Un megal¨®mano sanguinario
Charles Taylor encarna la historia de una ambici¨®n y un divismo desmedidos y deja la huella indeleble de violencia sobre su pa¨ªs, Liberia, y la vecina Sierra Leona.
Nacido en 1948, en una familia de 15 hermanos descendiente de los esclavos libertos que desde la creaci¨®n del pa¨ªs lo dominaron, pudo cumplir el sue?o de esa ¨¦lite de estudiar en EE UU. All¨ª se gradu¨® en Econom¨ªa y pronto mostr¨® una tendencia a gestos dram¨¢ticos como la sugerencia de incendiar la Embajada de Liberia.
Al regresar particip¨®, en 1980, en el Gobierno de quien llegar¨ªa a ser su mortal enemigo, el golpista Samuel Doe. Las desavenencias con ¨¦ste le obligaron a exiliarse otra vez en EE UU.
All¨ª fue encarcelado a requerimiento de Monrovia, acusado de robar casi un mill¨®n de d¨®lares de las arcas liberianas, aprovech¨¢ndose de haber dirigido la Agencia de Servicios Generales. Tras un a?o en prisi¨®n en Massachusetts, se escap¨® con cuatro reclusos. Los detalles de la fuga siguen oscuros, y a¨²n no se sabe si Washington hizo la vista gorda porque le consideraba una baza para derrocar al corrupto Doe.
En 1989 lanz¨® desde Costa de Marfil un levantamiento contra Doe que deriv¨® en una terrible guerra que lleg¨® a involucrar a siete facciones. Taylor maniobr¨® con apoyos como Gadafi, Compaor¨¦ (gobernante de Burkina Faso y sospechoso a su vez de haber asesinado al m¨ªtico l¨ªder populista Thomas Shankara) y Houphouet-Boigny, el conservador presidente de Costa de Marfil. En septiembre de 1990 el derrotado Doe fue torturado mientras se filmaba su suplicio: la imagen del dictador vencido, con las orejas arrancadas, se grab¨® en la conciencia de sus compatriotas. Los sufrimientos de la poblaci¨®n civil en la guerra fueron indescriptibles. Las bandas de ni?os soldados drogados impusieron el caos por todo el pa¨ªs. Hubo unas 200.000 v¨ªctimas y un mill¨®n de desplazados.
La dificultosa paz alcanzada con mediaci¨®n de la ONU, Estados Unidos, la Uni¨®n Africana y la Comunidad Econ¨®mica de ?frica del Oeste en 1996 permiti¨® que Taylor (a quien s¨®lo le faltaba por controlar la capital) consolidase su fuerza. Un a?o despu¨¦s gan¨® las elecciones al frente de su partido, el Patri¨®tico Nacional. Se permiti¨® esl¨®ganes como "He matado a tu padre, he matado a tu madre. V¨®tame para que haya paz".
La figura de Taylor es inseparable del sierraleon¨¦s Foday Sankoh, que acaba de fallecer en prisi¨®n acusado de cr¨ªmenes de guerra y que llev¨® a su pa¨ªs a una locura de matanzas y amputaciones de manos, brazos y piernas a civiles. Taylor siempre estuvo detr¨¢s del RUF de Sankoh. Los seguidores de ¨¦ste hab¨ªan colaborado en la victoria de Taylor sobre Doe.
Pese a su mano f¨¦rrea, Taylor se ha derrumbado en pocos meses. En junio pasado, ya acosado por las fuerzas rebeldes, la ONU, mediante su Tribunal de Cr¨ªmenes de Guerra en Sierra Leona, le prohibi¨® viajar, como part¨ªcipe en el horror. Taylor intent¨® un acuerdo con los rebeldes apoyados por Estados Unidos, pero la contienda no hizo m¨¢s que recrudecerse y ahora ha llegado a su fin.
Taylor fue siempre amante de las puestas en escena. Cuando en 1999 la ONU le acus¨® de contrabando de diamantes y de armas, mont¨® una oraci¨®n multitudinaria en Monrovia inspir¨¢ndose en las ceremonias baptistas y se visti¨® totalmente de blanco para la ocasi¨®n; postr¨¢ndose, implor¨® perd¨®n a Dios, pero al tiempo deneg¨® todo tipo de culpabilidad. Es famosa su frase "Jesucristo fue acusado de asesino en su ¨¦poca".
Con su marcha, Liberia y Sierra Leona pueden contar con una posibilidad para asumir y superar el pasado atroz a que les conden¨® la riqueza en diamantes y maderas preciosas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.