V¨ªctimas
La culpa es del calor. Esos 40 grados a la sombra que nos dejan pegados al asfalto son los culpables de esos 40 olvidos, de esas 40 estafas, de esos 40 errores, de esas 40 faltas cometidas a lo largo de los ¨²ltimos d¨ªas y quiz¨¢s a lo largo de todo agosto. Hay que tenerlo en cuenta. No s¨®lo el monte arde. Hay que tenerlo en cuenta (al calor, me refiero) de la misma manera que en algunos lugares se tiene en cuenta al viento (sea la tramontana o cualquier aire loco) como atenuante en juicios por cr¨ªmenes o estragos.
El secretario general del PP de Madrid, que olvid¨® esta semana el nombre del sujeto para quien trabajaba virtualmente haciendo fotocopias, ha sido tambi¨¦n v¨ªctima del calor tropical que sucesivamente nos atonta, enerva y desmemoria. Por esos tres estados pas¨® el se?or Romero de Tejada por culpa del calor en sus comparecencias p¨²blicas esta ¨²ltima semana. ?l ha sido una v¨ªctima de los term¨®metros, no le demos m¨¢s vueltas.
Nadie quiere, obviamente, ser v¨ªctima de un robo, un atropello o una enfermedad. Pero todos queremos que se nos considere v¨ªctimas, aunque sea modestas v¨ªctimas del calor. Aspiramos al estatus de v¨ªctimas. Un estatus que, adem¨¢s de eximirnos de muchas obligaciones engorrosas, nos otorga el derecho a quejarnos y a exigir lo que buena o malamente se nos venga al caletre. Lo recordaba apenas anteayer Tzvetan Todorov (su libro Memoria del bien, tentaci¨®n del mal ha sido, por cierto, uno de los ensayos m¨¢s notables editados el curso pasado) con motivo del 48? aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. La memoria no es moralmente neutra, nos dice Todorov. Ni tan siquiera la memoria de un bombardeo at¨®mico, ni la de un holocausto. Nadie desea ser v¨ªctima, es verdad, pero muchos quisieran haberlo sido. De eso sabemos algo en el pa¨ªs de los vascos. De verdugos y v¨ªctimas, de un macabro intercambio de papeles y de c¨®mo es posible, para rizar el rizo, ser verdugos y v¨ªctimas a un tiempo, de la misma manera que el Gobierno Ibarretxe ha conseguido obrar el prodigio de ser al mismo tiempo gobierno y oposici¨®n, ying y yang, alfa y omega.
V¨ªctimas del calor que derrite los glaciares en Suiza o v¨ªctimas del fr¨ªo que vendr¨¢ (seguro que vendr¨¢) por m¨¢s que los cenizos nos auguren un verano perpetuo por culpa del calentamiento de la atm¨®sfera. V¨ªctimas inocentes en la llamada era de la incertidumbre, sin responsabilidades y sin culpa (el infierno es los otros, ya se sabe). Lo dice Pascal Bruckner con sentido com¨²n y l¨®gica aplastante en La tentaci¨®n de la inocencia: el discurso victimista entronca con el infantilismo galopante de las sociedades contempor¨¢neas (el mismo que genera pestuncios ideol¨®gicos como el representado por George Bush junior). Al igual que los ni?os, los pol¨ªticos nunca reconocen sus faltas o mentiras (las armas de destrucci¨®n masiva emerger¨¢n del subsuelo de Irak tarde o m¨¢s tarde). La cumpla es siempre de otro. Ellos son inocentes corderos, pobres v¨ªctimas. Jes¨²s Gil o el alcalde de Marbella, da igual, todos son v¨ªctimas. Si mintieron, robaron o mataron es porque el diablo mundo los hizo as¨ª. As¨ª los dibujaron, y lo malo es que no hay quien los borre.
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