Irak, la Uni¨®n Europea y... ?el fin de la diplomacia?
El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, al anunciar el ultim¨¢tum a Irak en v¨ªsperas de la guerra, dijo: "La ventana diplom¨¢tica se ha cerrado". Esta sencilla frase ten¨ªa muchas implicaciones. Por una parte, era una declaraci¨®n formal de guerra. Por otra parte, era la constataci¨®n de la inutilidad de la v¨ªa diplom¨¢tica o, quiz¨¢, ?la liberaci¨®n de la obligada v¨ªa diplom¨¢tica? ?Hubo en v¨ªsperas del conflicto oportunidades reales para la v¨ªa diplom¨¢tica?
Hace ya unos meses pude presenciar c¨®mo un ministro europeo de Asuntos Exteriores sac¨® de su bolsillo el tel¨¦fono m¨®vil y llam¨® al tel¨¦fono m¨®vil personal de otro ministro de Asuntos Exteriores, y le dijo que acud¨ªa a esta v¨ªa de comunicaci¨®n directa para "entendernos mejor". Con un simple gesto se hab¨ªan eliminado embajadores, directores generales, gabinetes, asesores, etc¨¦tera. ?Es una p¨¦rdida de tiempo o es un problema para la comprensi¨®n mutua que intervengan todos estos profesionales?
Lo cierto es que, cada vez con m¨¢s frecuencia, jefes de Gobierno, ministros y altos cargos hablan por tel¨¦fono entre ellos con cualquier pretexto y acuerdan por tel¨¦fono cuestiones a veces muy importantes sin consultar con nadie. El secretario de Estado dan¨¦s de Asuntos Exteriores me dijo que esta diplomacia telef¨®nica era muy ¨²til y serv¨ªa para que los responsables pol¨ªticos se conocieran mejor. No tengo por qu¨¦ dudarlo, pero en muchas ocasiones no queda rastro de estas conversaciones sin testigos. Y, desde luego, es muy raro que se informe a los representantes diplom¨¢ticos de estos di¨¢logos telef¨®nicos. Se filtra s¨®lo lo que interesa que se conozca. ?Qu¨¦ quedar¨¢ de estas conversaciones en los archivos para conocimiento futuro de los historiadores? Me temo que nada o muy poco.
Antes (p¨®ngase la antig¨¹edad que se quiera), las negociaciones internacionales las llevaban b¨¢sicamente los diplom¨¢ticos que ten¨ªan cierta autonom¨ªa para concluir acuerdos. Hoy en d¨ªa, los diplom¨¢ticos apenas negocian nada importante; desde luego, no en las relaciones bilaterales europeas. Pero creo que tampoco demasiado en lo multilateral. ?Qu¨¦ margen de maniobra tuvo el representante espa?ol en la ONU durante la crisis de Irak? ?C¨®mo pudo tenerlo si cada vez que hubo una reuni¨®n importante fueron los propios ministros de Asuntos Exteriores los que asistieron en representaci¨®n de los pa¨ªses miembros del Consejo de Seguridad?
En diciembre del a?o 2002 se pudo presenciar en Copenhague el espect¨¢culo ins¨®lito de la negociaci¨®n final de la ampliaci¨®n de la UE a cargo de los propios jefes de Estado o de Gobierno, con cuestiones muy t¨¦cnicas. Las anteriores negociaciones de ampliaci¨®n de la UE se negociaron por los expertos, se concluyeron por los ministros de Asuntos Exteriores, y los jefes de Estado y de Gobierno se limitaron a sancionar y a dar un cierre formal.
La gran reforma de la UE no la est¨¢n negociando los diplom¨¢ticos ni los expertos. La han hecho, en el marco de la Convenci¨®n, los parlamentarios y los representantes personales de los jefes de Gobierno, que en muchos casos son los propios ministros de Asuntos Exteriores. No critico el m¨¦todo, me limito a describirlo, porque se han se?alado las ventajas de este sistema sobre el "secretismo" de las negociaciones cl¨¢sicas entre diplom¨¢ticos. La ministra de Asuntos Exteriores ha dicho que con este m¨¦todo se ha puesto fin a la diplomacia del siglo XIX.
Es muy posible que en el marco de una Uni¨®n Europea ampliada ya no haya espacio tampoco para la diplomacia... del siglo XX. El ¨¢mbito de lo pol¨ªtico ha invadido todos los terrenos. Los jefes de Gobierno y los ministros no paran de viajar y de celebrar cumbres. Lo que antes era extraordinario, hoy es habitual. A fuerza de reuniones y llamadas telef¨®nicas constantes, el gobernante acaba por tener la convicci¨®n de que s¨®lo ¨¦l tiene las claves para entender la realidad. No necesita asesores. Y, si hay alg¨²n cabo suelto, se env¨ªa a un representante personal o persona de confianza para averiguarlo, pero no se conf¨ªa la misi¨®n al embajador o al personal diplom¨¢tico.
