Colombia, ?sola o acompa?ada?
La prensa nos informa, con machacona cotidianeidad, del peaje de dolor y violencia que paga Colombia desde hace m¨¢s de 30 a?os y que suele resumirse en una dram¨¢tica cifra: alrededor de 3.000 secuestros y 30.000 homicidios por a?o.
El presidente colombiano, ?lvaro Uribe Vargas, plante¨® la situaci¨®n a sus colegas en la reuni¨®n cumbre del Grupo de R¨ªo realizada en mayo en Cuzco, y como resultado se emiti¨® una declaraci¨®n reclamando al secretario general de Naciones Unidas "impulsar decididamente un proceso de paz en Colombia exhortando a los movimientos guerrilleros que operan en dicho pa¨ªs a firmar un acuerdo de cese de hostilidades y entrar a un di¨¢logo abierto y transparente". Se dijo, a la vez, que de no prosperar este camino se buscar¨¢n "otras alternativas de soluci¨®n" para este conflicto, que "cada vez afecta m¨¢s a los pa¨ªses vecinos de la regi¨®n".
Esta declaraci¨®n comienza a transitar el camino del apoyo internacional al Estado colombiano, a la democracia colombiana, para que pueda superar una situaci¨®n de la que es v¨ªctima la naci¨®n toda. Naturalmente, ¨¦stas son, todav¨ªa, palabras y s¨®lo palabras, pero la acci¨®n definitiva comienza, y no es parad¨®jico, justamente por las palabras.
Se ha hablado muchas veces de la "guerra civil" colombiana como si aqu¨ª existiera una naci¨®n dividida en dos bandos, tal cual ocurri¨® en el siglo XIX, y aun en el XX, enfrentando a liberales y conservadores. La realidad actual es muy diferente, pues el conjunto de la sociedad, la inmensa mayor¨ªa de su poblaci¨®n, viven y act¨²an dentro de la democracia, quieren seguir dentro de ella y por eso van a votar en cada elecci¨®n pese a las amenazas de los terroristas. Ese callado hero¨ªsmo del ciudadano que ha preservado su ilusi¨®n democr¨¢tica, que ha ido con esperanza a elegir sus gobiernos, ha hecho el milagro -no encuentro otra palabra mejor para calificarlo- de que Colombia no se haya deslizado hacia el autoritarismo.
No nos hallamos, entonces, ante una "guerra civil" tal cual la entendemos cl¨¢sicamente. Como tampoco podemos refugiarnos en el concepto de "violencia generalizada", que pretende diluir la acci¨®n guerrillera dentro de una sociedad perdida para la tolerancia y los h¨¢bitos pac¨ªficos. Incluso se alega que en esa estad¨ªstica macabra de secuestros y homicidios la mayor parte provienen de la delincuencia com¨²n y no de la acci¨®n guerrillera. Tal apreciaci¨®n choca con una realidad incuestionable, evidente diariamente, y que son los atentados y asesinatos de la guerrilla. Y con otra consecuencia tampoco discutible: si el Estado de derecho es amenazado y vastas zonas del pa¨ªs son dif¨ªciles de controlar para las autoridades a ra¨ªz de la acci¨®n guerrillera, es obvio que la delincuencia com¨²n tiene un ancho campo para expandirse.
Estas reflexiones nos est¨¢n diciendo que el fen¨®meno colombiano posee una enorme complejidad que no acepta la simplificaci¨®n de estereotipos que han servido para describir otras situaciones, pero que aqu¨ª resultan insuficientes. Para empezar, hay guerrillas de naturaleza diversa. Hay una paramilitar que naci¨® a consecuencia de la subversi¨®n, que ha cometido infinitos cr¨ªmenes, pero cuyo objetivo no es la sustituci¨®n de la autoridad p¨²blica. Con ella se encamina hoy un proceso dirigido a su desmovilizaci¨®n y que tiene serias posibilidades de ¨¦xito. Existen otros movimientos guerrilleros -el ELN, por ejemplo- que no se han negado al di¨¢logo y que en el fondo es la resultancia de un clima revolucionario que hoy ya no posee m¨ªstica alguna. El tema duro, en cambio, son las FARC, y aqu¨ª es donde las palabras deben comenzar a ajustarse a la realidad.
