La negra
Yo doy el pego. La gente piensa que a m¨ª no se me pone nada por delante, pero qu¨¦ va. En el fondo no soy nadie. A la gente no le entra en la cabeza, por ejemplo, que yo no tenga carn¨¦ de conducir, porque la gente piensa que yo soy una mariprisas de esas que aparcan en bater¨ªa en el Carrefour con una sola mano y se fuman un porro con la otra. La gente a m¨ª no me conoce. Yo no me saqu¨¦ el carn¨¦ en su d¨ªa por miedo al te¨®rico. Yo es que de nunca he servido para estudiar, que te lo diga mi padre. Yo tuve que hacer mucho la pelota a los profesores para que me aprobaran. Yo me arrastr¨¦. Literalmente. Y ¨¦ste es el resultado, se?ores, juzguen si quieren. Por eso, cuando mi padre ve que me he dedicado a la rama intelectual, el hombre no da cr¨¦dito y dice "c¨®mo est¨¢ Espa?a". Eso s¨ª, yo siempre me he buscado hombres en mi vida que supieran conducir. Tampoco es que en la primera cita ya les estuviera preguntando "oyes, si no sabes conducir, no pasamos a mayores". Pero qu¨¦ duda cabe que siempre fue un acicate. Igual que es otro acicate un hombre con dinero en la de Ubrique (la cartera). No es un argumento machista, porque si, por ejemplo, una hip¨®tesis, yo hubiera sido bollera, tambi¨¦n me hubiera gustado que mi mujer condujera. Y que tuviera dinero en la de Ubrique. Cuando yo conoc¨ª a mi santo, ¨¦l no conduc¨ªa. Pero al menos ten¨ªa dinero en la de Ubrique. Si no llega a ser por eso, no s¨¦ qu¨¦ hubiera sido de nosotros como pareja sentimental. Luego le apunt¨¦ a una autoescuela y el resto no lo voy a contar, porque ¨¦l dice que est¨¢ de que cuente lo de la autoescuela hasta los huevos personalmente (sic). A ¨¦l le encanta que yo no conduzca, y no porque sea machista (que tambi¨¦n), sino porque me chantajea, me dice "yo te llevo a Madrid y t¨² me escribes un art¨ªculo o tres paginillas de mi obra". ?l es mi ch¨®fer y yo soy su negra. Al final siempre ocurre igual: todas las t¨ªas acabamos escribiendo la obra de nuestros maridos. Pero como te digo una cosa te digo la otra: a m¨ª (concretamente) me resulta m¨¢s f¨¢cil escribirle los libros que aprenderme el C¨®digo de la Circulaci¨®n. A m¨ª. Ayer me dice: "Si quieres que te lleve a Madrid, ya sabes lo que tienes que hacer". Superdesafiante. Pero yo no me arredro, yo me organizo: en dos patadas le escrib¨ª tres paginillas de las memorias de su infancia (concretamente) en su pueblo natal. Yo en su pueblo natal habr¨¦ estado una vez a lo sumo, pero entre que todas las infancias son iguales y todos los pueblos natales son lo mismo, me salen mejor que a ¨¦l, m¨¢s ver¨ªdicas. Pero si hay veces que viene gente y ¨¦l empieza a contar, por ejemplo, que de ni?o nunca hab¨ªa tirado piedras en su pueblo natal y un d¨ªa se anim¨® y, co?o, que acert¨® y por poco mata a un chaval, que casi le abre un piquete en la sien y no veas qu¨¦ pifostio de la hostia se mont¨®, y es que yo me pongo enferma, Mary, porque veo que cuenta la historia como desangelada, y le digo "d¨¦jame que lo cuente yo", y ¨¦l dice "eso, que lo cuente ella, que es m¨¢s ver¨ªdica" (lo reconoce). Ya s¨¦ que es un trabajazo escribirle hoy las memorias de su pueblo natal, ma?ana un art¨ªculo sobre el acabamiento del planeta, pero como te digo una cosa te digo la otra: yo eso lo prefiero a estudiarme el te¨®rico. Me sale m¨¢s a cuenta.
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