El juego de mesa planetario
Hay un juego de mesa para despu¨¦s de la cena muy ingenioso, llamado SPQR por sus creadores, que trata de la defensa del Imperio Romano en su momento culminante. El tablero es un mapa de Europa y del Mediterr¨¢neo, que muestra ciudades y puertos romanos, con las carreteras militares y las rutas mar¨ªtimas que los unen. En el juego participan "senadores y populacho" que mueven selectas legiones romanas (hab¨ªa 27 de ellas, por ejemplo, en el 80 dC) a lo largo de esas l¨ªneas internas en respuesta a nuevas amenazas, ya procedan de Siria, de Escocia o del Danubio. A lo largo de las fronteras del imperio hab¨ªa pocos lugares en los que una legi¨®n no pudiera reforzar a otra en un plazo de 10 d¨ªas de marcha, lo cual ven¨ªa muy bien, ya que la expansi¨®n de Roma le hab¨ªa tra¨ªdo muchos enemigos, y era muy posible que una legi¨®n destinada en Sicilia se encontrase al a?o siguiente en el norte de Inglaterra, protegiendo el muro de Adriano. Pens¨¦ en el SPQR mientras le¨ªa "Where are the Legions? Global Deployments of US Forces" [?D¨®nde est¨¢n las legiones? Despliegues mundiales de las fuerzas estadounidenses], publicado por Global Security, el grupo de investigaci¨®n pol¨ªtica independiente y sin ¨¢nimo de lucro con sede en las afueras de Washington DC (http://www.globalsecurity.org/military/ops/global-deployments.htm).
El mensaje del art¨ªculo est¨¢ claro, y es muy preocupante: puede que no haya muchas tropas estadounidenses a punto de regresar a casa, y puede que por mucho tiempo. En la actualidad, Estados Unidos tiene fuerzas estacionadas aproximadamente en 130 pa¨ªses de todo el mundo, combatiendo en algunos de ellos, manteniendo la paz en otros e instruyendo a militares extranjeros. Se puede o¨ªr a George Washington revolvi¨¦ndose en su tumba. Ciertamente, Estados Unidos ha tenido compromisos militares permanentes en el extranjero desde el final de la II Guerra Mundial; la ocupaci¨®n de Alemania y Jap¨®n, la guerra de Corea y la rivalidad mundial con la URSS se aseguraron de que as¨ª fuera. Pero, cuando el Pacto de Varsovia se vino abajo, en general se dio por hecho que las cosas ser¨ªan distintas. Por desgracia, no es as¨ª. La lucha contra Al Qaeda, la guerra y la resistencia guerrillera en Irak, la implosi¨®n de Liberia, la continua agitaci¨®n en Afganist¨¢n, la inestabilidad en la pen¨ªnsula de Corea y la necesidad de tranquilizar a Jap¨®n mediante una continua presencia estadounidense en el Pac¨ªfico occidental han conspirado contra una reducci¨®n de las fuerzas estadounidenses en los rincones lejanos del planeta. Por el contrario, han experimentado un gran aumento.
Utilizando estad¨ªsticas oficiales, los directores de Global Security informan de que hay 155 batallones de combate en el Ej¨¦rcito estadounidense. Antes de octubre de 2001, s¨®lo 17 de esos batallones estaban desplegados en servicio de combate activo, presumiblemente en Kosovo y en otros cuantos puntos calientes (el despliegue de guarniciones en Alemania y Jap¨®n no se considera servicio de "combate activo"). Hoy, esa cifra asciende a 98 batallones de combate desplegados en ¨¢reas activas. Hasta un experto no militar comprende que ¨¦ste es un n¨²mero elevado, imposible de sostener a largo plazo, raz¨®n por la cual, adem¨¢s de los 255.000 soldados, marinos, aviadores, infantes de marina y guardacostas desplegados en misiones de combate y de mantenimiento de la paz en el extranjero, hemos enviado otros 136.000 efectivos de la Guardia Nacional y reservas. La mayor parte de la flota de portaaviones se encuentra ahora en sus bases, en reparaci¨®n tras la derrota de Sadam Husein, pero seguimos teniendo 40.000 marinos embarcados y cumpliendo una misi¨®n. Mientras tanto, los generales del Ej¨¦rcito de Tierra est¨¢n pidiendo un mayor despliegue de tropas en Irak, y el Pent¨¢gono acaba de desviar tres buques de guerra hacia la costa de Liberia. El departamento de Defensa tiene que jugar ahora al SPQR.
