La dolorosa belleza de Marlon Brando
Una nueva biograf¨ªa revela la compleja personalidad de un actor que revolucion¨® el arte de interpretar. Patricia Bosworth retrata a un Brando obsesionado con sus padres, adicto a la comida para renegar de s¨ª mismo.
Marlon Brando vive solo en Los ?ngeles, en su casa de estilo japon¨¦s de Mulholland Drive. Pasa las horas hablando por tel¨¦fono y enganchado a Internet. Le gustan los chats y, al parecer, visita secretamente las p¨¢ginas dedicadas a ¨¦l para corregir datos equivocados. An¨®nimamente se comunica con muchas personas. Tiene 79 a?os y un car¨¢cter paranoico. Trata con desprecio su oficio y si trabaja es por cantidades astron¨®micas de dinero. De vez en cuando come en su casa con Johnny Depp (un joven actor por el que siente debilidad) o sale a alg¨²n restaurante de Beverly Hills con su amigo el promotor de boxeo Larry King. Le gusta llamar a la famosa presentadora Oprah Winfrey para intercambiar detalles sobre sus aumentos y p¨¦rdidas de peso. Brando tiene un candado en su nevera. Su cl¨ªnica de adelgazamiento favorita est¨¢ en el Reino Unido, pero apenas la visita. Se refugia en la comida para calmar sus estados de ansiedad y sus continuas depresiones. Dicen que se hizo desde muy joven adicto a la mantequilla de cacahuete y a las hamburguesas. Las teor¨ªas m¨¢s simplistas lo achacan a que es hijo de alcoh¨®licos. Otras lo atribuyen a un fatal instinto: Marlon Brando odiaba su belleza.
A Brando no le gustaba Stanley Kowalski, el personaje que (primero en el teatro y luego en el cine) le convirti¨® en icono.
Patricia Bosworth, periodista de The New York Times y Vanity Fair, recoge en su biograf¨ªa sobre Marlon Brando (que en octubre edita en Espa?a Mondadori) la vida de un hombre que revolucion¨® el arte de actuar, que se atrevi¨® a cambiar las t¨¦cnicas tradicionales de declamaci¨®n y que gracias a muy pocos trabajos (b¨¢sicamente los de Un tranv¨ªa llamado deseo, ?Viva Zapata!, Julio C¨¦sar, La ley del silencio, El rostro impenetrable, La jaur¨ªa humana, El Padrino, El ¨²ltimo tango en Par¨ªs y Apocalipse Now) es un icono del siglo XX. A partir de entrevistas con amigos y de otros libros, incluida la autobiograf¨ªa de Brando (Las canciones que mi madre me ense?¨®, publicada en Espa?a por Anagrama) y la monumental que en 1994 escribi¨® Peter Manso, Bosworth retrata -con admiraci¨®n pero tambi¨¦n con distancia- la trayectoria de un hombre tan sensible como furioso. Un actor cuyo magnetismo sexual, su melanc¨®lico egocentrismo y sus rasgos infantiles (ten¨ªa su casa llena de trenes de juguete y de animales, tortugas, mapaches...) le hac¨ªan irresistible a los ojos de cualquiera, ya fuera "mujer, hombre o animal".
Seg¨²n la cr¨ªtica de The New York Times, lo ¨²nico lamentable del libro de Bosworth (perteneciente a la colecci¨®n Penguin Lives) es "su brevedad". Otros comentarios subrayan que se trata de una biograf¨ªa m¨¢s interesada en la forja del actor que en los detalles de su vida privada. La bi¨®grafa apenas se detiene en un suceso clave de sus ¨²ltimos a?os: el suicidio de su hija Cheyenne, que se ahorc¨® despu¨¦s de que su hermano Christian asesinara a su novio. Christian dijo que quiso evitar que su cu?ado pegara a su hermana, pero eso (y los millones invertidos por su padre en abogados) no le salvaron de la c¨¢rcel. Christian, adicto a las drogas desde muy joven, era el hijo favorito de Brando. De sus nueve v¨¢stagos reconocidos, Miko, hijo de la mexicana Movita y uno de los que menos gracia hac¨ªa a su padre -lo encontraba un ni?o muy pesado-, es hoy el que el que m¨¢s cerca est¨¢ de Brando. Miko, guardaespaldas de Michael Jackson, incluso logr¨® que su padre le diera algunas clases de actuaci¨®n al autor de Thriller.
