Esperanza Aguirre, handicap 5
Cuando uno termina de comer, hay que dejar el tenedor y el cuchillo en el plato en la posici¨®n de las agujas de un reloj marcando las tres y cuarto. Quiz¨¢ Esperanza Aguirre podr¨ªa comprender un desfalco, una recalificaci¨®n fraudulenta o una estafa financiera como propio de la condici¨®n humana, pero nunca perdonar¨ªa que un responsable de estos delitos, sentado a su mesa, en lugar de dejar el cubierto como Dios manda, lo depositara sobre el mantel pringado de salsa o de crema para que lo retire el camarero. Ignoro qu¨¦ pasar¨ªa si delante de ella, en un buen restaurante, el traidor Tamayo se tapara la boca con la mano izquierda mientras se extrajera de entre las muelas una miasma de carne con un palillo, al tiempo que le gui?ara un ojo para cerrar un pacto inmobiliario. En cambio, estoy seguro de que Esperanza Aguirre sonreir¨ªa amablemente si una f¨¢mula filipina derramara el consom¨¦ en la nuca de uno de sus invitados, que por eso es una se?orita liberal y de buen coraz¨®n. Comp¨¢renla con las hermanas Ana y Loyola de Palacio, cuya forma displicente de mirar de arriba abajo a un adversario pol¨ªtico, con la nariz alzada, recuerda a esas arist¨®cratas antiguas que tratan con sumo desprecio a las criadas y las ri?en siempre delante de las visitas.
La sorpresa ha sido contemplarla en su esca?o de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, pose¨ªda por una pasi¨®n vulgar, muy cercana al rencor pol¨ªtico
Ha tenido la gracia de fundar su personalidad en una mezcla de mujer fuerte y talante desenvuelto, que le da patente para navegar cualquier mar de la pol¨ªtica
No se sabe si la cultura anglosajona le ha llegado s¨®lo hasta la lencer¨ªa de seda sin ara?arle la carne, y de ah¨ª hacia dentro lleva todav¨ªa la impronta de las monjas
El buen coraz¨®n de Esperanza nada tiene que ver con la caridad de las damas del ropero parroquial. No imagino a esta mujer dispuesta a trabajar por el bien com¨²n volcando todo el caudal de su bondad en una ONG que se dedica a la confecci¨®n de patucos de lana para los pobres de ?frica. Su vocaci¨®n pol¨ªtica la ha obligado a involucrar los buenos sentimientos con la ideolog¨ªa liberal, cosa que le permite llegar mejor al alma de los dem¨¢s ordenando un Plan General sobre los secarrales del extrarradio de Madrid, de forma que all¨ª los tiburones y los cocodrilos naden juntos en seco creando a sus anchas una riqueza urban¨ªstica al alcance del pr¨®jimo m¨¢s humilde, siempre que tenga dinero para pagarla.
Ni?a ganadera
Esperanza Aguirre estudi¨® en el Instituto Brit¨¢nico y en el colegio de la Asunci¨®n; su educaci¨®n recibi¨® conjuntamente ambas descargas, pero no se sabe si la cultura anglosajona le ha llegado s¨®lo hasta la lencer¨ªa de seda sin ara?arle la carne, y de ah¨ª hacia dentro lleva todav¨ªa la impronta de las monjas que le ense?aron a agitar monedas dentro de la cabeza de un chinito el d¨ªa del Domund. Sin duda, era una joven con inquietudes y su visi¨®n de las cosas fue enseguida m¨¢s all¨¢ de la ni?a ganadera que se columpia entre encinas oyendo mugir a los toros. Esta mujer con aire de postulanta inglesa se licenci¨® en derecho en la Complutense, en 1974, y ese mismo a?o se cas¨® con Fernando Ram¨ªrez de Haro y Vald¨¦s, conde de Murillo, grande de Espa?a, agricultor de profesi¨®n, seg¨²n ¨¦l mismo confiesa, cuyo handicap en el golf es inferior a cinco, un nivel excelente, lo cual indica que el campo del club Puerta de Hierro lo tiene m¨¢s trabajado que cualquiera de sus fincas de Pozos de Hinojo, provincia de Salamanca. La se?orita Esperanza tambi¨¦n es una golfista extraordinaria, con un handicap parejo al de su marido, y eso no se consigue si no te regalaron un juego de palos el d¨ªa de la primera comuni¨®n.
Su trayectoria vital no deja de tener m¨¦rito. En Madrid, la se?orita Esperanza pudo haberse dedicado a flotar desde su c¨¦ntrico palacete de tres plantas hasta el aperitivo en Serrano, de la sesi¨®n de masaje al pase de modelos, de la peluquer¨ªa a la cena de gala, de las ma?anas montando a caballo en los sotos de esmeralda del Club de Campo a las tardes en los probadores de la milla de oro en Ortega y Gasset, irradiando un perfume de violetas, con esa seguridad que le concede a uno la vida cuando es la propia ignorancia dorada la que da sentido a las cosas y al mismo tiempo te hace feliz. No obstante, dejando a un lado este papel que le hab¨ªa reservado el destino, ah¨ª la tienes ech¨¢ndole coraje para mejorar el mundo, pese a que sabe muy bien que su mundo es inmejorable. Cualquiera que la haya tratado de cerca reafirma su simpat¨ªa natural, y en esto coinciden amigos y adversarios pol¨ªticos. Esperanza Aguirre ha tenido la gracia de fundar su personalidad en una mezcla de mujer fuerte y talante desenvuelto, que le da patente para navegar cualquier mar de la pol¨ªtica, incluso el de la incultura, con una graciosa espontaneidad. Esperanza Aguirre es la primera en reconocer sus propias lagunas y en aceptar las cr¨ªticas; de ellas tambi¨¦n sale airosa, porque sus buenas maneras siempre acababan por salvarla de su incompetencia.
