Epidemia de calor
No es s¨®lo Francia; tambi¨¦n en Espa?a se ha producido un incremento acusado de fallecimientos coincidiendo con la ola de calor. Hay indicios de lo mismo en Italia, y tambi¨¦n en Alemania. Todo ello partiendo de datos muy provisionales que tendr¨¢n que ser verificados antes de dar por segura la ecuaci¨®n que parece deducirse de ellos. En Francia, la crisis sanitaria se ha convertido ya en pol¨ªtica con la dimisi¨®n de un alto cargo. En Espa?a, la ministra de Sanidad asegur¨® ayer que no se han registrado reclamaciones provenientes del sector como las que dieron la alerta en Francia, pero la oposici¨®n ha anunciado preguntas parlamentarias sobre la incidencia real del problema y sobre si ha habido alguna iniciativa del ministerio.
Una primera ense?anza de la experiencia francesa es la necesidad de establecer un sistema de recogida de datos que alerte con rapidez sobre situaciones de aumentos inusuales del n¨²mero de fallecimientos. A falta de alg¨²n registro que centralice tales datos, ha sido preciso recurrir a los facilitados por las empresas funerarias y tanatorios. La diferencia entre el medio centenar de fallecimientos oficialmente atribuidos al calor y el aumento constatable de la mortalidad en los d¨ªas de can¨ªcula indican que tal vez exista un problema estad¨ªstico.
La ministra confirm¨® ayer que el s¨ªndrome conocido como golpe de calor no es de declaraci¨®n obligatoria. Pero algunas administraciones, como la andaluza, han incluido tambi¨¦n en su balance a personas cuya enfermedad cr¨®nica se vio fatalmente agravada por las altas temperaturas. Convendr¨ªa establecer criterios comunes en todas las comunidades para poder conocer a tiempo situaciones como la que parece haberse producido. El argumento, invocado estos d¨ªas por alg¨²n consejero auton¨®mico, de que muchos de los fallecidos habr¨ªan muerto de todas formas en pocas semanas por sus enfermedades cr¨®nicas llevar¨ªa a una pasividad inaceptable. En Francia, la acusaci¨®n principal contra los responsables pol¨ªticos es precisamente la de pasividad frente a indicios objetivamente alarmantes.
Un segundo cap¨ªtulo es el de la atenci¨®n a los ancianos. De los datos conocidos se deduce que la mayor¨ªa de las v¨ªctimas eran personas mayores, y en muchos casos que viv¨ªan solas. Por mucho que se hubiera alertado de la necesidad de tomar precauciones contra la ola de calor, es dif¨ªcil que ancianos con sus facultades limitadas las siguieran sin una persona que les ayudase. Pero en Espa?a tan s¨®lo el 1,2% de los ancianos cuenta con asistencia domiciliaria (en Francia, el 4%). En el vecino pa¨ªs se cre¨® hace dos a?os un fondo para financiar la contrataci¨®n de personas que realizaran esa labor, y en seis meses fue solicitada por 600.000 personas. En Espa?a existe la obligaci¨®n de facilitar la excedencia temporal a quienes la soliciten para cuidar a familiares ancianos. En el Pa¨ªs Vasco est¨¢ en estudio financiar esas excedencias con fondos p¨²blicos. El problema no dejar¨¢ de agravarse a medida que la mayor esperanza de vida aumente el n¨²mero de personas con autonom¨ªa limitada.
Hay todav¨ªa una tercera ense?anza de la crisis: la necesidad de adaptar las vacaciones de la Administraci¨®n, incluyendo a los gobernantes, a sus responsabilidades crecientes. La lentitud en la respuesta ha estado relacionada en Francia con los usos de la clase pol¨ªtica. Tal vez haya llegado el momento de cambiar esos usos, como ya ha ocurrido en la empresa privada. Una duda final es si la diferencia entre la situaci¨®n francesa y la espa?ola se debe a que aqu¨ª ha habido menos imprevisi¨®n o a que las estad¨ªsticas son m¨¢s inexactas.
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