Brando pas¨® de ser un hombre generoso que se hac¨ªa cargo de cualquiera que conoc¨ªa (sus casas de Nueva York o su atol¨®n de la Polinesia eran enormes comunas de amigos y conocidos que viv¨ªan a su costa) a ser un hombre receloso y desconfiado. Hoy apenas tiene amigos. Wally Cox (un flacucho con gafas extremadamente inteligente y culto) lo fue desde ni?o, y cuando muri¨® Brando se pele¨® con su viuda por las cenizas. Al final ella permiti¨® que Brando se las llevara. "Las necesita m¨¢s que yo", dijo. Juntos compartieron casa durante a?os y juntos viajaban en moto sin rumbo.
Marlon Brando naci¨® el 3 de abril de 1924 en una familia acomodada de Omaha (Nebraska). ?l y sus dos hermanas (a las que siempre ador¨® y a las que dedic¨®, junto a su psiquiatra, su autobiograf¨ªa) se criaron bajo el irresistible -aunque fr¨¢gil- encanto de su madre, una rubia despampanante de origen irland¨¦s llamada Dorothy -Dodie- Pennebaker. Su padre, Marlon Brando, era un fanfarr¨®n autoritario a quien el actor siempre temi¨®. No s¨®lo dilapid¨® el dinero de su hijo en malos negocios, sino que le gustaba desautorizarle en p¨²blico. En uno de los famosos mon¨®logos que el actor improvis¨® en El ¨²ltimo tango en Par¨ªs (jur¨® que jam¨¢s se volver¨ªa a exponer de esa manera en una pel¨ªcula) dej¨® ver el dolor que le hab¨ªa causado la relaci¨®n de amor-odio con su progenitor, a quien el actor defini¨® as¨ª: "Su sangre consist¨ªa en una mezcla de alcohol, testosterona, adrenalina e ira". Fue un estudiante desastroso, su madre -que hab¨ªa sido actriz- le llen¨® la cabeza de historias y canciones (Brando asegura que en su cabeza nunca deja de tararear) que disparaban su imaginaci¨®n. Expulsado de varias escuelas, en 1943 viaj¨® a Nueva York para vivir con sus hermanas, que entonces estudiaban en Manhattan.
Ese mismo a?o entraba en la clase de teatro de Stella Adler. Al verle llegar vestido con un pantal¨®n de peto y unas viejas zapatillas, la profesora hizo un comentario rijoso: "?Qui¨¦n es este vagabundo?". Mir¨¢ndola fijamente, el joven, de 19 a?os, simplemente contest¨®: "Marlon Brando". A las pocas semanas, Brando ya era su alumno favorito. Adler propuso a la clase que se comportaran como gallinas amenazadas por una bomba. Mientras todos cacareaban fren¨¦ticos por el aula, Brando se fue a un rinc¨®n y puso un huevo. "Stella me lo ense?¨® todo", afirmar¨ªa m¨¢s tarde el actor. "No le ense?¨¦ nada. S¨®lo le abr¨ª las puertas del sentimiento y la experiencia. Despu¨¦s ya no me necesit¨®".
El joven Brando siempre arrastr¨® una profunda tristeza. Se sent¨ªa atra¨ªdo por mujeres mayores que ¨¦l, mientras intentaba -sin ¨¦xito- alejar a su madre de su padre. A Brando le repugnaba el donjuanismo de su padre y no entend¨ªa c¨®mo su madre, siempre rodeada de artistas exc¨¦ntricos y bohemios, volv¨ªa una y otra vez con ¨¦l. El alcohol hizo estragos en ella y su hijo la buscaba en los bares donde se perd¨ªa, incluso una vez la llev¨® desnuda por las calles, inconsciente de tanto beber. Dodie se instal¨® con sus hijos en Nueva York. All¨ª, Brando se encerraba en el cuarto de su madre y actuaba s¨®lo para ella durante horas. Cuando su madre dej¨® Nueva York para volver una vez m¨¢s con su marido y para hacer una cura de desintoxicaci¨®n, Brando se refugi¨® en casa de Stella Adler. Su madre acab¨® siendo una de las mujeres pioneras en Alcoh¨®licos An¨®nimos. Y ¨¦l, seg¨²n una conversaci¨®n que mantuvo con el dramaturgo Clifford Odets, sinti¨® que a partir de entonces ya no le necesit¨® como cuando era una bebedora incontrolada. "Pens¨¦ que ya no me quer¨ªa". El 31 de marzo de 1954, cuando Brando ya era un actor famoso, Dodie mor¨ªa agarrada a las manos de su hijo. ?l le cort¨® un mech¨®n de cabello, cogi¨® la almohada sobre la que hab¨ªa muerto y un anillo de aguamarina que siempre llevaba en el dedo. Deambul¨® durante horas por la calle.
