Las dos caras de Ibiza
Hoy son las 'raves' nocturnas, la m¨²sica electr¨®nica y el culto al cuerpo los imanes que atraen a la isla a miles de visitantes. Hace un tiempo fue, en cambio, su recogimiento el que sedujo a turistas 'accidentales' como Benjamin, Cioran, Sert o Hausmann.
At¨¢vica y cosmopolita, mediterr¨¢nea y tropical, Ibiza mantiene intacto su mito, la imagen intransferible que construyen un par de millones de turistas que cultivan su cuerpo y su vida en el frenes¨ª de la m¨²sica. Los templos de la noche y los bares y playas donde miran el ocaso y la salida del sol se abarrotan por masas de gente, llenas de tipos ambiguos que se agitan a las ¨®rdenes de los dj's de moda. En este veraneo con ritmo y a todo trapo resaltan estrellas de la fama de la modelo Elle McPherson, el modista Valentino, la ni?a heredera Athina Onassis. Tambi¨¦n han estado astros del deporte como Zidane y Guti, m¨¢s alg¨²n nieto de Gracia de M¨®naco. El legendario stone Mick Jagger va y viene para ver a una de sus hijas.
La imagen y el respeto de esta tierra insular sure?a, que combina efervescencia y soledad, creci¨® sobre ra¨ªces mitol¨®gicas y, sobre todo, gracias a los trabajos y el eco mundial que le dieron en el siglo XX sus turistas forzados, los intelectuales refugiados antifascistas como Raoul Hausmann, el fil¨®sofo Walter Benjamin y, en otro contexto, el arquitecto Josep Llu¨ªs Sert y el fil¨®sofo E. M. Cioran, que fueron atra¨ªdos por el mito de tierra primitiva y la arquitectura rural.
Era "un lugar virgen hermoso y barato, un sitio perfecto para trabajar... Alemania se estaba convirtiendo con inusitada rapidez en un lugar muy desagradable". En 1933, el fot¨®grafo, escritor y pionero dada¨ªsta, Raoul Hausmann (Viena 1886-Limonges 1971) fue uno de los primeros turistas accidentales en arribar a Ibiza para integrar la colonia de artistas de vanguardia forzados a huir de Hitler. En la aventura para alejarse de Berl¨ªn, los refugiados descubrieron la soledad, un espacio primitivo y creativo.
El fil¨®sofo Walter Benjamin (Berl¨ªn, 1892-Portbou 1940) ve¨ªa "espect¨¢culos profundamente melanc¨®licos" en la pesca de la langosta con nasas, y recreaba con un callado Paul Gauguin (nieto) "la presencia inerte y aturdida de un cuadro de Feuerbach" ante la escena de unas pla?ideras de negro llorando al ata¨²d de un ni?o, en una costa rocosa y desierta de la isla.
En el cambio de siglo, todo ya es car¨ªsimo y no tan primitivo, pero la atracci¨®n es fascinante. El m¨²sico Mike Olfield penetr¨® a?os atr¨¢s en la magia de Ibiza tras haberse alimentado en Dei¨¤ (Mallorca) a la sombra de Robert Graves, Julio Cort¨¢zar, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Mario Vargas Llosa, Chester Himes y Ana?s Nin. Olfield hizo multimillonario al magnate Richard Branson, del imperio Virgin, con la primera edici¨®n de su Tubular bells. La segunda parte fue inspirada ante la costa de Ibiza.
En los a?os treinta, adem¨¢s de Hausmann y Benjamin, llegaron a la isla el fot¨®grafo y artista informalista Wolfang Schulze Wols (Berl¨ªn 1913-Par¨ªs 1951), el pintor Will Faber (Saarbr¨¹cken, 1901-Barcelona, 1987) y el arquitecto y pintor Erwin Broner (M¨²nich 1898-Tegernsee, 1971). Huyendo de la amenaza del nazismo, se toparon en 1936 con el golpe de Franco, que les oblig¨® de nuevo a la fuga, a dejar su rinc¨®n en el Mediterr¨¢neo. En algunos casos hubo viaje de vuelta, pero en otros fue un ¨¦xodo sin retorno: Benjamin, reiterado viajero insular, se suicid¨® en la frontera entre Francia y Espa?a para no caer en las garras de la Gestapo.
Sent¨ªa "las l¨ªneas de Ibiza tan profundamente enterradas en m¨ª", confesaba Benjamin. "No me ha resultado f¨¢cil encontrar otro lugar donde poder vivir con unas condiciones soportables, con un paisaje espl¨¦ndido y por unos exiguos 70 u 80 marcos".
Rosa Rodr¨ªguez ha documentado en el libro Avantguarda art¨ªstica i societat a Eivissa, 1933-1985 (Res P¨²blica Ed.) la presencia y la obra de estos intelectuales antifascistas, y ha relatado el paso y la obra en tierra insular de los arquitectos republicanos Josep Llu¨ªs Sert, Josep Torres Clav¨¦ o Germ¨¢n Rodr¨ªguez Arias. De Erwin Broner se preservan decenas de casas, en especial su vivienda de m¨ªnimos en La Pe?a, en el puerto de Ibiza, una gran postal de la modernidad, y de Sert, la memoria de sus ideas, sus parties y varios chal¨¦s ejemplares.