Las FARC son un grupo terrorista. Y as¨ª debe calific¨¢rseles. Quien usa para su acci¨®n revolucionaria el m¨¦todo del terror indiscriminado, la bomba dirigida a aterrorizar a la poblaci¨®n civil, el atentado que da?a un servicio p¨²blico como la energ¨ªa el¨¦ctrica, que asesina a mansalva no ya al militar que le combate, sino al civil que ejerce la justicia, la administraci¨®n o la pol¨ªtica, debe ser llamado por el nombre correspondiente a los medios que utiliza. En Espa?a esto es f¨¢cil de entender en cuanto se piensa en ETA y su naturaleza, pero no siempre se ha comprendido bien en otros pa¨ªses de Europa y en muchos sectores latinoamericanos que todav¨ªa quieren ver en esta guerrilla un movimiento revolucionario de inspiraci¨®n generosa.
Las FARC, adem¨¢s, est¨¢n financiadas por el narcotr¨¢fico y, en consecuencia, son una "narco-guerrilla". Ya nadie discute el hecho b¨¢sico y, por lo tanto, no caben m¨¢s los eufemismos.
Queda el argumento de la finalidad, de la inspiraci¨®n rom¨¢ntica, de la necesidad de entender y sentarse a dialogar para buscar un camino de paz con quienes se mueven con un prop¨®sito social. Y bien: ese camino fue recorrido hasta el extremo por el presidente Andr¨¦s Pastrana, con una buena fe y disposici¨®n de ¨¢nimo que hasta le respet¨® a la guerrilla una zona de exclusi¨®n en que actuaba en solitario. Podr¨¢ decirse lo que se quiera sobre la pol¨ªtica del ex presidente, pero nadie, nadie de buena fe por lo menos, podr¨¢ discutir que fue hasta el m¨¢ximo de tolerancia. Por esa causa, el pueblo vot¨® al presidente Uribe, que propon¨ªa una fuerte acci¨®n militar, y por esa causa le sigue apoyando, cuando recibe los primeros resultados, observa ¨¦xitos en la represi¨®n, disfruta de una mayor seguridad en las carreteras (otrora intransitables en vastas zonas) y ve incluso c¨®mo m¨¢s de un millar de guerrilleros se han entregado desilusionados con la vaciedad ideol¨®gica del movimiento.
El desaf¨ªo est¨¢ en c¨®mo se sigue. El Gobierno colombiano prosigue su lucha. Pero reclama ayuda internacional. Y tambi¨¦n en esto hay que ser claro: o se la brinda en serio, o la ¨²nica ayuda real y efectiva seguir¨¢ siendo la tan discutible del Plan Colombia. Muchos hemos expresado reservas frente a la eficacia de ese plan, como tambi¨¦n al riesgo de una influencia unilateral excesiva de los EE UU. Y bien: de lo que se trata entonces es de que la comunidad internacional escuche el reclamo del Gobierno colombiano y ayude de verdad, no s¨®lo con ret¨®rica. En ese conflicto estamos envueltos todos, los latinoamericanos, porque ¨¦l se ir¨¢ trasladando m¨¢s all¨¢ de las fronteras colombianas a Venezuela, Ecuador, Per¨² y Brasil; los pa¨ªses desarrollados, porque si quieren luchar contra el narcotr¨¢fico no pueden ignorar que Colombia es la fuente principal de la producci¨®n de coca¨ªna. Como tampoco deber¨ªamos ser indiferentes al hero¨ªsmo de un pueblo que se ha mantenido fiel a la democracia y todav¨ªa tiene un presidente democr¨¢tico que gobierna sin extralimitarse despu¨¦s de una docena de atentados contra su vida, acompa?ado por un Vice que estuvo nueve meses secuestrado por el jefe del narcotr¨¢fico y salv¨® su vida de milagro.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti fue presidente de Uruguay. Es abogado y periodista.
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