Marlon Brando siempre sali¨® con infinidad de mujeres, guapas, feas, flacas y gordas. Tambi¨¦n, a?os despu¨¦s, confes¨® a una revista francesa que ¨¦l, "como la mayor¨ªa de los hombres", hab¨ªa tenido relaciones homosexuales: "Y no me averg¨¹enzo. En lo m¨¢s profundo me siento ambiguo. De alg¨²n modo el sexo carece de precisi¨®n. Digamos que el sexo es asexual". En su juventud, su novia favorita era Celia Webb, una suramericana ardiente y elegante, madre de un hijo y diez a?os mayor que ¨¦l, a quien conoci¨® en casa de sus hermanas en Nueva York. Su amistad dur¨® a?os. Sondra Lee, otra de sus novias de juventud, recuerda c¨®mo un d¨ªa fue a visitarle: "Marlon abri¨® la puerta y tras ¨¦l vi a Celia en la cama. Estuvo encantador pero capt¨¦ el mensaje. Los dos sab¨ªamos que ella era especial". Sondra y Celia se hicieron amigas. "En aquella ¨¦poca todas las novias de Marlon ¨¦ramos amigas. Acept¨¢bamos la situaci¨®n. Era un Dios, un rey... Acept¨¢bamos el hecho de que era distinto". En 1947, Brando actu¨® con una de las estrellas m¨¢s conocidas de Broadway, Tallulah Bankhead. La relaci¨®n result¨® dif¨ªcil y lo echaron. Antes de las escenas de amor, ¨¦l masticaba ajos. "Querido pap¨¢", escrib¨ªa ese mismo a?o, "el 4 de octubre empiezo los ensayos de Un tranv¨ªa llamado deseo. Voy a cobrar 550 d¨®lares a la semana y ser¨¦ el segundo en cartel. El director es Elia Kazan. La protagonista es Jessica Tandy. Karl Maden hace un papel secundario. Es una obra fuerte, violenta y sincera, de impacto m¨¢s emocional que intelectual". A Brando no le gustaba Stanley Kowalski, el personaje que (primero en el teatro y luego en el cine) le convirti¨® en icono. "Yo era la ant¨ªtesis de Stanley Kowalski. Yo era de naturaleza sensible, y ¨¦l, vulgar".
Cuarenta a?os despu¨¦s, Harold Brodky escribir¨ªa en The New Yorker: "La nueva encarnaci¨®n del padre de clase trabajadora del pa¨ªs en Brando constituy¨® una importante invenci¨®n cultural. [...] Era en muchos aspectos una especie de soldado desconocido, no f¨ªsica, sino espiritualmente muerto". En sus memorias, Tenessee Williams recuerda su primer encuentro con Brando: "Me pidi¨® que pase¨¢ramos por la playa. No intercambiamos ni una palabra. ?Nunca hab¨ªa visto a un hombre de tan extraordinaria belleza!".
Desde muy pronto Brando despreci¨® la fama, tem¨ªa a los fans y rechazaba el trato de favor que recib¨ªa. El ¨¦xito le perturbaba. Empez¨® a padecer insominio y jaquecas. En la c¨¦lebre entrevista que Truman Capote le hizo en 1957 y que se titul¨® El duque en sus dominios, Brando (que durante cinco horas bebi¨® mucho vodka) afirma que la gente sensible no logra evolucionar aterrada por las heridas. "Nunca se permite sentir porque siempre siente demasiado". Brando le confes¨® que se sent¨ªa incapaz de amar a nadie, de confiar en nadie. La entrevista se public¨® en The New Yorker y su impacto fue enorme. Brando quer¨ªa matar "al peque?o bastardo". Quer¨ªa demandarle. Finalmente no lo hizo. Cuando le preguntaban dec¨ªa: "Creo que le golpear¨¦ con un fideo mojado".
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