No es f¨¢cil imaginar c¨®mo va a organizar sus trabajos la Uni¨®n Europea de 25 pa¨ªses o de 30 en un futuro muy cercano. La Convenci¨®n, que ha hecho un trabajo muy estimable, no ha abordado esta cuesti¨®n, por lo menos de manera directa. Se ha ocupado, m¨¢s bien, de crear nuevos cargos de nivel pol¨ªtico (adem¨¢s de much¨ªsimas otras cosas, evidentemente). Si se mantiene el m¨¦todo actual, totalmente centrado en las representaciones permanentes (embajadas) en Bruselas, pienso que podr¨¢n cerrarse o reducirse muchas embajadas, porque no habr¨¢ margen ni contenido para una acci¨®n bilateral.
Adem¨¢s, el mundo empresarial y de las finanzas cada vez recurre menos a nuestras representaciones diplom¨¢ticas a la hora de invertir o de realizar grandes operaciones. Creen o imaginan que tienen mejores fuentes de informaci¨®n y asesoramiento que el que le puedan ofrecer las embajadas. Las grandes actuaciones culturales se realizan tambi¨¦n privadamente, porque no hay Estado o Gobierno que pueda competir con los circuitos comerciales.
Los diplom¨¢ticos tampoco pueden competir en materia informativa con Internet, ni con la CNN o cualquier cadena de noticias de difusi¨®n inmediata en todo el mundo. Se suele decir que la ventaja del diplom¨¢tico estriba en ofrecer la interpretaci¨®n correcta de la noticia, pero ?interesa a alguien este aporte cuando lo que cuenta es el mensaje corto de quince o veinte segundos en el telediario de mayor audiencia? ?Ten¨ªa realmente alguna posibilidad de ser escuchado y correctamente interpretado el diplom¨¢tico sueco Hans Blix? Precisamente, hace algunos d¨ªas, el ministro de Asuntos Exteriores dan¨¦s, Per Stig Moeller, tuvo que reconocer p¨²blicamente que, efectivamente, le hab¨ªa interpretado incorrectamente y que por ello hab¨ªa informado de manera indebida al Parlamento.
Si la discreci¨®n, el an¨¢lisis sosegado y los buenos oficios ceden ante la provocaci¨®n, las urgencias medi¨¢ticas y la doctrina del m¨¢s fuerte, ?qu¨¦ futuro le aguarda a la diplomacia? Si en la Uni¨®n Europea no hay apenas resquicio para lo bilateral y si, en general, se negocia por tel¨¦fono, a muy alto nivel o en Bruselas, ?qu¨¦ hacemos con los
diplom¨¢ticos? ?Vamos a volver a la diplomacia antigua, donde lo importante era "recibir" bien?
Hace ya algunos a?os tuve el privilegio de participar en un almuerzo con el arzobispo de Canterbury y, en el transcurso de una conversaci¨®n muy interesante, me dijo: "Como representante de una Iglesia provisional, yo no deber¨ªa opinar...". Me impresion¨® la sinceridad y la humildad de aquel personaje, tan alejadas de otra proclamas de verdades inmutables.
Quiz¨¢ la diplomacia sea una profesi¨®n tambi¨¦n provisional, aunque sea de las m¨¢s antiguas.
Tengo la impresi¨®n de que tendr¨¢ que abordar una muy profunda transformaci¨®n si quiere sobrevivir con sentido durante bastante tiempo. Hay que modernizarla, sacudirle los falsos esplendores, olvidarse de los privilegios y especializarla para que los funcionarios diplom¨¢ticos sepan "casi todo de un poco" y no "un poco de todo". Hay que renovar los principios, cambiar el car¨¢cter de las misiones, revolucionar los consulados, flexibilizar las contrataciones de personal, descentralizar la gesti¨®n y, sobre todo, confiar en las personas y en su capacidad de generar amistad y entendimiento.
No estoy muy seguro de que en el actual escenario internacional y europeo haya espacio, tiempo y voluntad para imaginar algo de lo sugerido. Quiz¨¢ sea un ingenuo o un iluso, pero me gusta pensar que el mundo ser¨ªa m¨¢s seguro si hubiese oportunidades reales para que la diplomacia, modernizada y adaptada, tuviese mayor protagonismo. Al fin y al cabo, cuando se dice de una respuesta o de una actitud que "es muy diplom¨¢tica", desde luego no se est¨¢ amenanzando a nadie ni se est¨¢ declarando la guerra a nadie.
Josep Pons Irazazabal es embajador de Espa?a en Dinamarca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.