La barca sol¨¢rium, un lla¨¹t adecuado por Philipe Starck para su uso en Formentera, es el rastro m¨¢s vanguardista que se ha visto en el mar entre Ibiza y Formentera. En La Mola de la isla menor est¨¢ la rara y gran casa del n¨®mada dise?ador, franc¨¦s e histri¨®n, que ha organizado un universo con sus trazos e inventos: un reloj para los telediarios y un teatro; un cubierto y su propio cuerpo; un hotel y un llavero. En Formentera se esconde todo el verano otro genial creador, Javier Mariscal.
Entre el triunfo del III Reich, 1933, y el primer cierre del Museo de Arte Contempor¨¢neo de Ibiza, en 1985, Rodr¨ªguez analiza la entrada en el arte espa?ol de los dada¨ªstas alemanes y de los seguidores de la Bauhaus y del Gatcpac catal¨¢n, quienes ya en 1929 emplazaron a Le Corbusier a que hiciera una expedici¨®n a la isla para que observara sus casas singulares.
"Olfatea negro un signo amenazador, la cruz gamada que no les deja escapar ni un momento de sus garras", explic¨® en su Hyle Raoul Hausmann, que presidi¨® el Comit¨¦ de Extranjeros Antifascistas hasta septiembre de 1936.
Escritores actuales como Martin Suter o Antonio Colinas trabajan en Ibiza. Tambi¨¦n lo hizo Rafael Alberti. En Hyle. Ein trausmsein in Spanien, Hausmann se hace un autorretrato con Ibiza de personaje. El intelectual ironiza sobre la distancia de los extranjeros respecto a la realidad social insular y de sus o¨ªdos sordos al drama de Alemania: "?Qu¨¦ ha dicho Adolf Hitler: no nos preocupemos, estamos de vacaciones". Dice que comen, beben vino, compran terreno y especulan porque "casi nadie sabe (en la isla) lo que es el dinero".
La isla de Ibiza es un destino refugio desvelado antes del turismo de masas de los a?os sesenta y de la fama que le confirieron los hippies post-68. Un raro turista, E. M. Cioran (Rasinari 1911-Par¨ªs 1995), lleg¨® en 1966 y reflej¨® sus impresiones en Cuaderno de Talamanca (Pre Textos). En este mismo lugar, Erwin Broner estren¨® la arquitectura actual en Ibiza, en 1934, con un balneario -destruido- que era lugar de citas de la colonia extranjera de los treinta.
Los actuales visitantes en masa seguramente desconocen que se dio una devastaci¨®n cultural que afect¨® tambi¨¦n a la casita que Walter Benjamin habit¨® en Santa Eul¨¤lia y a los murales del pintor Will Faber en un hotel de San Antoni. Por el contrario, una vivienda manifiesto de Josep Llu¨ªs Sert en Dalt Vila y sus casas de Cap Martinet de los a?os sesenta han sido preservadas como monumentos. El arquitecto rupturista El¨ªas Torres reparte buenos proyectos en iglesias, el Castillo de Dalt Vila, y en casas particulares.
Los ibicencos ya no van de negro, tocados con un sombrero negro y un mant¨®n, la identidad no es ¨²nica, es distinta, y las migraciones han sido muy numerosas. Benjamin anot¨® "el car¨¢cter francamente desagradable y triste de los lugare?os", se fascin¨® por el entorno natural, pero, al tener un dolor en la pierna, ech¨® en falta los avances de la modernidad.
Cioran, en 1966, escribi¨® que los ibicencos "se han hecho hoscos y suspicaces y comen mejor" con el turismo, pero nota que "los estragos de la civilizaci¨®n son tan evidentes que da verg¨¹enza se?alarlos".
Los ¨²ltimos hippies, sus nietos y los nuevos colonizadores dejan poca huella cultural cl¨¢sica. El rastro de los grandes artistas parti¨® con el siglo XX, porque entre los que huyeron de Hitler a Ibiza hubo autores muy relevantes: el pintor Will Faber quiso recorrer el norte de ?frica como Paul Klee, pas¨® por Barcelona y mantuvo doble residencia en Ibiza y en la ciudad catalana. El pl¨¢stico Erwin von Kreibig tuvo que salir de la isla en 1936 en un barco de pesca en compa?¨ªa de unas monjas, tras ridiculizar en Ibiza a Hitler, en su ¨²nica obra insular, gigantesca. Agentes pronazis estaban alerta, vigilantes.
El poderoso fot¨®grafo y violinista Wols, amigo del escultor Calder, estuvo en Catalu?a, Mallorca e Ibiza y fue preso en la Modelo de Barcelona acusado de tr¨¢fico de drogas. Rom¨¢ntico y bohemio, perdi¨® sus pinturas y buena parte de sus fotos de Ibiza, que fueron expuestas en Par¨ªs en 1937. Fue "una ¨¦poca marcada por la miseria y la incertidumbre", concluye Rosa Rodr¨ªguez. "Ibiza es nada. Nada m¨¢s. S¨®lo sue?o", determina Hausmann en su novela Hyle.
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