?tica y prote¨ªnas
El coronel David Hogg, comandante de las fuerzas humanitarias norteamericanas desplegadas en Irak, se jactaba el otro d¨ªa de haber secuestrado a la mujer y a la hija de un militar iraqu¨ª en cuya casa dej¨® la siguiente nota: "Si quieres que liberemos a tu familia, entr¨¦gate". Al coronel David Hogg le parece normal utilizar como rehenes a miembros de la poblaci¨®n civil. Y a sus superiores, tambi¨¦n, pues no tenemos noticias de que haya sido destituido y puesto a disposici¨®n de la justicia. El coronel David Hogg y sus superiores, que hasta ahora actuaban como terroristas y se expresaban como miembros de una ONG, han empezado a hablar como act¨²an.
Estuve, tras leer la noticia, un par de d¨ªas atento a la pantalla, por si se produc¨ªa alguna reacci¨®n. Pero no ocurri¨® nada, por lo que supongo que el coronel Hogg continuar¨¢ secuestrando mujeres y ni?as en aquel lejano pa¨ªs ¨¢rabe, ya ves t¨² lo que nos importa a nosotros aquella gentuza. Despu¨¦s me olvid¨¦ del asunto (tampoco es tan dif¨ªcil, no exageren los moralistas), porque me hab¨ªa propuesto abrir esta serie de verano con un art¨ªculo hidratante que protegiera a los lectores de las quemaduras de la realidad. Pero hete aqu¨ª (qu¨¦ rayos querr¨¢ decir hete aqu¨ª) que me encontraba tumbado al sol, pasando el d¨ªa en una fant¨¢stica playa asturiana, cuando empezaron a llegar co¨¢gulos de fuel en tales cantidades que al poco est¨¢bamos de mierda hasta las rodillas. Los co¨¢gulos no ten¨ªan forma de galleta, pese a que Rajoy los llama de ese modo (qu¨¦ significativa asociaci¨®n, por cierto, entre la caca y la reposter¨ªa), sino de heces en forma de melena.
En la playa donde yo me solazo no hemos tenido m¨¢s remedio que aceptar la existencia real del chapapote, pese a los desmentidos de Cascos y su tropa
El caso es que al advertir que los esputos del Prestige y las declaraciones del coronel Hogg ten¨ªan la misma textura purulenta, mis neuronas vibraron y ya no pude detener la cadena asociativa. Disc¨²lpenme, pero es que me parece intolerable que esos oficiales, a cuyas ¨®rdenes est¨¢n las tropas espa?olas, vayan presumiendo por ah¨ª de raptar a mujeres y ni?as para doblegar al enemigo. En las pel¨ªculas hist¨®ricas de buenos y malos, a las que debemos parte de nuestra educaci¨®n sentimental, el malo actuaba como el coronel Hogg con la poblaci¨®n civil. Y lo odi¨¢bamos.
Pero tampoco hay que recurrir al cine para encontrar ejemplos capaces de poner los pelos de punta al mism¨ªsimo diablo. Ah¨ª est¨¢n los militares argentinos, acusados precisamente del secuestro de mujeres y ni?as. Dice el abogado de algunos de estos delincuentes que al principio las raptaban con buenas intenciones, como el coronel Hogg, pero luego, una vez que las ten¨ªan en comisar¨ªa, les aplicaban la picana y las violaban para matar el tiempo. Parece que una cosa lleva a la otra.
Ahora bien, yo creo que la decisi¨®n de autorizar la persecuci¨®n de estos violadores casi treinta a?os despu¨¦s de que hayan cometido sus cr¨ªmenes no es un triunfo de la justicia, como intentan hacernos creer, sino un fracaso de la econom¨ªa. A los argentinos les est¨¢n dando ¨¦tica porque no pueden darles prote¨ªnas. Nosotros, en cambio, nos tenemos que tragar las declaraciones del coronel Hogg, de quien somos aliados y c¨®mplices, porque comemos tres veces al d¨ªa. Ustedes ver¨¢n qu¨¦ prefieren, viene dici¨¦ndonos Aznar desde la cumbre de las Azores, si ¨¦tica o huevos fritos, porque yo soy incapaz de proveerles de las dos cosas a la vez. As¨ª que mientras los tipos de inter¨¦s se mantengan en los niveles actuales vamos a tragar chapapote moral por un tubo.
La experiencia, por fortuna, dice que la marea se retira m¨¢s tarde o m¨¢s temprano. Lo normal es que lo haga a las seis horas, pero a veces lo hace a los 20 a?os. Llegado ese instante, todo el mundo se sube al carro de la ¨¦tica, porque las prote¨ªnas, en cantidades industriales, tambi¨¦n cansan. De hecho, los mismos que en su d¨ªa alentaron y proporcionaron cobertura ret¨®rica a los GAL fueron los que m¨¢s levantaron la voz cuando la marea baj¨® y ya no hubo forma de ocultar los cad¨¢veres. El espect¨¢culo que nos est¨¢n dando ahora mismo, no importa a d¨®nde mires, es atroz, pero a cada cerdo le llega su San Mart¨ªn como a Urdaci le empiezan a llegar las sentencias judiciales. En la playa donde yo me solazo (qu¨¦ rayos querr¨¢ decir solazarse) nos han arrebatado la bandera azul y no hemos tenido m¨¢s remedio que aceptar la existencia real del chapapote, pese a los desmentidos de Cascos y su tropa. Todas las revoluciones empiezan con la ca¨ªda de una bandera, as¨ª que, paciencia y barajar.
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