?stos no son hechos c¨®modos, y deber¨ªan estar dando razones para meditar a nuestros representantes en el Congreso. Es cierto que el Pent¨¢gono est¨¢ ejerciendo enormes presiones a cualquier Gobierno que se considere amigo de Estados Unidos para que env¨ªe fuerzas a Irak, Afganist¨¢n y Liberia, pero los resultados distan mucho de ser espectaculares. En realidad, las ¨²nicas tropas de tierra con peso y capacidad log¨ªstica son las brit¨¢nicas, y, dados todos sus dem¨¢s compromisos de paz (desde los Balcanes hasta Sierra Leona), es probable que est¨¦n a¨²n m¨¢s sobrecargadas que las nuestras. Polonia ha asumido la responsabilidad de dirigir una zona relativamente tranquila (por el momento) de Irak, pero, como The Wall Street Journal inform¨® el pasado 28 de julio, ha tenido que acudir a 22 pa¨ªses para reunir los 9.000 efectivos que patrullar¨¢n en esa zona, y depender¨¢ enormemente del apoyo t¨¦cnico estadounidense para funcionar. Uno se pregunta qu¨¦ utilidad le atribuyen realmente Rumsfeld y Wolfowitz a un batall¨®n de granaderos letones en el centro de Irak. ?Y qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando ellos se conviertan en objetivos de ataques con granadas?
Militarmente hablando -y olvidemos por un momento el debate pol¨ªtico sobre si deber¨ªamos, en un principio, haber ido a dichos pa¨ªses-, estos hechos inc¨®modos apuntan a dos conclusiones igualmente inc¨®modas: en primer lugar, dado el excesivo esfuerzo militar, Estados Unidos necesita unos cuantos m¨¢s delanteros de peso, adem¨¢s de los brit¨¢nicos. Necesita ej¨¦rcitos con una capacidad considerable, que puedan enviar 25.000 soldados al sureste de Asia. Pero de los 190 ej¨¦rcitos nacionales del mundo, los que tienen esa capacidad se pueden contar con los dedos de la mano. Israel no puede participar; China y Taiwan no est¨¢n dispuestos a hacerlo. Corea del Sur est¨¢ inmovilizada por los asuntos internos y sigue suponiendo un lastre para los despliegues de tropas estadounidenses. Jap¨®n est¨¢ psicol¨®gica y constitucionalmente demasiado restringido. Una presencia paquistan¨ª junto a Estados Unidos en Irak podr¨ªa conducir a convulsiones internas masivas. Un importante contingente turco provocar¨ªa un levantamiento de represalia kurdo. Esto deja a India, Rusia, Francia y Alemania, y quiz¨¢ Italia, pero cuatro de estos cinco pa¨ªses se opusieron a la guerra de Irak en primer lugar, y, si los necesitamos, ahora tendremos que pagar un precio. Esto es tan evidente hoy como deber¨ªa haberlo sido el pasado septiembre. Por supuesto, Estados Unidos siempre puede "hacerlo solo", pero eso tiene un coste. ?nicamente el senador Robert Byrd parece haberse dado cuenta de eso. En segundo lugar, los servicios estadounidenses, y el Ej¨¦rcito de Tierra en particular, deben establecer alg¨²n tipo de plan de rotaci¨®n a largo plazo. Quiz¨¢ tengan que pasarse a una especie de Sistema Cardwell, ideado a finales del siglo XIX por el secretario para la Guerra brit¨¢nico Edward Cardwell, para resolver las constantes llamadas a filas de lastropas para enviarlas al extranjero. Un batall¨®n del regimiento brit¨¢nico era destinado, quiz¨¢ a Afganist¨¢n o a Mesopotamia, durante dos o tres a?os. El segundo batall¨®n se quedaba en el pa¨ªs, en los barracones del regimiento, reclutando nuevos voluntarios hasta que le llegaba el turno de salir al extranjero. El sistema funcionaba, al igual que funcionaba el sistema del SPQR, porque ambos combinaban la rotaci¨®n peri¨®dica (ayudando a mantener la moral de las tropas) y la flexibilidad estrat¨¦gica. De vez en cuando se produc¨ªan terribles reveses: para los romanos, en los bosques alemanes, o para los brit¨¢nicos, en el paso de Jaybar. Pero la estructura era suficientemente fuerte como para permitir la recuperaci¨®n y, a menudo, nuevos avances. Fueron imperios que aguantaron el tir¨®n.
?Es ¨¦se el futuro de la democracia estadounidense: mantener sus tropas durante tiempo indefinido en la frontera noroccidental o en un puerto plagado de enfermedades de ?frica occidental? Nosotros negamos fren¨¦ticamente que tengamos ambiciones imperialistas, y creo que esas negaciones son sinceras. Pero, si cada vez nos parecemos m¨¢s a un imperio y caminamos como un imperio y graznamos como un imperio, quiz¨¢ nos estemos convirtiendo precisamente en uno.
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