Rel¨¢mpago Hermoso
El momento fulgurante de la tarde lo firm¨® Pablo Hermoso de Mendoza. Acaeci¨® en su primer toro. Despu¨¦s de dejar que las ancas de sus caballos anduvieran por las cercan¨ªas de los pitones mogones del morlaco, de pronto, una banderilla prendi¨® en lo alto tras un quiebro inveros¨ªmil y fue como un inmenso rel¨¢mpago. Lo que vino a hacer despu¨¦s en ese toro, como lo que realiz¨® en el otro, puede describirse con palabras m¨¢s normales y reales. Por ejemplo, que los primeros rejones, las banderillas y las rosas ("bien sabe la rosa en qu¨¦ manos se posa") y hasta el rej¨®n de muerte llevaban el aprobado, con el consiguiente premio de la oreja. Mas en la memoria pervive esa banderilla relampagueante. Y la mente pugna por expresarlo de manera inexpresable. Es entonces cuando a trav¨¦s del hecho po¨¦tico cabe articular la creencia de que el lenguaje no es el caballo del pensamiento, es su jinete.
Murube / Hern¨¢ndez, Hermoso, Cartagena
Toros de Murube: despuntados para el rejoneo, mansos y sin fijeza los tres primeros; manejables los tres ¨²ltimos. Leonardo Hern¨¢ndez: dos pinchazos, rej¨®n trasero, otro en la paletilla y rej¨®n (silencio); dos pinchazos y rej¨®n (silencio). Pablo Hermoso de Mendoza: pinchazo (petici¨®n leve y ovaci¨®n); rej¨®n trasero (oreja). Andy Cartagena: pinchazo, rej¨®n -aviso- y descabello (petici¨®n y ovaci¨®n); pinchazo y rej¨®n (oreja). Plaza de Vista Alegre, 16 de agosto, primera de feria, tres cuartos de entrada.
Tambi¨¦n en la actuaci¨®n de Andy Cartagena se dieron fases de m¨¢s inter¨¦s en su primer toro que en su segundo. Quiz¨¢ las banderillas ejecutadas en la suerte del viol¨ªn fueron los momentos m¨¢s enjundiosos o, al menos, donde el p¨²blico hizo de los aplausos un sonido de bronce. En su segundo busc¨® la espectacularidad en dos momentos y con dos caballos distintos. En un caso, mientras citaba al toro forzaba al caballo para que pareciera que tiritaba de miedo, como si su coraz¨®n y m¨²sculos quisieran salirse a punto de estallar; en el otro caso, tambi¨¦n mientras citaba al toro, hac¨ªa dar vueltas al caballo como un molinillo que se volviera loco de repente. Indudablemente esa espectacularidad encontr¨® la f¨¢cil complicidad de un p¨²blico entregado.
El trabajo rejoneador de Leonardo Hern¨¢ndez no pas¨® de discreto. Lo ¨²nico destacable en su primero fue un par de banderillas a dos manos. En su segundo, despu¨¦s de un principio g¨¦lido, debi¨® darse cuenta de que no estaba en Dinamarca puesto que a partir del ecuador de esa lidia empez¨® a calentar a la parroquia, mejorando as¨ª su labor. De todos modos, no fue suficiente el calent¨®n y se silenci¨® su trabajo.
El presidente de la corrida estuvo en su l¨ªnea de siempre: hizo caso omiso de las orejas que pidieron al segundo y tercero de la tarde. En cambio, no tuvo inconveniente en otorgar las correspondientes al quinto y sexto. Es verdad que aparentaba haberlas dado un poco a rega?adientes.
Lo dicho: pese a la tarde lluviosa, una luz relampagueante se transform¨® por un momento en sol.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.