Dispuesta a entrar en pol¨ªtica, lo hizo de forma natural saliendo por la puerta de su palacete, que daba directamente al Partido Liberal, que era lo m¨¢s parecido a un club ingl¨¦s donde se admit¨ªa tambi¨¦n a damas con estilo, aunque la se?orita Aguirre ya hab¨ªa desarrollado su talento conquistando una plaza en las oposiciones de t¨¦cnicos de Informaci¨®n y Turismo. En ese club pol¨ªtico, lleno de familias conocidas, desarroll¨® su encanto personal mientras sorb¨ªa hasta los huesos su divisa: la suprema felicidad del Estado consiste en privatizarlo todo y despu¨¦s desaparecer. Llevando esta cruz de oro a cuestas por los gabinetes t¨¦cnicos de las direcciones generales del Libro y de la Cinematograf¨ªa, bati¨® sus primeras armas en el Ayuntamiento de Madrid, disuelta ya su ideolog¨ªa en UCD, hasta desembocar en la bah¨ªa azul de Alianza Popular. Comenz¨® a escalar concejal¨ªas y en todas ellas dejaba un rastro de perfume, pero en la de Medio Ambiente fue donde el aura selecta que exhalaba esta mujer se correspond¨ªa menos con los estercoleros de Madrid, los excrementos de perros que jalonaban sus calles y la boina de mon¨®xido de carbono con que se coronaba el cielo de Vel¨¢zquez. No obstante, ella desped¨ªa encanto en el despacho, y su dise?o de se?orita bien con ra¨ªces ganaderas era un valor de la derecha distinto a la manada de b¨²falos que hab¨ªan irrumpido en la vida pol¨ªtica. All¨ª donde no llega la justicia, puede llegar la buena educaci¨®n.
Una peque?a Atila
?Estamos hablando de educaci¨®n? El paso de esta dama por ese ministerio fue una demostraci¨®n de que se puede llevar una peque?a Atila debajo del refajo adquirido en un exclusivo pase de modelos de Yves Saint-Laurent. Con alegre desenvoltura convoc¨® a todos los demonios a la hora de unificar a Espa?a bajo los designios de Calder¨®n de la Barca, cosa que puso en estado de rebeli¨®n a todas las autonom¨ªas, que se negaron a que todos sus r¨ªos caudalosos, incluso los que arrastran las Humanidades, fueran afluentes del Manzanares. El desbarajuste tuvo que arreglarlo Rajoy, y ella sali¨® del ministerio con direcci¨®n al Senado sin perder su encantadora ligereza.
Despu¨¦s se la vio, feliz e inc¨®lume, predicar la buena nueva de la Escuela de Chicago por los barrios y ciudades m¨¢s duros de la Comunidad de Madrid. Su buena disposici¨®n la llev¨® a entrar en una zapater¨ªa del extrarradio para adquirir unos zapatos sin tal¨®n algo rudos, a los que no est¨¢n acostumbrados sus alados pies, pero las c¨¢maras que sorbieron este gesto populista no captaron el momento estelar en que la se?orita Esperanza se los regalaba a su criada. No importa que le entregara una propaganda electoral al conductor de su escolta en una acera perdida mientras los altavoces del Partido Popular proclamaban que la dicha universal pasaba por M¨®stoles y Alcorc¨®n. En realidad, la revelaci¨®n se produjo poco despu¨¦s.
Lo que caracteriza a Esperanza Aguirre es la transformaci¨®n que su persona ha sufrido cuando esta ni?a ganadera le ha acariciado el rabo al drag¨®n del Leviat¨¢n. Sus modelos de alta costura, el cintur¨®n ancho y la mochila de dise?o con que esta misionera neoliberal se ha paseado por los suburbios marginales no han cambiado, pero en su rostro se ha reflejado aquella terrible verdad que Shakespeare hace expl¨ªcita en uno de los personajes de Macbeth: el poder se instala primero en el rictus violento de la boca. La sorpresa ha sido contemplar a Esperanza Aguirre en su esca?o de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, pose¨ªda por una pasi¨®n vulgar, muy cercana al rencor pol¨ªtico, a la hora de disputarse una sardina corrupta con los socialistas, que no hab¨ªan dejado el cubierto en el plato marcando las tres y cuarto. De pronto, se ha visto a esta se?orita sacar una garra de acero sin haberse hecho la manicura, como una magn¨ªfica predadora de la especie felina. Se sab¨ªa que debajo de un fino liberal emerge siempre un reaccionario maleducado cuando le tocan la cartera. Una vez m¨¢s, este principio se ha cumplido.
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