Un regalo con dos orejas
No estaba previsto que interviniera en el festejo de ayer el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. Si entr¨® en el cartel fue a la manera de un regalo que hac¨ªa la Junta Administrativa al p¨²blico bilba¨ªno como compensaci¨®n por la ausencia obligada de El Fandi. Para sustituir al torero granadino se contrat¨® al salmantino Juan Diego.
Sin duda, el regalo se convirti¨® en lo poco de bueno que puede rese?arse digno de menci¨®n. Lidiando un toro de Murube, al rejoneador navarro le concedieron las dos orejas, por lo que sali¨® a hombros. Tal vez al presidente se le alborotaron un poco de m¨¢s los pa?uelos. Pero puestas ya en las manos del rejoneador, digamos que esos ap¨¦ndices se los gan¨® el caballo llamado Gayarre, por los dos viajes en banderillas que traz¨® para que su jinete las pusiera con mucha vibraci¨®n y justeza. Se a?ade que galop¨® muy cerca de las astas. Luego, Danubio y Cervantes remataron con banderillas largas y cortas lo que faltaba por concluir. Obviamente, el rej¨®n de muerte prendido en lo alto hizo caer al toro de modo casi fulminante. Tras la actuaci¨®n de los caballos, parece ser que este jinete de acero quiere hacer de Gayarre el sucesor del m¨ªtico y ya retirado Cagancho. ?Es posible?
Alcurruc¨¦n / Ferrera, Diego, Cort¨¦s
Toros de Alcurruc¨¦n, buena presentaci¨®n, de juego desigual. Antonio Ferrera: pinchazo hondo y estocada delantera (pitos); bajonazo (pitos). Juan Diego: estocada (ovaci¨®n); dos pinchazos y estocada (silencio). Ant¨®n Cort¨¦s: estocada y nueve descabellos (silencio); pinchazo hondo, media tendida, dos descabellos -aviso- y cinco descabellos (silencio). Plaza de Vista Alegre, 18 de agosto, 3? de feria. Casi tres cuartos de entrada.
En lidia ordinaria, Antonio Ferrera volvi¨® a fracasar. S¨®lo se puede apuntar a su favor algunos pares de banderillas a su segundo toro y al chorro de voz que posee. Lo dem¨¢s es silencio. Est¨¢ en crisis, la cual le puede llevar en alg¨²n momento dado a ser uno de los ¨²ltimos en el escalaf¨®n de matadores.
En el segundo de la tarde, primero de Juan Diego, al recibirle con unos lances muy ajustados, como muy suaves, como muy bellos, y tambi¨¦n con una media ver¨®nica primorosa, cre¨ªmos que aquello iba camino de algo excelso. Lo decimos, porque lo ejecutado en ese breve instante hac¨ªa juego con el carm¨ªn de las mujeres. La suavidad percibida era como de porcelana de S¨¨vres. Pero, no obstante, despu¨¦s de eso todo qued¨® en apuntes, expectativas y poco m¨¢s. L¨¢stima que ese toro no sirviera. En su segundo, que llevaba la cabeza alta, necesitaba que el torero se hubiera parado y hubiera estado m¨¢s firme en los cites. En ese toro, demasiadas veces los pitones del animal se estrellaban continuamente contra la franela. No encontraba el sitio, y en su lugar lo que entraba en escena eran demasiadas dudas.
Ant¨®n Cort¨¦s pec¨® en su primer toro de llevar la muleta demasiado alta. Es verdad que ese toro no serv¨ªa, porque se le colaba continuamente. En el sexto de la tarde, segundo suyo, recibi¨® al toro con unos lances estir¨¢ndose con garbo. Inici¨® la faena con pases por alto y varias tandas de derechazos. La primera de esa tanda llevaba la muleta demasiado alta. Pero fue en la segunda tanda de derechazos donde le enjare-t¨® tres buenos; y resultaron buenos porque la muleta despu¨¦s de cada pase se la dejaba puesta. Ah¨ª empez¨® a enderezarse la faena. De ese modo, los derechazos fueron largos y densos, abrochados por un buen pase de pecho. Cuando se ech¨® la muleta a la izquierda dibuj¨® dos naturales de buena factura, con otro no menos bueno de pecho. Para rematar, volvi¨® a utilizar la mano diestra, trazando en la primera serie dos pases buenos, uno regular y otro muy lento. En el aire dej¨® otro buen derechazo y un dign¨ªsimo trincherazo.
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