevo en las inmediaciones del cementerio Este. Fueron sus sobrinos, los hermanos Pla, quienes legaron la pieza al Museo Mar¨ªtimo en 1934, "amb molt bon acert", como observa Carreras y Candi en su art¨ªculo sobre esta donaci¨®n publicado el mismo a?o en el bolet¨ªn del Centre Excursionista Minerva, de la Barceloneta. Muchos a?os despu¨¦s, los restauradores del museo descubrieron que el negro era un indio americano y, como tal, est¨¢ exhibido junto a otros mascarones en una de las salas. Su enorme fama se ha diluido, pero a cambio ha vuelto a ser quien era. Tal vez se sienta como tambi¨¦n pueda sentirse en su fosa de Botswana el aut¨¦ntico negro de Banyoles.
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