La nueva m¨²sica china muestra su revoluci¨®n
No le duelen prendas al Festival de Edimburgo a la hora de apostar fuerte en sus conciertos nocturnos, de entradas baratas para las costumbres de Gran Breta?a, sin intermedios y con tiempo para, despu¨¦s, acudir al pub de la esquina a tomarse la ¨²ltima pinta de Caledonian o de Mac Ewan.
Dentro del ciclo Connecting cultures el Festival ha propuesto un programa exclusivamente dedicado a la nueva m¨²sica china, esa que une sus ra¨ªces a los cauces formales de lo que llamar¨ªamos en Occidente la m¨²sica cl¨¢sica con todas sus evoluciones presentes. Los autores incluidos en el programa demuestran dos cosas: una formaci¨®n a toda prueba y una libertad de planteamientos que revela que los cauces de su cultura se abren implacablemente hacia el exterior. Y todas sus obras resisten perfectamente la comparaci¨®n con lo mejor de lo que se hace hoy en la creaci¨®n musical m¨¢s cercana a nosotros. Caen las murallas, las revoluciones culturales y los libros rojos.
Los compositores presentados, no demasiado j¨®venes -el que m¨¢s, naci¨® en 1961-, se han beneficiado de la curiosidad de un conjunto holand¨¦s, el Nieuw Ensemble, que lleva en su repertorio 60 obras de compositores nacidos en China. Por cierto, todos viven all¨ª, excepto Chen Qiang, que reside en Par¨ªs y, naturalmente, Mo Wuping, que muri¨® en 1993 y cuya obra Fan II abri¨® el programa y la caja de las sorpresas, pues se trata de m¨²sica primorosamente hecha, un punto atormentada, claramente dram¨¢tica. She Huo, de Wuo Wenjing, es un encuentro entre la m¨²sica del T¨ªbet, enraizada en la liturgia budista, y la energ¨ªa de autores como Varese o Wolfgang Rihm, lo que habla del anhelo por uncirse a una doble tradici¨®n. Xu Shuya parte igualmente, en L'?me de Lamu, de principios tradicionales, de esa delicadeza extrema que relacionamos con el arte chino, trata la voz con enorme sabidur¨ªa y cierra un c¨ªrculo imaginario al citar el ¨²ltimo movimiento de la Canci¨®n de la tierra de Gustav Mahler.
Para Qu Xiaosong, el silencio es fundamental y su Ji#1, que debe tocarse en la oscuridad, es un ejemplo precioso de minimalismo radical. Chen Quijan- disc¨ªpulo de Messiaen, Jolas y Malec- traza en su magistral Po¨¨me lyrique una par¨¢frasis del impresionismo, no a la manera imitatoria de Takemitsu, sino haciendo crecer ese punto de partida hasta desarrollarlo en los meandros de un canto de enorme sugerencia a cargo del gran Shi Kelong, una de las estrellas de la ¨®pera china.
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