Juan Diego o el toreo cl¨¢sico
Buena corrida de Arauz de Robles ayer mi¨¦rcoles en San Sebasti¨¢n de los Reyes. Los tres toreros salieron a hombros, y un espada de Salamanca, Juan Diego, hizo el toreo cl¨¢sico, digamos que puro, el de siempre.
En su primero, Juan Diego fue el sabor y el olor a torero, a un hacer cl¨¢sico y de profunda concepci¨®n. La sobriedad convertida en arte, sin apariencias ni gestos banales. Es sentirse torero y expresarlo con suma claridad y templanza. Ver¨®nicas de saludo de excelente corte por el pit¨®n derecho. Y una faena de muleta construida a base de torer¨ªa y gusto. El natural o el redondo puro. El toreo sin m¨¢cula y la filigrana para nada gratuita.
En el sexto de Juan Diego, un toro manso que punteaba los enga?os, aunque met¨ªa el morro, realiz¨® una faena intermitente, de mano baja y terso remate, pero irregular. Se dobl¨® con las dos manos en el comienzo de la faena de muleta muy toreramente, y, vaya, tumb¨® al toro de una estocada en la suerte contraria de nota.
Arauz / Caballero, Ferrera, Diego
Toros de Arauz de Robles, salvo el 1?, correctamente presentados, manejables, que dieron buen juego. Manuel Caballero: oreja en los dos. Antonio Ferrera: oreja en ambos. Juan Diego: dos orejas y vuelta. Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 27 de agosto. 3? de feria. Media entrada.
Manuel Caballero tore¨® al primero de la tarde por debajo de las bondades del buen y c¨®modo de pitones colaborador, o sea, que no se templ¨® a modo, ni lig¨® las series de muletazos como es preceptivo. Aunque s¨ª es verdad que un par de tandas por cada pit¨®n fueron limpias y de correcta factura. Aun as¨ª, el cuento, en tanto su labor o valor art¨ªstico, se llev¨® al esport¨®n una oreja f¨¢cil, como tirando a barata. Sin embargo, en el cuarto vimos a un Caballero de buena t¨¦cnica y por tanto buen pulso, que fue metiendo en la muleta a un toro algo blando, pero manejable, y al que lleg¨® a torear templado, la muleta plana en el cite, y a su manera recre¨® el natural. Para terminar su obra de un espadazo impecable en todo lo alto.
Antonio Ferrera quiso, s¨ª, no dej¨® de intentarlo, pero no termin¨® de entenderse con su primero, al que banderille¨® con desigual fortuna, mulete¨® sin demasiado temple o ajuste, y, eso s¨ª que es cierto, veronique¨® con guapeza en el saludo y le endilg¨® un quite por chicuelinas bastante aparente. En definitiva, estuvo bullidor, variado y poco m¨¢s. En su segundo Ferrera tuvo el m¨¦rito de saludar a un toro emplazado en los medios, que result¨® bravuc¨®n, con lances vibrantes y densos. La faena de muleta fue de valiente, casi toda a favor de querencia, cerca de las tablas, en series cortas que tuvieron repercusi¨®n en los tendidos.
Como est¨¢ dicho, los tres toreros salieron a hombros. Quiere decirse entonces que el p¨²blico de por s¨ª se divirti¨® de lo lindo. Pero en el recuerdo y en el paladar del buen aficionado quedan esos muletazos sentidos y hondos de un Juan Diego artista verdadero.
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