Juan Diego hace el toreo eterno y sale a hombros
Juan Diego hizo el toreo ante un cuarto de plaza, asombrada y encantada de haberse conocido, y sali¨® a hombros por la Puerta Grande camino de la calle de Alcal¨¢.
Pero ?c¨®mo fue el prodigio?, se preguntar¨¢ quien no tuvo el privilegio de estar en el coso vente?o, cuarenta grados a la sombra, sudor y arte. Pues, sencillamente, en su primero Juan Diego dio el toreo eterno con un noble y flojo toro, al veroniquear hondo y exquisito en el saludo, en especial por el pit¨®n derecho. En la muleta, faena medida, templada, interpretada con gusto y naturalidad. En redondo o sobre la mano izquierda, se entretuvo en recrear el toreo; adem¨¢s, se adorn¨® con sabor y templanza infinita. Para rematar la obra de arte con una estocada en todo lo alto. Sufri¨® una voltereta cuando m¨¢s entregado estaba, que no le impidi¨® acabar por firmar con la espada, ya lo dijimos, tanta belleza derramada por el albero.
Ara¨²z de Robles / Chaves, Diego, Aguilar
Toros de Francisco Javier Ara¨²z de Robles, desigualmente presentados, nobles y blandos, que dieron juego; 1?, encastado; 4?, devuelto por inv¨¢lido, sobrero de Julio de la Puerta, encastado. L¨®pez Chaves: ovaci¨®n en los dos. Juan Diego: oreja y oreja. Sergio Aguilar: silencio, silencio. Plaza de Las Ventas, 10 de agosto. Un cuarto de entrada.
En el quinto, en fin, Juan Diego se templ¨®, sujet¨® y le invent¨® una faena a otro toro noble, aunque bastante blando de Ara¨²z de Robles, que ah¨ª qued¨® para quienes deseen saber qu¨¦ es eso de parar, templar y mandar con arte, a un burel que, en otras manos menos inspiradas, hubiera rodado por la arena con pena y sin gloria. Series por los dos pitones, alternando con temple y gusto; ahora, el toreo en redondo; luego, el natural despacioso sobre la mano izquierda con mu?eca de lujo. Y unos ayudados por bajo y a media altura, para que los dejara sobre sus carteles cualquier ilustre pintor de la fiesta de nuestra cultura m¨¢s enraizada y popular.
L¨®pez Chaves estuvo meritorio, valiente y con muchas ganas en sus dos encastados toros, a los que intent¨® siempre someter y mandar, y a los que nunca volvi¨® la cara, pues puso coraz¨®n en el empe?o. Dos trasteos de coraje y amplias pretensiones. Que de haber sido mejor terminados con la espada, le hubieran reportado mejores resultados en cuanto a premios. Siempre la muleta por delante, ?muy bien, torero!, y ese af¨¢n de ligar a toda costa. Sergio Aguilar estuvo fr¨ªo ante un lote demasiado inv¨¢lido para torear y que aquello trascendiera. Poco placeado todav¨ªa, apunt¨® no obstante sentido del temple y buenas maneras.
?Y c¨®mo sali¨® el personal?, seguir¨¢n pregunt¨¢ndose quienes no tuvieron el privilegio de ver al torero de "Salamanca la blanca, qui¨¦n te mantiene...". Pues dando naturales a las farolas, saboreando arte puro.
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